Fue el primer presidente electo de la Xunta de Galicia, pero no solo se le recuerda por eso, y es que Xerardo Fernández Albor (Santiago de Compostela, 1917) tiene una historia contada en la literatura y en la cinematografía o, al menos, en alguno de sus capítulos. Fue Nacho Carretero, en su conocida obra Fariña, quien desveló que Fernández Albor mantuvo un encuentro con Marcial Dorado aprovechando una de sus giras por Portugal.
Según este relato, Fernández Albor, quien también fue presidente del PP a nivel nacional sucediendo a Manuel Fraga, se reunió con un grupo de contrabandistas huidos en un antiguo pazo portugués con vistas al río Miño el 6 de julio de 1984, y allí les recomendó que regresaran a España y se entregaran a la justicia, lo que hicieron meses después. Esperaban una sentencia que no llegaría hasta los 90, cuando sus delitos prescribieron.
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No es un capítulo encubierto en su vida política, ya que Fernández Albor tuvo que dar explicaciones en un pleno del Parlamento gallego en noviembre de 1984, en el que argumentó que se reunió con ellos por motivos humanitarios. “No me tengo que avergonzar de unos señores que podían ser, o no, unos delincuentes”, figura en las actas de aquel pleno, para argumentar que el encuentro no fue secreto y, de hecho, se produjo junto con su secretaria. Marcial Dorado estaba al mando de estos contrabandistas, en aquel momento, de tabaco.
También les pidió redactar una carta en la que tenían que plasmar sus peticiones, un escrito que llegaría hasta la Xunta de Galicia y que los servicios jurídicos de la misma responderían pocos meses más tarde. Según Albor, su encuentro con este grupo y con Marcial Dorado, en la cárcel desde 2020 en régimen de semilibertad, duró escasos minutos, en los que les transmitió que no había nada que hacer, pero que volvieran a Galicia. Todo esto, según la versión de Fernández Albor.
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En dicha reunión también estaban Luis Paz (absuelto en 2005), Benigno Súarez y José Barreiro (alias Sito, el carnicero), con el objetivo de que el entonces presidente de la Xunta intercediese a nivel político y judicial en España para allanar su camino. Sin embargo, esta cuestión no fue la acabó con la Presidencia de Albor, fue una moción de censura del PSOE por otra cuestión diferente.
Moción de censura
En 1987 los socialistas presentaron una moción de censura por la reestructuración administrativa y política que hizo Albor en la Xunta al iniciar su segundo mandato. Según el PSOE, respaldado por Coalición Galega, PSOE y PSG-Esquerda Galega, el presidente popular no ejerció su autoridad con responsabilidad y coherencia, por lo que dio paso a una modificación de la estructura del Gobierno por razones de partido o coalición, que nada tenían que ver con el cumplimiento de su programa político, lo que dañaba la credibilidad de la institución.
Como en cualquier moción de censura, la jornada fue tensa. De hecho, ninguno de los conselleiros del Gobierno de Albor se sentó en su escaño, una orden que dio el vicepresidente de la Xunta, José Luis Barreiro. Sin embargo, pasados los primeros minutos del debate, el presidente se sentó en su sillón, con los de alrededor vacíos, lo que al final obligó al resto de sus compañeros a hacer lo propio. A esta unión de fuerzas progresistas contra el presidente de la Xunta se la conoció como ‘Pacto dos Tilos’, y tenía como objetivo último llevar a Fernando González Laxe hasta la Presidencia de la Xunta.
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La moción de censura prosperó, de hecho, fue la primera que lo hizo, y Albor dejó de ser presidente de la Xunta dejando paso al primer gobierno socialista. González Laxe fue presidente gallego desde 1987 hasta 1990 en coalición con los partidos del ‘Pacto dos Tilos’. Aunque consiguió los mejores resultados socialistas hasta el momento, estos fueron insuficientes para que en las siguientes elecciones, en 1990, Fraga alcanzase la mayoría absoluta, que le elevarían hasta la Xunta, donde estuvo hasta el año 2005, cuando volvió la última coalición de izquierdas hasta la fecha, con Touriño al frente.