Ricky Rubio ficha por el Barça y vuelve definitivamente a las canchas

Ricky Rubio, para alegría generalizada, vuelve a la competición de forma efectiva. Lo hará, como era de esperar, en el FC Barcelona, donde empezó a entrenarse hace unos días y que en última instancia ha acabado fichándole hasta final de temporada. Lo ha hecho antes de que concluyese, este 7 de febrero, el plazo de inscripciones en la Euroliga.

Si el club azulgrana quería alinear al base español en algún momento en la máxima competición europea del baloncesto, tenía que darle de alta ya. Esas urgencias no existían en la ACB (se puede contratar jugadores, a nivel doméstico, hasta que empiecen los playoffs, en mayo). Sin embargo, lo realmente interesante era poder contar con el exNBA también en términos del Viejo Continente.

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El pasado 29 de enero, el jugador de El Masnou, componente de la plantilla que ganó la segunda Euroliga de la historia del Barça en 2010, anunció que entraba en la fase final de su recuperación, tras apartarse de la canasta el pasado verano. “Llevo unas semanas dándole vueltas y, tras otras tantas trabajando mente y cuerpo, me veo con ganas y fuerzas de ver cómo reacciono con un balón en mis manos”, expuso Ricky antes de comunicar su siguiente paso: pedir a la entidad culé si podría, “sin ningún compromiso y sin interrumpir sus planes de temporada”, entrenar con el equipo.

La respuesta no tardó en ser afirmativa, con Ricky saltando a la pista del Palau Blaugrana como uno más en los entrenamientos, apenas unas horas después de manifestar que era el momento de retomar su profesión. Con una sonrisa de oreja a oreja, empezó a quedar claro que tan sólo era cuestión de tiempo que el Barça y él acordasen su contratación. Eso sí, sin presión alguna: será Rubio quien marque cuándo se ve capacitado para disputar encuentros en esta segunda etapa en la Ciudad Condal.

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Ricky Rubio jugó en el Barça dos temporadas antes de poner rumbo a la NBA: 2009-2010 y 2010-2011. Tras un traspaso desde el Joventut de Badalona de cifras astronómicas (3,7 millones de euros), no tardó en convertirse en uno de los nombres propios del roster. A pesar de su juventud, la dirección de juego recayó principalmente en él, siendo capaz de levantar la Copa de Europa con un papel protagonista a los 19 años.

Al Barcelona sólo le faltó ganar la Liga, la del famoso 2+1 de Fernando San Emeterio para el Baskonia, en el primer curso de Ricky: la Copa del Rey y la Supercopa también cayeron. En su segunda y última campaña, los de Xavi Pascual sí conseguirían hacerse con la ACB, repitiendo éxito copero y supercopero. Es muy posible que uno de sus mejores partidos con el Barça llegase en la Final Four de 2010: 10 puntos y ocho asistencias en las semifinales europeas contra el CSKA de Moscú.

Si ya había levantado pasiones en la Penya y en la selección española, Ricky siguió confirmando su inmensa proyección cuando vistió la camiseta del Barça a principios de la pasada década. Todo lo que vino después (12 años en Estados Unidos y el Mundial de 2019, por ejemplo) no habría sido posible sin esa época en la que marcó las diferencias con los culés, que no pueden estar más satisfechos de acogerle de nuevo en 2024.

“Estoy feliz como persona y más como institución y club, porque estamos felices de que haya elegido a nuestro equipo para su proceso de recuperación. Todos le ayudaremos. Ricky conoce la casa. Los jugadores excelentes siempre suman. Y en su caso se suma la excelencia como persona, así que la ecuación es fácil”, declaró Roger Grimau, excompañero suyo y actual técnico del Barça, cuando Rubio empezó a entrenarse hace una semana.

La integración le va a resultar más que sencilla. No sólo porque Grimau y Víctor Sada, uno de sus ayudantes, coincidieron con él como jugadores. Al igual que lo hizo Juan Carlos Navarro, general manager de la sección. También por la gran cantidad de viejos conocidos de los veranos con La Familia que el Barça tiene en nómina: Álex Abrines, Willy Hernangómez, Joel Parra, Darío Brizuela… Ricky Rubio ha salido del lugar oscuro que llegó a habitar y está preparado para, a los 33, disfrutar otra vez con la pelota naranja.