‘Zorras’, ‘putas’ y ‘maricones’: cómo la cultura popular le da la vuelta a los insultos desde una perspectiva reivindicativa

La victoria del dúo Nebulossa en el Benidorm Fest con su himno ‘Zorra’ reabre el debate sobre la ‘reapropiación’ de términos peyorativos que se convierten en símbolos de libertad de expresión

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El cine y las series se encargan de dar la vuelta a los términos peyorativos para convertirlos en símbolos de lucha contra la misoginia y la homofobia
El cine y las series se encargan de dar la vuelta a los términos peyorativos para convertirlos en símbolos de lucha contra la misoginia y la homofobia

El dúo musical Nebulossa no ha dejado a nadie indiferente tras su paso por el Benidorm Fest y su victoria en el certamen, que sirve para elegir el representante de nuestro país para el Festival de Eurovisión.

Su tema Zorra, se ha situado en el centro del debate tanto por su puesta en escena como, sobre todo, por la utilización de una palabra considerada como históricamente despectiva para las mujeres, subvirtiendo su significado como símbolo de empoderamiento femenino.

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Muchos la consideran un insulto, otros, una muestra de cómo a través de la reformulación del lenguaje menospreciativo se pueden provocar cambios en la sociedad y el pensamiento arcaico dándole la vuelta a las expresiones patriarcales que han servido para humillar a las mujeres.

La ficción como forma de desenterrar tabúes

Las protagonistas de 'Zorras', serie de Atresplayer
Las protagonistas de 'Zorras', serie de Atresplayer

No es el primer caso en el que se utiliza la palabra ‘zorra’ desde esta perspectiva de género. El año pasado, Atresplayer estrenó la serie Zorras, que a su vez se basaba en un libro de Noemí Casquets del mismo título que se convertiría en una trilogía junto a Malas y Libres.

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La ficción contaba la historia de tres chicas que, como ellas mismas decían, estaban “hasta el coño de todo”, de que se las juzgara, de que se las invisibilizara y de que se metieran con sus cuerpos, de cómo vestían y de lo que hacían o dejaban de hacer.

Así, Alicia (Andrea Ros), Diana (Tai Fati) y Emily (Mireia Balic), se encargarán de apropiarse del vocabulario despectivo para convertirlo en parte de su propia identidad y liberarse así de los tabúes preestablecidos, entre los que se encuentra, por supuesto, el sexo, así como las relaciones en redes sociales en las que los hombres se encargan de ejercer el ‘mansplanning’.

Dentro de una sociedad que se encuentra en constante cambio, pero que sigue amenazada por el pensamiento retrógrado, los creadores parecen dispuestos a cambiar el orden establecido para configurar unas nuevas coordenadas para un futuro libre de prejuicios.

‘Maricón’, como término que define el Orgullo

Gabriel Sánchez como Roberto Enríquez, conocido como Bob Pop, en una serie de carácter autobiográfica.
Gabriel Sánchez como Roberto Enríquez, conocido como Bob Pop, en una serie de carácter autobiográfica.

Algo parecido también ocurría en la serie Maricón perdido, de Bob Pop, en la que el escritor utilizaba el insulto que le acompañó durante toda su infancia para convertirlo en una forma de definirse a sí mismo a través del orgullo, algo que enraizaría con la lucha del colectivo LGTBIQ+ en su camino de visibilización.

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En el terreno musical, en 2016, una joven Samantha Hudson se encargó de convulsionar a la ultraderecha con su tema Maricón, que contenía una trasfondo religioso a golpe de irreverencia expresiva: “Soy maricón y me encanta la iglesia / Pero no me dejan entrar porque monto gresca / Soy maricón, pero también soy cristiano / Ellos no me aceptan porque follo por el ano”, decía la letra de la canción.

Samantha Hudson durante la entrega de premios ICON

EUROPA ESPAÑA SOCIEDAD
A. PÉREZ MECA / EUROPA PRESS
Samantha Hudson durante la entrega de premios ICON EUROPA ESPAÑA SOCIEDAD A. PÉREZ MECA / EUROPA PRESS

La diva ‘queer’ explicaba que la palabra maricón se había convertido dentro del colectivo gay en una fórmula amistosa para hablar en confianza. Por supuesto, siempre depende del contexto para darle un significado u otro, por lo que se convierten en símbolos propios del grupo oprimido al que se refieren.

Así, la cultura popular se ha encargado de la reapropiación de estos términos para extraer su significado original, desactivar su valor peyorativo y asumirlo como seña de identidad. Una forma de desactivar el insulto y hacer bandera de la ofensa, adquiriendo así una connotación profundamente reivindicativa y política para luchar contra el machismo y la homofobia.

La cantante Zahara también hizo un ejercicio similar con su álbum Puta, en el que exorcizaba sus fantasmas a golpe de un buen puñado de canciones contra el dolor en las que sacaba a relucir sus traumas para exponer las raíces del machismo y el maltrato. De esa forma, la culpa femenina que parte de la experiencia propia, de la intimidad más secreta, se convertía en un arma de defensa contra el sistema heteropatriarcal en el que se ha perpetuado la violación y las agresiones contra las mujeres.

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