‘Tres enigmas para la Organización’: vuelve el Eduardo Mendoza más chispeante y lúdico

El mítico escritor barcelonés regresa con energías renovadas a través de una historia de detectives en la que hay muchas dosis de absurdo y genialidad

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Portada de 'Tres enigmas para
Portada de 'Tres enigmas para la Organización', de Eduardo Mendoza (Seix Barral)

Cuando sacó su anterior novela en 2021, Transbordo en Moscú (el cierre de la trilogía Las tres leyes del movimiento), Eduardo Mendoza decidió que no iba publicar más. “Pensaba que se me había agotado la creatividad, la frescura, y que empezaba a repetirme”, contó el autor en una charla en el Espacio Fundación Telefónica.

Tráiler 'Tres enigmas para la Organización'

Sin embargo, se dio cuenta de que escribir era lo que más le gustaba y que no iba a dejar de hacerlo. Pero sin presiones. Así que decidió hacer un proceso a la inversa, a ver cómo salía: una novela deliberadamente equivocada, en la que cometiera errores y se repitiera a sí mismo.

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Así surgió Tres enigmas para la Organización, dichoso regreso a la actualidad del gran escritor ganador del Premio Cervantes en 2016 y autor de obras fundamentales de la literatura contemporánea como La verdad sobre el caso Sabolta, La ciudad de los prodigios o Sin noticias de Gurb.

En ella se deleita con los elementos que mejor han caracterizado algunas de sus novelas, el thriller jocoso teñido de humor, las historias de detectives estrafalarios con nombres imposibles y el retrato de la ciudad de Barcelona, con todas sus luces y sus sombras.

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“En esta ocasión no quería centrarme en un solo investigador. Veo muchas series y ahora lo que se lleva es el colectivo, el grupo y las relaciones que se crean entre sus miembros. Solo que en vez de en una comisaría del Bronx, aquí hay una organización secreta en la calle Valencia”.

Agentes secretos anacrónicos y esperpénticos

Aunque la historia se ambienta en 2022, podría pertenecer a cualquier época, ya que sus criaturas son anacrónicas (a posta), como si no quisieran saber nada de las nuevas tecnologías, de las modas, de los adelantos. Eso los hace más cercanos y fuera del tiempo. Además, también les da ese punto absurdo que tan bien sabe retratar el autor dentro de nuestra contemporaneidad.

El escritor, Eduardo Mendoza, durante
El escritor, Eduardo Mendoza, durante la presentación de su anterior novela 'Transbordo en Moscú'. SOCIEDAD David Zorrakino - Europa Press

Sus nombres nos llevan de Pocorrabo, a Monososo, de Buscabrega a la señora Grassiela, pasando por Chema, el jorobado y la Boni. Todos pertenecen a ese ente secreto que se encarga de investigar los casos en los que se cruzan diferentes departamentos oficiales a lo que estos no son capaces de llegar.

Así, a través de la figura de ‘el nuevo’ nos introduciremos en una trama marcada por tres sucesos que en apariencia no tienen nada que ver entre sí, pero que según ‘el jefe’, se encuentran conectados: un hombre encontrado ahorcado en una pensión de mala muerte en las Ramblas, un millonario desaparecido tras atracar su yate en el puerto y una marca de conservas que parece en bancarrota.

“Me gusta que mis personajes tengan un punto caricaturesco, pero no que sean unos payasos, es decir, encontrar un punto medio con el que el lector se pueda identificar con sus pequeñas miserias cotidianas”. Para ellos, bebe tanto de la novela cervantina como de las radionovelas, o lo que es lo mismo en este caso, del serial Taxi Key, que se emitía cuando él era joven y que trataba sobre las aventuras de un detective taxista.

Eduardo Mendoza, ganador del premio
Eduardo Mendoza, ganador del premio Cervantes en 2016

“Creo que muchos de los escritores de mi generación, como Juan Marsé, Javier Marías o Manuel Vázquez Montalbán nos encargamos de recuperar el género de misterio, de aventuras, alejándonos de la novela experimental, como si quisiéramos reivindicar aquellas lecturas que nos marcaron en nuestra infancia”, continúa.

Por eso, la alta y la baja cultura, siempre están presente en su literatura, en la forma en la que utiliza el lenguaje, a veces cuidadísimo, otras utilizando coloquialismos. Ahí se encuentra el genio de Mendoza, en saber modular estos dos ámbitos, aunque en este caso, vire claramente al disparate y el absurdo en su vertiente más lúdica. Porque si hay algo que define Tres enigmas para la Organización es el cóctel de elementos imprevisibles, a veces esperpénticos, otras de lo más entrañables.

Pero también está ahí un relato repleto de vericuetos tan extravagantes como deliciosos que se devora por su ligereza y su dinamismo narrativo a través de una sátira social que nos devuelve al mejor Mendoza, libre, desenvuelto y que destila inteligencia narrativa en cada párrafo.

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