Lewis Hamilton ha fichado por Ferrari y los seguidores de la Fórmula 1 han enloquecido con la noticia. Carlos Sainz abandona la escudería italiana y, parece, que la próxima temporada promete algo más que emociones fuertes. El deporte más seguido regresa el 29 de febrero y, hasta entonces, la gran pantalla será la encargada de lidiar con el fervor de las máquinas que conducen a alta velocidad.
Ferrari, de Michael Mann, llega a los cines españoles este viernes con la premisa de rememorar la historia de Enzo Ferrari. Protagonizada por Penélope Cruz y Adam Driver, la cinta se sitúa en los años 50, momento en el que Enzo (Driver) pierde repentinamente a su hijo Dino y mantiene una vida paralela a espaldas de su esposa Laura (Cruz). Además de los problemas que afronta en casa, la compañía Ferrari tampoco pasa su mejor momento: la oleada de accidentes ha provocado que cada vez más pilotos pierdan la vida y los resultados del equipo en las carreras tampoco están a la altura de lo esperado. Para tener los mejores coches, Ferrari necesitará un impulso económico que le obligará a tomar delicadas decisiones.
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Para afrontar una carrera decisiva para el futuro de la empresa, la Mille Miglia, Ferrari designa a una serie de pilotos entre los que se encuentran Peter Collins, Olivier Gendebien, el joven Alfonso de Portago o el veterano Piero Taruffi (interpretado por Patrick Dempsey). Ferrari no sólo recupera el espíritu competitivo de la escudería italiana, también ha reconstruido los coches empleados en antaño de forma casi milimétrica (y en tiempo récord).
Sí, los automóviles que aparecen en la película no son originales, son reconstrucciones de aquellos que la empresa empleó en las carreras de los años 50. Un equipo de 12 personas fabricó nueve coches en apenas 22 semanas, y no se trataba de simples autos de exposición: eran coches totalmente funcionales, con unos 280 caballos de potencia, diseñados para ser conducidos seguridad y que llegaban a superar los 160 km/h. El hecho de que fueran construcciones capaces de ser dirigidas como un automóvil normal fue un aliciente para los actores de Ferrari.
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Modelos icónicos de Ferrari
Las réplicas construidas específicamente para la película de Mann son modelos que cuestan millones de dólares y que no son fáciles de adquirir en las subastas, de ahí que fuese necesario construirlos desde cero. Neil Layton y su empresa, Auto Action Development, fueron los encargados de reconstruir todos los coches con precisión histórica. El negocio de Layton ya se había encargado de construir el Batmóvil Tumbler de las cintas de El caballero oscuro y Batman Begins, además de algunos de los automóviles empleados en largometrajes de la saga de James Bond, el más reciente, el DB5-AKA de Sin tiempo para morir. “Trabajar con Michael Mann es el sueño de cualquier chico de la industria cinematográfica”, declaró el propio Layton.
El mayor reto para Auto Action Development fue conseguir los datos necesarios para reproducir los coches. Layton colaboró estrechamente con Aston Martin en Sin tiempo para morir, pero no contó con dicha ayuda por parte de Ferrari. Para ajustarse lo máximo a los coches originales, Layton tuvo que conseguir todos los datos necesarios para replicar los coches. Lo hizo preguntando a los propietarios si podía escanear las piezas de incalculable valor de sus respectivas colecciones y, en el caso del Ferrari 801 monoplaza, encontrar un modelo de juguete en un sitio de subastas, escanearlo y aumentarlo de tamaño. También fue difícil gestionar la entrega de todas las piezas de los distintos proveedores.