Todo artículo de viajes encierra una promesa. El lugar, cercano o remoto, puede materializarse en el futuro. También toda regla tiene su excepción, y es lo que sucede en este caso. No, este texto no es una recomendación de un sitio sorprendente y curioso, aunque realmente lo sea, pero lo más normal es que nunca jamás pueda acudir a él. El acceso está muy restringido porque en este edificio noruego se lleva a cabo una misión muy importante. Una en la que el turismo no tiene mucho sentido y solo puede dar problemas. De hecho, ni siquiera hay personal presente de manera constante allí.
Se trata de la Bóveda del Juicio Final, un nombre grandilocuente y misterioso para una buena causa. Está situado en las islas Svalbard y es un lugar de lo más singular ya que es un repositorio vegetal, uno de los más importantes del mundo. Allí, en el intenso frío de las islas, muy cercanas al Polo Norte, se guardan muestras de más de un millón de especies vegetales distintas, con la idea de conservarlas para, en caso de extinción, tener un testigo para poder recuperarlas. Semillas que, llegado el caso, pueden brotar para recordar el pasado. Un granero de proporciones gigantescas.
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El edificio fue construido en el año 2008 y tiene mucho de idea loca. Lo financió el gobierno noruego y está situado en el interior de una montaña del Ártico elevada 130 metros sobre el nivel del mar. Con esto se consigue que el suelo permanezca seco. Que esté tan cerca del polo hace que en caso de algún problema en el suministro de energía el repositorio se siga manteniendo estable y los distintos vegetales no marchiten. Además, la isla es uno de los lugares de menor actividad sísmica del mundo, lo cual es también importante cuando el objetivo final es la conservación de la vida. La propia arquitectura del edificio está pensada para que tenga una larguísima vida útil, todo fue pensado con la idea de conservar.
Mejora genética
Todas las semillas están ahí, esperando a su momento. El edificio es hermético, solo se abre un par de veces al año para incorporar más plantas. Las plantas no pertenecen a Noruega, porque el Banco Mundial de Semillas de Svalbard, que así se llama oficialmente, funciona como un banco, el edificio sí es propiedad del reino escandinavo, pero el contenido pertenece a cada uno de los que hayan depositado allí sus semillas. No son particulares, claro, sino bancos genéticos internacionales que mantienen allí depósitos de semillas. La institución con más semillas en el edificio es, de hecho, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, que tiene más de 170.000 semillas guardadas.
Tener este tipo de colección permite un segundo objetivo: mejorar la genética de los vegetales. Es importante, pues este tipo de técnicas han ayudado en el último siglo a mejorar los cultivos, hacerlos más robustos, que puedan sobrevivir mejor y, con todo ello, evitar la escasez de alimentos, lo que ha hecho que las hambrunas hayan disminuido.