La escritora y poeta nicaragüense Gioconda Belli (Managua, 1948) no puede ocultar su alegría. El pasado 16 de enero, el Ejecutivo de Pedro Sánchez le concedió la nacionalidad española junto a otros doce exiliados del país centroamericano, a los que el Gobierno de Daniel Ortega no solo les despojó de su nacionalidad meses atrás por ser críticos con él, sino que también les confiscaron todos sus bienes.
Le tocó salir al exilio por primera vez cuando tenía 25 años y Nicaragua estaba gobernada por la dictadura de Anastasio Somoza y nunca imaginó que tendría que volver a hacerlo décadas después, con 72 años, tras haber sido acusada de “traición a la patria” y perseguida por el Gobierno de Ortega, con quien formó parte de la oposición sandinista. Esta vez, la escritora se marchó del país en 2021, tres años después de las protestas masivas contra la polémica reforma de la Seguridad Social que hicieron estallar una crisis sin precedentes que supuso un antes y un después tanto para el Ejecutivo como para la historia del país.
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Belli atiende a Infobae España desde Estados Unidos, donde está visitando a sus hijas, y desde allí, a pesar de todos los problemas que atraviesa Nicaragua, confía en que habrá cambios y que serán las mujeres quienes los lideren.
Pregunta: El Gobierno le concedió la semana pasada la nacionalidad española. ¿Qué ha supuesto para usted?
Respuesta: Lo sentí como uno de los muchos abrazos que he recibido en España, pero este es uno muy especial porque me hace sentir parte de un país que ha sido muy importante para mí en este momento tan difícil de mi vida.
P: Supongo que nunca habría imaginado tener estar vida a los 75 años...
R: No, en absoluto. Realmente puedo decir que mi vida ha estado llena de sucesos inesperados. La primera vez que me fui al exilio tenía dos niñas chiquitas y me tuve que ir un 20 de diciembre, con el árbol de Navidad montado en mi casa y sin poder decirle a las niñas donde iba y sin saber si iba a volver o no. Y esto también fue algo que no esperaba, porque salí de mi casa en 2021 con la intención de volver y, cuando me di cuenta de que no podía regresar y que estaba otra vez en situación de incertidumbre, fue muy difícil. Además, nos quitaron todo [a ella y a otros exiliados nicaragüenses como opositores] en un momento de la vida donde ya sentís que tenés más o menos lo imprescindible para seguir viviendo con tranquilidad. Allí tenía mi casa, mis libros, mis amistades... Desde entonces, el deterioro en Nicaragua se ha ido acelerando.
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P: Estaba entonces en Nicaragua cuando en 2018 estallaron las protestas multitudinarias contra el Gobierno de Ortega que dejaron más de 350 muertos.
R: Sí, y estuve en toda la reacción política cívica después de la matanza del 2018, tratando de organizarnos para ver si se podía derrotar a Daniel Ortega a través de las elecciones. Pero después empezó toda esta maniobra que hicieron para encarcelar a todos los dirigentes políticos, a los candidatos electorales, y yo me fui un poco antes de eso porque fui a ver a mis hijas [que viven en Estados Unidos]. Salí un 5 de mayo y el 2 de junio empezaron a apresar a opositores candidatos a la presidencia como Cristiana Chamorro, que era quien tenía mayores probabilidades de ganar las elecciones y sustituir a Ortega.
P: ¿Quién queda entonces en Nicaragua para hacer oposición?
R: Siempre queda gente, lo que pasa es que ahora no podemos saberlo porque no hay nadie haciendo una oposición abierta. Lo que quedaba eran los púlpitos de las iglesias y por eso precisamente ha habido este ataque contra la Iglesia Católica, porque los sacerdotes eran los únicos que seguían abiertamente diciendo lo que estaba pasando y criticando las acciones del Gobierno. Los medios de comunicación independientes fueron totalmente clausurados y, aunque la gente tiene internet y escucha los programas que se están emitiendo desde el exterior, no es lo mismo.
P: Ortega ha arremetido, en definitiva, contra toda aquella persona que ha sido crítica con su Gobierno, persiguiendo y expulsando del país a opositores políticos, periodistas y activistas, y más recientemente a numerosos religiosos, entre ellos el obispo Rolando Álvarez, que ha estado en prisión durante más de un año y ha sido desterrado al Vaticano el pasado 14 de enero.
R: Sí, ha arremetido contra cualquier persona que tiene tribuna y ahora lo están haciendo con los estudiantes universitarios. Hay una voluntad de seguir en el poder a pesar de que saben perfectamente que la gente no está contenta, pero la única manera de poder seguir es a través de la represión y hacen demostraciones de poder con grandes actos ritualistas con un discurso impresionantemente mentiroso. A los sacerdotes, por ejemplo, les llaman terroristas ideológicos y satánicos, y en ese discurso de [la vicepresidenta] Rosario Murillo no solamente habla de traidores a la patria, sino que utiliza la religión para manipular a la gente. Yo creo que Rosario Murillo está queriendo crear una especie de iglesia propia y ha elaborado todo un relato de terror con lo que ocurrió en 2018, diciendo incluso que se quemó a gente, cuando lo que sucedió no tiene nada que ver con eso. El Gobierno sigue teniendo un ánimo de venganza contra todo el que estuvo en las protestas de 2018, pero es que realmente fueron miles y miles de personas las que salieron a la calle.
P: ¿Cómo se entiende que Ortega, otrora guerrillero y uno de los comandantes de la revolución sandinista que derrocó la dictadura de la familia Somoza, haya terminado atrincherado en el poder de esta forma?
R: Es muy difícil entender este tipo de fenómenos, pero suceden a menudo. Lo que parecía haber sido un gran líder se convirtió en un esperpento y en una persona tan aferrada al poder que pierde la noción de sí mismo y de su posición en la historia. Daniel Ortega fue un gran líder durante la guerra, pero es una persona muy hosca, con cierto ánimo hostil y ermitaño, bastante alterado por los siete años que estuvo en la cárcel y con muchos problemas personales, denunciado incluso por su hijastra por abuso sexual.
Yo siento que la vida es un constante reto, pero no pierdo la noción de quién soy y de que voy a seguir tratando de dejar el mundo mejor de lo que lo encontré.
P: ¿Cree que la situación en Nicaragua podrá cambiar en un futuro no muy lejano?
R: Quisiera tener una bolita mágica para decirte, pero no se sabe qué pasará con estos fenómenos sociales. Por el momento, creo que estamos en un momento de reflujo en el mundo entero y que esta es una especie de izquierda derechista, o sea, se llama izquierda pero en el fondo tiene valores muy conservadores y estilos de gobierno populistas que se parecen más a los de la derecha que al de una izquierda. Pero también en la parte más negativa de la izquierda, que es el autoritarismo, el dogmatismo, la falta de tener capacidad de escuchar. Entonces como que se mezcla lo peor de la derecha y lo peor de la izquierda y se crean estos esperpentos de la historia como es Daniel Ortega.
P: ¿Considera que esa izquierda con valores más conservadores también predomina en España?
R: Bueno, creo que en todas partes se da un problema de que la izquierda no ha sido capaz de revisar todo lo que pasó en su formación y en su desarrollo histórico y la izquierda tiende mucho a la tiranía por su misma naturaleza, porque creen que tienen la verdad y entran dentro de una espiral de soberbia dañina, porque empiezan a dañar a todos los que tienen alrededor y que no piensan como ellos. Por eso creo que el cambio lo tiene que hacer la juventud y esta vez les toca a las mujeres.
P: ¿Son entonces las mujeres quienes deben liderar ese cambio?
Las mujeres somos las primeras explotadas del mundo y la revolución tiene que venir por cambiar esa explotación más primitiva que ha existido en la historia, que es la que todavía se sigue reproduciendo a nivel de la familia, a nivel de la sociedad y que es como una especie de veneno, de corrosión que hay que eliminar para que tengamos una posibilidad de un mundo más ético y más empático. Siento que tenemos que ser optimistas porque el mundo ha pasado por situaciones terribles muchas veces, pero siempre hay cambios.
P: ¿Confía en volver algún día a Nicaragua?
R: Sí, claro que sí. Ya lo dije, muerta o viva, yo voy a volver a Nicaragua.