Miguel Salas Díaz es profesor de instituto y escritor del ensayo En plan lector, sobrevivir a la adolescencia sin dejar de leer. El docente valora la nueva medida anunciada por el Consejo Escolar del Estado que prohíbe el uso de teléfonos móviles en los colegios y los restringe en institutos y valora los datos del alumnado español en comprensión lectora, con datos muy bajos y una disputa entre Gobierno y oposición por diseñar una nueva EBAU.
Salas atiende a Infobae por teléfono para hablar de su experiencia como profesor en las aulas escolares, la forzada figura de policía que tienen que ejercer ante los alumnos y la necesidad de restringir el uso de teléfonos móviles en los centros educativos.
Pregunta: ¿Cómo valora la medida anunciada por el Gobierno? Se pone el cerco sobre los móviles en los colegios e institutos.
Respuesta: A mí me parece que es absolutamente necesario y además me parece que la medida se queda corta. La escuela debería ser un lugar libre de teléfonos móviles y eso no quiere decir que no se eduque en las nuevas tecnologías. Puede haber ordenadores, puede haber pantallas en las clases... pero los móviles, como pantallas individuales, lo único que hacen es machacarles la atención. La tecnología ha sido un caballo de Troya. Ahora tenemos plataformas escolares donde subimos las tareas y ya tienen la excusa para tener el móvil siempre al lado mientras están trabajando y eso hace que se distraigan, porque un móvil no es un instrumento de trabajo, un móvil es un centro de dispersión que tiene algunas aplicaciones que nos ayudan a trabajar.
Hay una serie de aplicaciones que trocean la atención de nuestros menores para vendérsela a las marcas. Los menores no pagan porque son el producto y entonces tenemos que tener muy en cuenta siempre eso y que debemos resistirnos a eso. ¿Cómo nos resistiríamos a que nuestros menores bebieran alcohol o a que conduzcan antes de los 18? Conducir y beber alcohol no es algo que esté mal de por sí, pero hacerlo antes de madurar lo suficiente es muy peligroso. Con los teléfonos móviles nos ha pillado el toro porque son una cosa nueva y van por delante de la legislación. El colegio debería volver directamente al papel y boli y a la atención enfocada en el profesor y en las actividades que el profesor proponga, no en la pantalla que tenga cada uno en la en el pupitre. No hay ningún valor que aporte el hecho de estar mirando un texto en una pantalla.
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P: ¿Cómo es trabajar como profesor en un aula donde los menores tienen sus móviles en las mochilas o en los bolsillos?
R: A un solo profesor en un aula con 30 alumnos es imposible que no se le escape que alguno esté consultando las redes sociales. Perder la concentración es complicado, tardamos 20 o 30 minutos en alcanzar el punto máximo que se mantiene durante un tiempo y luego decae. Estamos educando generaciones que no han alcanzado jamás su punto máximo de concentración. Antes de que pasen 25 minutos ya han mirado el móvil por lo menos una vez. Son chavales que no conocen su máximo potencial resolutivo, que se están enfrentando a tareas sin ser la mejor versión de sí mismos.
Los niños que llevan el móvil a la escuela lo consultan a escondidas entre clases. Echan mano al teléfono móvil igual que nos pasa a cualquier adulto. Si a nosotros nos pasa igual, con la diferencia de que nosotros ya estamos formados y quizá nos afecte menos. Muchas mañanas, cuando llegas a clase, muchos de ellos están mirando el móvil.
P: ¿Sientes que tienes que ejercer papel de policía? ¿Cómo se lleva eso?
Es muy desagradable estar todo el rato diciendo, “guarda el móvil”. A alguno, cuando le quitas el móvil como sanción, se ponen muy nerviosos porque no son pocos los que tienen con el teléfono una relación de dependencia, ya no de adicción. Ante la idea de pasarse unas horas sin móvil, se ponen bastante mal y es desagradable.
Creo que es una batalla que merece la pena porque al fin y al cabo les estamos haciendo un favor y al final hay que entenderlo a largo plazo, y tampoco pasa nada, es solo un teléfono. Nosotros también hemos sido jóvenes y tenemos que ponernos en el papel de padres. Hay que dar batalla por los niños, no por un entendimiento reaccionario de la sociedad, ni carca ni conservador, sino porque tenemos que pensar en que los niños el día de mañana pueden tener serias dificultades para concentrarse por este problema. Pasa igual con otras adicciones, hay un montón de chavales que se pasan la vida en casas de apuestas apostando al fútbol. Hay que dar esa batalla.
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P: ¿Se nota mucho el contraste entre dos alumnos cuando uno utiliza mucho más el móvil que el otro?
Sí, en general los que más usan los móviles se expresan peor. El 99% de la producción escrita que llevan a cabo es a través de las redes sociales, donde los mensajes son muy descuidados, muy informales y casi telegramas. Entonces, a la hora de hilar ideas, por ejemplo, esa dispersión se les nota un montón. La capacidad de concentración es difícil. Es raro encontrar un niño en edad de escolar que te diga que le encanta ver películas, la mayoría te dicen que son muy largas. Y esto es un problema que ya grave, se las ponen a velocidad x1,5 porque se aburren. Está empezando a pasar lo mismo con la música. Una pregunta que les hago frecuentemente es cuántos han terminado una canción en Spotify y la respuesta es ninguno. O sea, ya no acaban las canciones. Están perdiendo paciencia y la capacidad de concentración. Están enganchándose a una cosa peligrosísima que es la necesidad de un cambio permanente de estímulo. De este modo, la serenidad, la capacidad de reflexión, el silencio, la profundización en tus pensamientos... todo eso se pierde. Que un chaval no se puede ver una película a la velocidad a la que se grabó porque le resulta pesada es tremendo.
P: Y la inversión en refuerzo de comprensión lectora, ¿cómo la valora? ¿Es el camino?
R: Agradezco mucho la inversión, aunque creo que no es una cuestión de dinero, es una cuestión de mala planificación de los sucesivos planes de estudios, que han ido empeorando la educación en los centros de secundaria. No tenemos tiempo para leer en el aula y me parece fundamental la figura del profesor como mediador: seleccionar fragmentos de clásicos, comentarlos con ellos, acercárselos a su mundo... No se hace y se va perdiendo el hábito lector y la capacidad de expresión. La única manera de aprender a escribir bien es leyendo.
No es muy pedagógico hoy en día dejar a un niño solo en su casa con El Lazarillo de Tormes o La Celestina, porque no lo va a entender, les queda muy lejos. Hay que seleccionar fragmentos, contextualizarlos bien, leérselos en clase y acercarlos a su mundo. Cuando doy literatura en tercero de la ESO, que es literatura medieval y renacentista, les leo fragmentos de los clásicos, los comento con ellos, les propongo ejercicios relacionados con ellos y los chavales entran. Pero es agotador, tienes que preparar mucho la clase. Tienes que esforzarte mucho en tirarles de la lengua, pero al final acaban entrando.
P: ¿No crees que hacer leer a niños novelas escritas hace siglos y no cosas pegadas a su tiempo desincentiva la lectura?
Absolutamente. Hacer a un niño leer las coplas de Jorge Manrique lo único que hace es que no entiendas nada y luego copie el trabajo. Y aún encima sale del colegio pensando que leer es un horror. Hay que darles tiempo y espacio para que lean los libros juveniles que les entusiasman. Siempre los ha habido maravillosos y no tienen por qué ser españoles. Podemos tirar de la Isla del Tesoro o de Harry Potter. Y, por otro lado, hace falta tiempo en el aula para leerles los clásicos de la literatura española, que son muy interesantes si están bien planteados en el aula. Lo que no tiene sentido es esta visión de la pedagogía moderna que dice que el profesor tiene que hacerse a un lado y simplemente que los niños conecten con el conocimiento. Creo verdaderamente en el papel del profesor como mediador.