‘Macho grita’: la obra de teatro en la que Alberto San Juan desnuda la hipocresía del español ‘de bien’

¿Qué es un macho? ¿Qué significa serlo? ¿Implica la inclusión de ciertos aspectos o guías que se adscriben al comportamiento y a la personalidad o, por el contrario, es una forma de vida aplicable a un sector concreto de la población? ¿Por qué el macho parece estar en peligro de extinción en 2024 y qué motivos lo llevan a sentirse más amenazado que nunca? Como el lince, el hombre ibérico está desapareciendo de nuestras selvas. Prueba de ello es la deconstrucción viril que Alberto San Juan empuña en el escenario del Teatro Pavón.

Con Macho grita, obra que estará en el mítico enclave cultural madrileño hasta el próximo 27 de febrero, el intérprete, que viene de estrenar Cristóbal Balenciaga, la serie de Disney+ que ahonda en la vida del modisto de Getaria, se pregunta de dónde viene y qué pasajes históricos (e histriónicos) han acabado definiendo a los españoles. La función de 90 minutos conjuga unos complicadísimos textos con música, y con una apabullante interpretación del veterano actor, que combina diversas voces para darle dinamismo al monólogo que ejecuta con la pasión que le caracteriza.

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Macho grita parte del mito de Don Juan, pero el de José Zorrilla y no el de Molière, para indagar en la relación que la sociedad española tiene con el pasado. Un tiempo previo que, por ende, ha terminado marcando sus costumbres, su carácter, su lengua y su idiosincrasia coyuntural. Un pretérito en el que la ambición por el orden y el control acabó liquidando la diversidad de nuestra tierra.

Ahondando en un ciclo que comienza en el año 1492, San Juan recorre los pasajes históricos que han construido el concepto de “macho”: desde el periodo de Al-Ándalus, pasando por la Reconquista, la expulsión de los judíos o la Guerra Civil. A través del humor y el pensamiento crítico, el actor desmonta y desnuda la hipocresía alrededor de lo que es ser un ‘español de bien’.

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En Macho grita, Alberto San Juan enarbola una experiencia artística con la que busca consumar la esquizofrénica experiencia de “ser uno de los nuestros”. Con banda sonora de fondo, y con alguna que otra sutileza que evidencia la ironía del cuento que el intérprete relata sobre el escenario, la obra quita (casi de cuajo) la tirita de la pertenencia y la cultura como una cascada uniforme de sentimientos e información.

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“Macho grita es una crónica de mi propia ceguera sobre la historia de mi país. Un intento balbuceante de aproximación al proceso histórico por el cual se construye la norma que establece qué es ser español. Un intento de entender cómo se construye el sistema de poder jerárquico que nos gobierna, cómo se construye lo Macho —entendido como voluntad de dominio—, en este territorio llamado España. Una tentativa de identificar quiénes somos nosotros y quiénes los otros, y por qué la guerra entre ambas partes. La expresión, quizá, del anhelo de superar los pronombres personales y desembocar en algo que, sin dolor ni vergüenza, podamos llamar vida”, indica el propio actor.