El Atlético sigue reencontrándose consigo mismo. Ante el Sevilla, con el billete a semifinales de Copa en juego y bajo un escenario, el Metropolitano, que les “acompaña juntos camino a la eternidad”, los rojiblancos dieron continuidad al idilio con su feudo y firmaron (1-0) su victoria más necesaria. Tanto por las sensaciones con las que se produjo, con la portería imbatida y siendo fiel al sufrimiento colchonero tradicional, como por el valor de la misma. Los rojiblancos alcanzan la primera semifinal de un torneo desde que lo hicieran en la Europa League de 2018, cuarta en Copa del Rey desde que Simeone asumiera las riendas del club.
Mira el Atlético al Sevilla sin nostalgia de tiempos pasados. Los de la inestabilidad, los del miedo al descenso, aquel periodo en el que los rojiblancos lo mismo te ganaban una Copa del Rey que peleaban por no descender. Esos, precisamente, en los que está imbuido ahora el club hispalense. Y de los que el Atlético y Memphis no le dejaron salir. Aunque a punto estuvo de hacerlo Pablo Barrios cuando agonizaba el tiempo de prolongación y le dio por regatear en las inmediaciones del área.
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Posible último servicio al Atlético
Se fue equivocando a medida que transcurrían los segundos hasta que terminó regalándole el balón a Lamela y, en su afán por enmendar el error, le derribó dentro del área. Eso le pareció a Gil Manzano que decretó pena máxima al instante. Hernández Hernández le llamó al orden para que fuera a la pantalla a ver la jugada. Desde allí comprobó que no estaba del todo claro si el lance se había producido dentro o fuera del área, pero sobre todo que el canterano rojiblanco rozaba la pelota. El Metropolitano recuperaba la respiración que un rato antes había contenido con los cambios de Simeone.
El técnico decidió jugarse el pase a semifinales de Copa retirando a Griezmann y Morata del terreno de juego con más de media hora por jugarse. Cayó de pie de su pirueta porque entre los dos hombres que entraron, Correa y Memphis, fabricaron el gol que tumbó al Sevilla y clasificó a los rojiblancos. El argentino sacó su repertorio de inventivas a relucir para zafarse de Marcao y servir en bandeja el gol a su compañero. De marcharse a Arabia Saudí finalmente, habrá sido el último gran servicio de un jugador que todo entrenador quiere tener. De esos que nunca tienen una mala cara y solucionan como revulsivos grandes problemas.
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Partida de ajedrez
El partido, desde el inicio, había sido duro, cerrado como un caparazón de acero, entre dos equipos frenados por la responsabilidad. Al Atlético le atenazaba su condición de favorito. Mientras que al Sevilla, le frenaba el hecho de que la Copa fuera su última bala para dignificar una temporada en la que tendrá que convivir hasta el final con la sombra del descenso. Ese fútbol sin riesgos dibujó un partido sin un dominador claro. Los de Simeone no conectaban por el medio con De Paul y Griezmann, tampoco a través de los costados con un Lino bajo vigilancia de dos o hasta tres jugadores y Molina tímido en ataque.
Mismo problema le ocurría Quique. Su equipo parecía mirarse al espejo. Tres centrales y dos carrileros largos -Pedrosa y Navas- más centrados en mantener su posición que prolongarse ofensivamente. El único vástago fue una pared entre Griezmann y Molina que cortó Marcao con un zancadilla dentro del área. El francés, coronado recientemente como máximo goleador en la historia del Atlético, asumió la responsabilidad, pero su lanzamiento fue acorde al tipo de partido. Se resbaló -como Terry en la final de Champions de 2008- y mandó el balón a la grada.
Ni siquiera desde los once metros se podía registrar una parada del un guardameta. Quique propuso una partida de ajedrez para que el crono corriera y el partido se le hiciera bola a un Atlético físicamente justo tras el doblete de prórrogas ante el Real Madrid. No obstante, el Sevilla fracasó en su intento de arreón final. Sólo el funambulismo de Barrios les permitió asomarse a una posibilidad que el VAR dejó en nada. El Metropolitano celebraba y su entrenador enfilaba el túnel a la carrera, con el puño en alto y celebrando que su equipo no terminó resbalándose y se sacó el billete a semifinales, un camino a la eternidad que recorrerán acompañados.