“Seguro que en un futuro lo iré mejorando. Seguro. Porque si quiero ganar más Grand Slams, este tipo de cosas tengo que mejorarlas”. Carlos Alcaraz no supo terminar de explicar qué tipo de cortocircuito le asoló en los dos primeros sets de cuartos de final del Abierto de Australia ante Alexander Zverev. Lo que sí tiene muy claro es que engancharse a los partidos con dos horas de retraso es algo que, a estas alturas de su carrera y menos en un torneo de primer nivel, no se puede permitir. Cuando entró en calor, ya era demasiado tarde: ganó el tercer set y compitió en el cuarto, pero su reacción se quedó a medio camino (6-1, 6-3, 6-7 [2], 6-4).
Las dos primeras mangas, dominadas a placer por Zverev, fueron una losa lo suficientemente grande como para no poder ser levantada después. Que el saque del alemán resultase inabordable y el del español no resultó una de las claves para explicar su eliminación. A pesar de lo bien que venía jugando en Melbourne y de toda la confianza que parecía desprender, Alcaraz quedó absolutamente desdibujado durante un tramo demasiado importante del choque. A la hora de la verdad, poco importó que afrontase la jornada con mayor frescura que su rival. Nadie había necesitado menos tiempo de juego que él para colarse en la antepenúltima ronda, pero todo se desmoronó en el peor momento posible.
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Alcaraz necesita mandar en el electrónico para adquirir seguridad y no fallar ni dudar cuando ambas cosas son inadmisibles. A sus 20 años, tiene una sangre fría bastante admirable, pero que todavía puede y debe curtirse. Ir a remolque nunca le favorece y, al darse de bruces con una situación tan adversa, pareció un pez fuera del agua en la Rod Laver Arena. La máxima igualdad que se había encontrado estos días, quitando los problemas para adelantarse contra Richard Gasquet en el debut, fue un 1-1 en la segunda ronda. Sucedió tras apuntarse Lorenzo Sonego el segundo set, pero aquello fue un espejismo.
Nada que ver con las tremendas dificultades que Zverev había sorteado previamente: empezar perdiendo frente a Dominik Koepfer en primera ronda, verse por debajo con Lukas Klein y llegar al quinto set en la segunda, otro partido a cara de perro y con cinco parciales para superar a Cameron Norrie en la cuarta… Tras este auténtico máster en adversidades, Sascha podía confiar en su concurso a nivel mental. No le falló este miércoles, ni siquiera al producirse el conato de remontada de Carlitos.
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Al no poder darle la vuelta al encuentro, reaparece en escena una estadística que el campeón de Wimbledon y el US Open necesita desterrar del imaginario colectivo lo antes posible. Hay mucha tela que cortar para conseguirlo, pero la evidencia, hasta la fecha, está ahí: Alcaraz nunca ha podido sobreponerse a ir 2-0 abajo en los grandes.
Dinámica recurrente en los grandes
La primera ocasión en la que Alcaraz no se reenganchó, en un Grand Slam, a un enfrentamiento que se le puso en contra desde el inicio fue en tercera ronda de Roland Garros 2021. En aquella ocasión, otro germano, Jan-Lennard Struff, le eliminó por la vía rápida: 6-4, 7-6 (3), 6-2. Ese mismo año, en Wimbledon, tampoco pudo sobreponerse al mejor rendimiento de Daniil Medvedev, que acabó con él en segunda ronda: 6-4, 6-1, 6-2. Posteriormente, vivió el mismo desenlace en el US Open, donde unos problemas físicos en la pierna cortaron cualquier posibilidad de hacer sombra a Félix Auger-Aliassime en cuartos de final, su primer gran hito en un major: tuvo que retirarse con 6-3 y 3-1 en contra.
En 2022, llegó la oportunidad más notoria de Carlitos para cambiar su suerte en un duelo de Grand Slam que le era esquivo. Ocurrió precisamente en Australia, en una tercera ronda en la que Matteo Berrettini necesitó de un quinto set, y un tie-break en el mismo, para tumbarle: 6-2, 7-6 (3), 4-6, 2-6, 7-6 (5). En cuartos de final de Roland Garros, sufrió una derrota con Zverev muy similar a la actual: 6-4, 6-4, 4-6, 7-6 (7). Tampoco hubo sorpaso en octavos de final de Wimbledon, con Jannik Sinner prevaleciendo: 6-1, 6-4, 6-7 (8), 6-3.
El único 2-0 que Alcaraz no levantó en los grandes de 2023, para proseguir con su mala estadística, aconteció en semifinales del US Open. Entonces, Medvedev también aguantó cuando el murciano intentó apretarle las tuercas: 7-6 (3), 6-1, 3-6, 6-3. Un Grand Slam más tarde, ya en 2024, el número dos del mundo ha vuelto a encontrarse con todo un muro para él en las cuatro competiciones tenísticas por excelencia. “Veréis un cambio”, confía. Dentro de cuatro meses, en París, quizá podamos comprobarlo.