Ella es profesora de baile y está acostumbrada a expresarse a través de el cuerpo. Él, es intérprete del lenguaje de signos y se encarga de trasmitir los movimientos en sus clases. Elena (Greta Grineviciute) y Dovydas (Kestutis Cicenas) no tienen mucho que ver entre sí, pero se encontrarán y se enamorarán, aunque esta relación estará marcada por un aspecto fundamental: él le confesará que es asexual, que no siente deseo sexual por nadie.
Marija Kavtaradze dirige esta película que ganó un premio en el pasado Festival de Sundace y que ha representado a Lituania en los próximos Oscar. Una obra pequeña, pero repleta de sentimiento y también de fisicidad y emoción a la hora de hablar del amor desde una perspectiva diferente que no parece concebirse dentro del sistema normativo convencional. ¿Y si te atrae una persona, pero no eres capaz de ser sexualmente activo con ella?
Te puede interesar: Crítica de ‘La zona de interés’: Cómo trasmitir el horror del Holocausto a través de la plácida vida de una familia nazi
Es lo que propone Slow, en la que se reivindica que las relaciones pueden ir más allá del sexo través de una esfera afectiva, de cariño y comprensión. ¿Es eso posible? Ahí está el dilema que se plantea y que tiene que ver con el cuestionamiento del amor romántico en la actualidad. ¿Hasta dónde alcanza la libertad de uno con respecto a la de la otra persona?
Un amor más allá de las convenciones
Son muchos los desafíos a los que se enfrenta esta obra que dilapida las convenciones y que se instala en un terreno poco cómodo para el espectador que espera un cuento de hadas a la manera tradicional. Pero ahí está su encanto, rematado por la química entre dos protagonistas que, como los imanes, se atraen y se repelen.
Te puede interesar: El director de la película argentina más terrorífica del año: “Milei es un personaje de Pixar para niños”
Así, nos adentraremos en los desafíos diarios de una pareja que intenta establecer vínculos más allá de lo establecido y, por el camino, caerá en todas las contradicciones que supone alcanzar ese estadio de compenetración espiritual más allá de cualquier connotación corpórea.
Ahí está la singularidad de esa propuesta, cómo contar ese amor sin caer en las garras del sentimentalismo, sino proponiendo una esfera tan real como repleta de inseguridades por ambos lados hasta alcanzar un equilibrio imposible.
La directora en realidad quería narrar una historia de amor más allá de los tabúes. Ahí está el respeto del personaje masculino ante su pareja, de cómo intenta enfrentarse a sus problemas y de cómo está abocado a dar explicaciones constantemente sobre su identidad.
Al mismo tiempo, explora la danza desde una perspectiva casi documental, radiografiando los movimientos, el tacto entre las personas como lenguaje expresivo, que se contrapone con ese lenguaje de signos preciso que intenta transmitir la sensualidad, el tono, el estado de ánimo de los cuerpos a través de gestos.
Slow es una película que pone de manifiesto las incertidumbres de los personajes sin caer en la compasión, dotándoles de herramientas para salir adelante con libertad y decisión.