A Miomir Kecmanovic le llamaron así por su abuelo paterno, crucial para que el brote de viruela sufrido en Yugoslavia en 1972, el mayor de toda Europa tras la Segunda Guerra Mundial, quedase erradicado. Compartir nombre con el reputado profesor quizá fuese una manera de intentar predestinar al futuro tenista serbio a conseguir grandes cosas. De momento, estas no han llegado. Número 60 del mundo, su techo es el puesto 27 de la ATP, alcanzado hace justo un año. De ahí que esté empeñado en tratar de revertir un cierto estancamiento en este Abierto de Australia: le tildaron de sucesor de Novak Djokovic, pero esas expectativas no se están cumpliendo.
Por eso, el de Belgrado, a los 24, quiere subir sus prestaciones cuanto antes y salir de una zona para nada de confort, sino de hastío. “Estoy cansado de estar entre el 30 y el 50 del mundo. Yo lo que aspiro es a ser top10″, declaró al igualar su mejor resultado en un Grand Slam. Una cuarta ronda en la que intentará superar a todo un Carlos Alcaraz, segundo cabeza de serie, este lunes. “Cuando hay momentos difíciles, cuando están las cosas reñidas, Carlos siempre va a por todas. Entonces eso es algo a tener en cuenta”, se conciencia Kecmanovic.
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Quien poseyera la raqueta júnior más portentosa del planeta en 2016 se ha quedado, y no lo niega, en tierra de nadie una vez convertido en profesional. Hace demasiado tiempo (septiembre de 2020) desde que alcanzó su primer y único título, en Kitzbühel. Cierto es que en 2023 fue finalista en dos torneos (Delray Beach y Estoril) y lo hizo a la perfección con Serbia en las Finales de la Copa Davis. En busca de un plus más, Misha decidió reclutar como entrenador a Ivan Cinkush, con quien el croata Marin Cilic alcanzó la cúspide de su carrera: campeón del US Open de 2014 y finalista precisamente en Melbourne en 2018.
En la ciudad australiana, Kecmanovic ha tenido ahora el arrojo suficiente como para sobrevivir a dos puntos de partido (del alemán Jan-Lennard Struff) y a dos quintos sets consecutivos (Struff en segunda ronda y el estadounidense Tommy Paul en la tercera: venía de cuatro en el debut, con el japonés Yosuke Watanuki). Ese desgaste físico (hasta cinco mangas y casi tres horas más en pista) podría pasarle factura en octavos ante uno de los candidatos a levantar el trofeo, que no le trae precisamente buenos recuerdos.
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Máxima igualdad en el precedente de 2022
El único encuentro que ha medido a Alcaraz y Kecmanovic hasta la fecha tuvo lugar en los cuartos de final de Miami 2022. En aquella edición del Masters 1000, el español se impuso en tres sets y remontando, con un marcador tan apretado como para resolverse en un tie-break: 6-7(5), 6-3, 7-6 (5). La estadística de ganadores de Carlitos (52), que acabaría llevándose la competición días después, fue arrolladora.
“Intenté olvidar ese partido en Miami muy rápido en muchos sentidos. ¡Porque fue una mierda al final! Pero en general, fue uno de los mejores partidos que he jugado”, ha reconocido Kecmanovic a la ATP. Con un añadido mediante el que busca avisar de que recientemente se siente preparado para elevar su concurso: “Siento que ahora estoy como de vuelta a ese nivel y quizás incluso más allá con la parte física”.
Alcaraz viene de una plácida e incompleta jornada previa (por el abandono de Shang), cosa que no espera que se repita dentro de unas horas. “Recuerdo mi duelo contra él hace dos años en Miami. Jugó increíble. Creo que será la misma guerra. Ha ganado a grandes tenistas en este torneo, así que me prepararé para la guerra de nuevo. Tengo que jugar mi mejor tenis para avanzar”, admitió el murciano.
La última vez que Kecmanovic ganó a uno de los diez mejores fue en octubre, cuando batió a Holger Rune en Estocolmo. En años anteriores, pudo con Alexander Zverev, Matteo Berrettini y Félix Auger-Aliassime, para un total de cuatro triunfos cuando se ha medido a los rivales más exigentes del circuito. En busca de un “gran avance” en la clasificación, intentará dejar de lado su posible cansancio para sorprender a Alcaraz: “Tengo muchas ganas y hambre de volver a donde estaba”.