“Imagina que te encuentras haciendo cola. Llevas horas esperando de pie, pacientemente. Y, de repente, un montón de personas desconocidas llegan y se te cuelan delante. «¡Oye —protestas—, yo estoy aquí esperando como todo el mundo! ¡Ponte a la cola!». De inmediato, asoman unos cuantos políticos y te mandan callar. Históricamente, a todas esas personas —te dicen— se les ha impedido ponerse a la cola, así que ahora les corresponde colarse. Así es como se sienten estos tipos”, escribía Michael Kimmel en su libro, haciendo referencia a los hombres (blancos) cabreados —como se titula la publicación de 2019—.
El sentimiento “es real” apunta Kimmel. Esta semana el Centro de Investigaciones Sociológicas parece que lo ha certificado. El 44% de los hombres —y el 32,5% de las mujeres— considera que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”, a pesar de que, “el análisis no es correcto”, explica el autor de ‘Hombres (blancos) cabreados’. En nuestro país, Carmen Torres, profesora de Comunicación Política de la Universidad Nebrija, puntualiza que “los sentimientos son siempre reales, lo que pueden ser verdad o mentira son los hechos”. “Antes había dos colas, la de los hombres y la de las mujeres, ahora hay una unificada”, señala.
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La docente “optimista por naturaleza”, prefiere centrarse en el lado positivo y quitarle hierro: “ese sentimiento siempre ha existido”. Además, subraya, “hay una mayoría que no, que está en desacuerdo con la idea de que las políticas feministas están discriminando al hombre y aún hay más mujeres que piensan que las políticas feministas son necesarias”.
El victimismo: un elemento clave
La ultraderecha ha combinado dos elementos clave en los discursos de lucha contra el feminismo, que en vista de los datos, parece que empiezan a dar sus frutos: la superioridad y el victimismo. Por un lado, la superioridad social desde donde nace un hombre en un sistema hetero patriarcal en el que los europeos se politizan y construyen su idea social de ciudadano e individuo. Por otro lado, la victimización, las fuerzas populistas de derechas en general y las antifeministas en particular han azuzado el victimismo sobre los hombres, “lo que ocurre es que parece que parte de este discurso también ha calado en votantes que no son exclusivamente de ultraderecha y que se sienten víctimas”, señala Carmen Torres.
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Les han hecho creer que son víctimas de un sistema malvado “para activar lo más profundo de su ser”, apunta. “Estos discursos logran sobrepasar las ideologías y centrarse en algo mucho más animal, en la identidad de ser hombres”, explica Torres. “Lo que hace es crear un contexto en el que sienten que las políticas de igualdad son ataque personal, cuestión contra la que es muy difícil ganar, porque a lo que están apelando es a las emociones”, completa.
Mismo discurso asume el sociólogo José Pablo Ferrandiz, director de Opinión Pública de Ipsos, que concreta que la ultraderecha ha logrado centrar la agenda en el ataque a colectivos más vulnerables: “En otros países se ha logrado con la inmigración, aquí se ha intentado y no se ha conseguido”, señala. En cambio, “con el feminismo, en España, que es el movimiento más transversal que ha existido desde el 15M, se ha logrado en el momento en el que el asunto se ha politizado”. “Se ha atacado al movimiento feminista y al colectivo LGTBI porque había logrado entrar en la agenda, estaba siendo politizado, es decir, la ciudadanía estaba hablando y debatiendo sobre estos asuntos”, añade el director de Opinión Pública de Ipsos. “Que Vox se haya centrado en echarle la culpa de todos los males al feminismo y al colectivo LGTB, les permite no hablar de otros temas en los que se observa que no tienen capacidad de defensa alguna, como en economía, por ejemplo”, completa
¿Por qué están cabreados?
Las razones son múltiples: “La aparición de la extrema derecha en el panorama político ha sido clave”, explica Ferrandiz. “Vox representa a esos ‘hombres blancos cabreados’ que se han visto agraviados comparativamente porque están perdiendo privilegios. El mundo ha ido demasiado rápido y ellos no lo han digerido, son hombres que, podríamos decir, están desubicados, temen el cambio y de ese miedo se alimentan formaciones como Vox”, completa el sociólogo.
Carmen Torres apunta también en esa línea, aunque añade un elemento más: la edad. En el barómetro, el porcentaje de hombres que más señalaba sentirse discriminados eran los jóvenes -de 16 a 24 años-, más de un 50%. “La idea de que a muchos hombres esto les ha atropellado la compro, aunque se me hace más complicado entenderlo en edades tan tempranas”, avanza. “Puede que el contexto de crisis permanente en el que han crecido estos chicos, sumado a la importancia que han cogido asuntos como el feminismo, se ha traducido en que han percibido que de sus necesidades, las instituciones no se han preocupado”, analiza. No obstante, puntualiza: “Ha faltado pedagogía en las instituciones, era necesario explicarles a estos chavales —y a la ciudadanía en general— que las políticas feministas también es preocuparse por dejarles una sociedad mejor, más igualitaria”, completa, “como no se ha hecho como se debería, el terreno lo ha aprovechado la ultraderecha”.
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“En los últimos años, lo he detectado en mis clases”, relata Torres. “Analizo con los estudiantes algunas campañas institucionales, los últimos dos años he puesto la campaña del Ministerio de Igualdad de ‘El hombre blandengue’, la reacción de algunos alumnos y de contadas alumnas ha sido, en ocasiones, exacerbadas”, cuenta. También apunta a los bulos como uno de los componentes más importantes para explicar este fenómeno.
Con todo, lo que está claro es que, al parecer, “los hombres blancos cabreados se sienten dolidos, indignados y perplejos. Y están en su derecho a cabrearse. Les han fastidiado de lo lindo. Qué narices, hasta yo mismo me indigno”, escribe Kimmel. Sin embargo, se pregunta el autor de ‘Hombres (blancos) cabreados’, “¿fueron los inmigrantes quienes les concedieron esos préstamos rapaces por los que acabaron perdiendo sus hogares? ¿Fueron las feministas quienes subcontrataron sus empleos y firmaron acuerdos que eximían a los millonarios del pago de impuestos? ¿Tuvo la culpa el colectivo LGTB de embarcarnos en ruinosos acuerdos comerciales?”