’Galgos’, la serie de Movistar Plus+ sobre una saga familiar y empresarial a modo de ‘Succession’ ibérica

La primera gran apuesta del año de Movistar Plus+ se llama Galgos y en ella se nos presenta a la familia Somarriba, una saga de empresarios especializada en bollería y alimentación infantil que se enfrentará a un buen puñado de problemas que los abocará al enfrentamiento entre cada uno de sus miembros.

Por supuesto, la referencia a Succession parece inevitable (hay aviones privados, fiestas, traiciones), pero sus responsables aseguran que es solo un espejismo, porque la ficción tiene sus propias particularidades y está inundada de un tono y un humor ‘muy español’. Y tienen toda la razón. Galgos es una de esas series que sorprenden por un reparto nada obvio y muy bien elegido, por su capacidad para orquestar un conjunto de tramas que se superponen sin perder en cuenta la entidad de cada personaje y mucha sutileza a la hora de adentrarnos en las miserias y las ambiciones de cada uno de ellos.

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El guion está escrito por Clara Roquet (directora de Libertad), Francisco Kosterlitz (responsable junto a Mikel Gurrea del libreto de Suro) y los dramaturgos Pablo Remón y Lucía Carballal. De la dirección, se encarga Félix Viscarret (Una vida no tan simple) y Nely Reguera (María y los demás).

“Cuando nos llegaron los guiones nos sorprendió la sutil ironía que desprendían. Y luego, el retrato de esa familia que tenía referencias muy ibéricas muy fácilmente identificables”, cuenta Nely Reguera a Infobae España.

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El punto de inicio de Galgos es una crisis tanto familiar como empresarial. Desde Bruselas está a punto de aprobarse una ley sobre el azúcar en los productos alimenticios a nivel europeo y esto provocaría el derrumbe de una marca que no se había caracterizado precisamente por el cuidado de la salud de sus consumidores. Y ahí empezará el ‘juego de tronos’ entre las diferentes generaciones, así como los mordiscos en la yugular entre padres, hijos y hermanos.

La matriarca de los Somarriba es Carmina (la gran Adriana Ozores), que hasta ahora había dejado en manos de su hermano el Grupo Galgo, Emilio (Luis Bermejo), hasta que su marido Gonzalo (Oscar Martínez) se alíe con su hija, Blanca (Patricia López Arnaiz) para quedarse con la dirección de la empresa. Sin embargo, será finalmente Carmina la que se haga cargo, descubriendo una serie de irregularidades que se habían llevado a cabo sin que tuviera conocimiento.

Dentro de la familia también encontramos a Julián (Jorge Usón), hijo de un matrimonio anterior de Gonzalo y considerado como el bastardo, de buen corazón, pero al que no se le tiene nunca en cuenta, el ambicioso Guzmán (Marcel Borràs) y la benjamina, Jimena (María Pedraza), que prefiere vivir al margen del clan.

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A pesar de ser una serie muy coral, cada uno de los personajes de Galgos está construido con mucho mimo e incluye toda una serie de capas que les confieren complejidad y autenticidad. “No queríamos hacer una serie discursiva, nos interesaba la riqueza de matices de cada uno de ellos, que no fueran planos, que tuvieran sus contradicciones, que no hubiera ni buenos ni malos”, continúa Viscarret.

Dentro de la esencia añeja de la empresa, el cambio de los nuevos tiempos resultará inevitable y, en ese sentido, las mujeres adquirirán una importancia fundamental. “Se muestra un empoderamiento poco habitual, porque está alejado de cualquier ideología”, cuenta Adriana Ozores. “En efecto, se trata de personajes femeninos que escapan a los estereotipos”, continúa Patricia López Arnáiz, que este año está nominada al Goya por 20.000 especies de abejas. En su caso, Blanca, aunque es madre de dos hijos, prefiere el trabajo a la maternidad, de manera que se ahonda en ese tabú sobre ‘las malas madres’.

Galgos es una serie sobre la codicia, sobre el poder, pero también sobre los vínculos, sobre las apariencias, sobre el éxito y el fracaso, que no siempre se miden de la misma forma para cada persona. También es una ficción confeccionada con esmero con resultados excepcionales que la elevan más allá de cualquier comparación, porque tiene un universo y una idiosincrasia propia.