Novak Djokovic no está teniendo un inicio de Abierto de Australia nada cómodo. En las dos rondas que ha disputado hasta la fecha, el tenista número uno del mundo ha cedido dos sets. Ambos ante jugadores jóvenes y en idéntico momento del partido: la segunda manga. En su debut, Dino Prizmic le exigió lo suyo (6-2, 6-7 [5], 6-3, 6-4). Este miércoles, ha vuelto a pasarle lo mismo con Alexei Popyrin, uno de los ídolos locales presentes en Melbourne. Aunque, de nuevo, el serbio ha logrado sobrevivir (6-3, 4-6, 7-6 [7], 6-3), la tensión en la Rod Laver Arena ha estado ahí una vez más.
“No me he sentido a mi mejor nivel en la última semana y es frustrante, haciendo fallos que son atípicos, pero en el deporte no puedes jugar siempre bien”, se resignó Djokovic. Como australiano que es, Popyrin quería hacerlo bien ante los suyos. De hecho, el Open es su torneo favorito de un circuito que le acoge como profesional desde 2017. A sus 24 años, el de Sídney ha alcanzado el mejor nivel de su carrera recientemente, ocupando ahora el puesto 43 de la ATP y con el 39, al que ascendió en octubre de 2023, como techo clasificatorio.
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Hasta la fecha, Pop ha ganado dos títulos en el tour: Singapur (2021) y Croacia (2023). Consiguió esos trofeos derrotando a jugadores nada desdeñables, como lo son Alexander Bublik y Stan Wawrinka. Con una tercera ronda como gran logro en los Grand Slam (en tres ocasiones en Australia y en dos en el US Open), se vació todo lo que pudo para conseguir que Djokovic volviese a dudar. Brillar en casa es una suerte de premio para él. También en otro duelo de tercera ronda, aquel de duración histórica entre Lleyton Hewitt y Marcos Baghdatis en 2008, se encontraba en la grada, y bien pequeño. Está claro que la pasión por el deporte de la raqueta le viene de lejos.
En cuanto se le vieron hechuras para dedicarse al tenis, el niño y su familia (originaria de Rusia y que ya tenía experiencia en lo de emigrar) acabaron mudándose en busca de cumplir un sueño. Primero, a Dubai. Después, y de forma señalada, a España. “Nos mudamos a España para poder jugar sobre las pistas de tierra batida y aprender a jugar en tierra batida, ya que resultaba una asignatura muy importante en el tenis de hoy en día. Así es como he estado viviendo en España durante siete años y, la verdad, ha sido una experiencia que me ha ayudado mucho”, confesó Popyrin en 2017.
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Entre Alicante y Marbella
Aquel movimiento del aussie, que además pasó por la academia de Patrick Mouratoglou, le dio unos resultados inmejorables: Popyrin fue campeón de Roland Garros en categoría júnior. Hace unos meses, con motivo de las Finales de la Copa Davis que pudo disputar en Málaga, recordaba con cariño su formación española. “No, no tengo sangre española, pero sí viví aquí. Viví en Alicante durante cinco años y, de hecho, viví en Marbella otros cinco años. Tengo muchos amigos aquí. La mayoría de mis mejores amigos son de esta zona, de Andalucía. Sí, para mí es básicamente un torneo en casa”, comentaba alguien que habla español con fluidez, precisamente por su estancia en nuestro país.
Casualidades del destino, en Alicante llegó a tener como vecino al mejor australiano del ranking, cuya madre, para más inri, es española: Álex de Miñaur, que cierra el Top 10 en estos momentos. Ya en edad adulta, han tenido tiempo para conocerse y tratarse en profundidad. Las esperanzas tenísticas australianas, en términos masculinos, recaen en ellos. En el caso de Popyrin, ha ganado cinco veces a rivales que se encontraban entre los diez primeros. Una tesitura en la que a buen seguro le gustaría hallarse en un futuro.
Dominic Thiem, Stefanos Tsitsipas, Félix Auger-Aliassime por partida doble y Taylor Fritz cayeron con él al otro lado de la red. “Es el mejor de todos los tiempos de nuestro deporte, no tiene puntos débiles, pero yo tengo grandes armas en mi juego con las que puedo dañarle”, avisaba antes de medirse a un Djokovic con el que, cómo no, coincidió lo suyo en esa Marbella que prácticamente es segunda residencia para el balcánico. No se puede decir que Pop no pusiese toda la carne en el asador para que esa declaración de intenciones se tradujese en victoria.
“Falló un golpe de derecha muy claro con 30-40 y a partir de ahí bajó su nivel y yo pude hacer un buen tiebreak”, contaba Nole ya con el triunfo en el bolsillo. Djokovic es mucho Djokovic y en esa oportunidad perdida del tercer set empezó a acabarse todo para Alexei Popyrin. Pero ahí queda el mérito de haber hecho sudar de lo lindo a toda una leyenda viva en uno de los escenarios por excelencia de su profesión. Que no es precisamente poco.