No se necesita ser muy perspicaz para llegar a la conclusión de que Xavi Hernández está sobrepasado. Lo parece en cada rueda de prensa, se le ve durante el partido a él y a sus ayudantes, empezando por su hermano, siempre al borde del ataque de nervios, siempre dando motivos al árbitro para que los mande a la caseta.
Llegó el Madrid y lo descosió. Es el general de una plantilla insuficiente, peor que la de los blancos incluso habiendo pasado estos una plaga de lesiones. Física y futbolísticamente fue menos que su rival. También tácticamente. La idea de poner la defensa muy alta para que las balas del Real Madrid buscasen su espalda no la mostrarán en el próximo curso de entrenadores.
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A Xavi se le había imaginado una carrera hasta el cielo parecida a la de Pep Guardiola. El chaval del filial que parece que habla mejor que la media, que piensa mucho en el fútbol, que como centrocampista es sensacional. Fueron años designándole como el futuro, de un modo parecido a lo que se hace con la presidencia de Piqué. Antes de retirarse la cantinela era constante: algún día volverás y todo esto será tuyo.
Volvió, previo paso por Qatar, con la fama de pensador del fútbol. Daba alguna entrevista en aquellos años en las que teorizaba sobre el deporte como un filósofo griego. El problema llegó cuando la teoría chocó con la realidad. Son ya dos años como técnico del Barcelona y solo se puede llegar a una conclusión, su mano, en el mejor de los casos, no ha servido para mejorar sustancialmente el equipo.
En el peor se pueden sacar números comparando con Koeman o Setién, que no le dejan como mucho mejor que ellos. No están en la memoria colectiva como técnicos brillantes que lograron que el Barcelona fuese un equipo temible, más bien al contrario.
Al encontrar el micrófono le faltaban las palabras y recurría a alguna de sus divagaciones habituales: “Nos ha salido el peor partido de todos. No hemos estado cómodos, sí que hemos dominado, hemos generado, pero nos han hecho mucho daño a la contra”. Bueno, a la contra y en casi todo, a Xavi le encanta ganar la batalla del dominio y suele aferrarse eso, aunque en ocasiones como la de Riad solo él vea ese dominio. Por lo menos esta vez no hubo excusas, el dolor era real porque lo que se había visto no aceptaba mucho más análisis que lo obvio, un equipo había sido muy superior al suyo.
Mirar al palco
Un equipo con muchos problemas y muy pocas soluciones, que cuando perdió la voluntad de Gavi se quedó anémico, como avejentado. Son meses de resultados sacados a duras penas, de partidos ganados in extremis y algunas derrotas esperpénticas. Detrás de cada partido Xavi contaba su historia, a veces justificando, otras agachando la cabeza. Pero no hay palabras que puedan contrarrestar lo que todo el mundo ve, que el juguete está roto.
No lo ha hecho, porque es un empleado fiel, pero quizá su vía de salvación sería señalar a la institución. Él no está brillando, pero no es más que la fachada de un club en el que reina la desorganización. A falta de dinero, porque no lo hay, Laporta montó un mercadeo de amigos representantes en el que el principio rector es ir tirando, buscar triquiñuelas, algunos titulares llamativos. Muchos fuegos artificiales y nada de sustancia.
El presidente, que ha sido prolijo en vídeos virales estos días en Arabia -con lo difícil que debe ser dar la nota allí- emprendió al llegar una huida hacia delante con dos principios claros. El primero era echar la culpa a los anteriores, que no es que no tuviese razón, pero no dejaba de ser un recurso facilón. El otro era tirar hacia adelante, no asumir la situación económica e intentar poner una capa de pintura bonita en un edificio que se cae a cachos. A veces funcionó, pero el truco se termina viendo.
Y en esas se encuentra el Barcelona, lejos en Liga, pensando incluso que una mala segunda vuelta podría dejarles sin Champions. Y la Champions, que esa es otra, no tiene futuro ninguno si el equipo sigue jugando así. Siempre es posible una resurrección, el año pasado el equipo no fue brillante pero sí fiable. Con eso y la renuncia de sus rivales a competir les dio para ganar La Liga. Este año, sin embargo, eso parece el más difícil todavía.