No ha sido la semana más sencilla para el Gobierno de Pedro Sánchez. La nueva legislatura no ha hecho más que empezar y ya han comprobado en sede parlamentaria que todo van a ser estrecheces. Ninguna votación puede ser fácil porque al Ejecutivo no le sobra ni un solo voto para sacar adelante sus propuestas legislativas. El miércoles perdió Sánchez una de las tres votaciones que llevó a moción por culpa del voto contrario de los cinco diputados de Podemos, que fueron en las listas de Sumar pero ya han salido de la disciplina de voto del partido. Solo con eso ya tendría motivos de preocupación, pero la cosa no quedó ahí.
Una larga, dura y agitada negociación con Junts desbloqueó el resto de votaciones. La propia conversación fue un recuerdo de que no va a haber ni un solo día sencillo, la aritmética parlamentaria es endiablada, como pensada para hacer sufrir a alguien que se considera resistente, como es el caso de Pedro Sánchez.
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Tras una semana llena de espinas llegó por fin de sábado, que para el PSOE y sus socios de Gobierno tuvo una doble función. Por un lado, descanso sabatino en el campo. Mucho verde, oxígeno y frío, porque es enero y eso en la península ahora mismo es impepinable. El lugar elegido fue Quintos de Mora, una finca del estado a la que no le falta historia reciente. En ella se reunieron, ambos de impoluta camisa blanca, Aznar y Bush en los albores de la guerra de Irak, cuando el presidente español era un convencido atlantista y uno de los pocos apoyos internacionales del mandatario estadounidense. Una finca así, puro campo, exige vestimenta casual y en eso estuvieron también los ministros actuales. Más abrigados, eso sí, que no es para menos.
El coto de Quintos de Mora pasó a la historia por eso y por unas cuantas cosas más, pues también fue utilizado por Felipe González para pedirle al juez Baltasar Garzón que se presentase al Congreso (aquello no terminó del todo bien) y no es la primera vez que Sánchez la utiliza para estas representaciones de unidad ministerial y revitalización del equipo. Acudieron en 2020 todos los ministros y repiten ahora en 2024, aunque en realidad son bastante pocos los que han ido en las dos ocasiones.
Críticas a la oposición
El otro objetivo del Gobierno es algo típico en la estrategia política actual: mostrar unidad y relanzar el mensaje después de unos días en los que más parecía ir en el sillón del copiloto. Hacer ver que todo está controlado, no hay ningún desajuste y el rumbo no ha variado pese a las turbulencias.
El gobierno se ha reunido, según fuentes del PSOE para “dar un impulso a la legislatura para los próximos cuatro años”. Pilar Alegría, ministra portavoz, hizo una enumeración de logros, un sacar músculo de lo ya logrado en un vídeo distribuido por el PSOE. Resalto los “tres pilares fundamentales: empleo, derechos y convivencia” y destacó medidas aprobadas en los dos últimos meses “con acuerdo y diálogo”, como el aumento del salario mínimo interprofesional.
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Como buena reunión de Gobierno, también se aprovechó para criticar a la oposición tildándola de “coalición reaccionaria”. “Dicen no a cualquier avance social en este país y propone ilegalizar a partidos políticos que no piensan como ellos.”, enfatizó la ministra.
Marcar la agenda y deslizar el mensaje, incluso en un sábado vestidos de sport. Un clásico no exclusivo del gobierno actual sino casi salido de cualquier manual de política moderna.