España se ha abonado a estar presente en las finales del Europeo de balonmano. Desde 2016, no ha fallado a la cita, con dos oros incluidos (2018 y 2020). Tampoco hay que olvidar que se trata de la selección con más medallas continentales a sus espaldas, nueve. Hitos estos demasiado importantes como para excluir a los Hispanos entre los favoritos para la victoria en la presente edición del campeonato. Y, sin embargo, los precedentes pueden caer en saco roto ahora, cuando las heroicidades se han convertido en algo inevitable: no se podía perder contra Croacia en el primer partido del torneo… y se perdió.
El qué dolió lo suyo, pero el cómo (39-29) aún lo hizo más. Era un hecho que el combinado balcánico se trataba del rival más potente que se iban a encontrar los hombres de Jordi Ribera en la primera fase, pero no hubo manera de plantar cara en ningún momento. Era primordial sumar la victoria, para encarrilar tanto el pase a la fase principal como unas hipotéticas semifinales, pero el ataque no respondió en el día más inoportuno posible.
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Las consecuencias de ese atasco ofensivo pueden ser fatales para las aspiraciones de la vigente subcampeona de Europa, en la que bien puede ser la derrota más dura de los últimos años para los nuestros. En estos momentos, no queda otra que ganar todo lo que quede por delante. Se ha convertido en algo imprescindible para optar al podio y, por ende, a la plaza olímpica. Cierto es que para conseguirla aún queda la bala del Preolímpico, pero la opción de sellarla directamente en los próximos días es demasiado golosa como para desdeñarla.
Para que ese posible billete para París 2024 no se disipe en el futuro más inmediato, España tiene que ganar, primero, a Rumanía, el domingo 14, y a Austria, el martes 16. Sobre el papel, esos encuentros no deberían correr peligro, puesto que ambos combinados están alejados de los mejores en el 40x20. Lo realmente peligroso llegaría en la main round del Europeo, donde todo apunta a que esperarán rivales de muchísimo peso. Lo son, por supuesto, Francia, campeona olímpica y subcampeona del mundo, y Alemania, la anfitriona capaz de reunir a más de 53.000 espectadores en el arranque de la competición.
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Si los acompañantes procedentes del grupo A no serían ya de suficiente empaque, aquellos que podrían llegar desde el C no se quedan atrás, porque en él están Hungría, Islandia, Serbia y Montenegro. En el otro lado del cuadro, la amenaza la copan los países nórdicos: Dinamarca (la campeona del mundo), Suecia (defensora del título continental) y Noruega. Cierto es que los Hispanos acostumbran a tener un auténtico imán para los metales. Uno que, ya no queda otro remedio, va a ser puesto a prueba más que en ningún otro evento reciente.
Viran Morros, al rescate
Se suele decir que las desgracias nunca vienen solas. Así lo han comprobado de primera mano los españoles: al tropiezo contra los croatas, ya de por sí doloroso, se le ha unido la lesión de uno de los puntales defensivos del equipo, Miguel Sánchez-Migallón. Una fractura del segundo metacarpiano de su mano izquierda ha obligado a convocar a todo un viejo conocido de la absoluta como Viran Morros.
Con la experiencia por bandera (29,4 años de media en la plantilla española), esta España está llena de nombres recurrentes en los éxitos de la última década: Gonzalo Pérez de Vargas, Álex Dujshebaev, Jorge Maqueda, Joan Cañellas, Aleix Gómez, Ángel Fernández… Otros hombres como Sergey Hernández, Agustín Casado o Dani Dujshebaev también se han hecho un hueco en el núcleo duro. Tan asentados están los convocados de Ribera que sólo Jan Gurri, el más joven (21), no ha disputado grandes competiciones con anterioridad.
Las cuentas para acudir a los Juegos Olímpicos están claras: ganar el Europeo o quedar inmediatamente por detrás de Francia y Dinamarca, ya con su presencia asegurada. El desafío se presume mayúsculo, pero la rendición no acostumbra a entrar en los planes de los Hispanos. Cabe esperar un resurgir, pero también que los siguientes adversarios no logren, como Croacia, más de un 90% de acierto en el lanzamiento.