Verónica nunca ha tenido hijos pero sabe perfectamente lo que significa ser madre. En 2010 asesinaron a su hermana y desde entonces se ha hecho cargo de sus dos sobrinos menores, a quienes ha criado como si fueran sus hijos. Como quería protegerlos, admite que no fue nada fácil contarles que fue su propio padre quien mató a su madre después de que esta le comunicara que ya no quería vivir más con él. “Tardé años en contárselo, hasta que la psicóloga me dijo que era mejor que lo hiciera yo antes de que se enteraran por otra persona”, explica a Infobae España. Su hermana llegó a denunciar a su agresor por malos tratos, pero las autoridades consideraron que no había riesgo y no le otorgaron medidas de protección.
Trece años después, Verónica, que prefiere no desvelar su verdadero nombre, quiere pensar que las cosas se habrían hecho de otra manera y que su hermana, a quien recuerda como una mujer muy familiar y cariñosa, ahora habría contado con más ayuda por parte de las instituciones.
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La hermana de Verónica fue una de las 73 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas en 2010, que con esa cifra se ha convertido en el segundo año con más víctimas mortales de la violencia machista en España desde que empezaron a registrarse estos crímenes en el año 2003, solo superado por 2008, cuando hubo 76 feminicidios, mientras que 2023 terminó con 56. En 2010, sin embargo, los sobrinos de Verónica ni siquiera formaban parte de las estadísticas oficiales de huérfanos de la violencia machista, porque no fue hasta 2013 cuando se empezaron a recopilar estos datos.
A lo largo de la última década un total de 426 menores han perdido a sus madres a consecuencia de esta violencia y 2023, con 56 niños y niñas, ha sido el año con la cifra más alta desde que existen registros, según datos de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, si bien el número sería mucho mayor si se contaran también los hijos e hijas mayores de 18 años, tal y como indican desde la Fundación Mujeres, que estiman que entre el 1 de enero de 2013 y el 31 de diciembre de 2021 (año hasta el que disponen de datos) también quedaron huérfanos 339 mayores de edad.
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“Desconocemos cuántos jóvenes, chicos y chicas mayores de edad que seguramente estaban también en una situación de dependencia económica y emocional [con sus progenitores], pueden estar afectados porque ese dato no se está recogiendo”, lamenta Marisa Soleto, directora de Fundación Mujeres, entidad que gestiona el Fondo de Becas Soledad Cazorla para estos niñas y niños huérfanos con el objetivo de facilitar el desarrollo de estudios universitarios o el acceso a servicios de refuerzo educativo o psicológico que puedan necesitar y que en 2023 concedió 46 ayudas por un total de 85.239 euros. Los huérfanos de la violencia machista, añade la experta, “no solo se enfrentan al drama, sino también a una historia judicial complicada, a una reconstrucción de vida y al estigma social”.
Soleto, que recuerda que cuando ocurre un feminicidio se desmonta la estructura de apoyo familiar de los hijos e hijas, independientemente de su edad, considera necesaria la creación de “medidas de reparación del daño específicamente adaptadas a esta situación de necesidad” y también para las familias que se hacen cargo de la crianza de estos menores.
Si bien en la mayoría de los casos son los familiares de la mujer asesinada por la violencia machista quienes asumen los cuidados de los menores, en el caso de que estos no existan o no quieran asumir esos cuidados, entrarían en el servicio de protección y ahí es cada comunicad autónoma la encargada de gestionarlo.
“Aún me quita el sueño”
En el caso de Verónica, han sido muchas las dificultades por las que ha pasado para sacar adelante a sus sobrinos, pues sus padres son mayores y no ha podido contar con la ayuda de otros familiares, explica. Aunque ellos cuentan con una prestación de orfandad por violencia de género y otra de viudedad que no cobra el padre, ha preferido reservar buena parte de esas ayudas para su futuro. “A mí no me importa vivir más ajustada, solo quiero que ellos estén bien y que el día de mañana tengan unos ahorros”, relata, al tiempo que se muestra preocupada porque el asesino de su hermana ya ha cumplido dos tercios de su condena y pronto puede empezar a disfrutar de ciertos permisos penitenciarios: “Aún me quita el sueño”.
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La forma en la que sus sobrinos, ahora adolescentes, han afrontado el asesinato de su madre por parte de su progenitor, explica, es muy diferente. Mientras el chico prefiere no hablar del tema, la chica, que es un poco más joven, “cada vez hace más preguntas” y Verónica, por su parte, siempre trata de seguir contándoles anécdotas para mantener vivo su recuerdo. “Se fue demasiado joven, con poco más de 20 años”, dice entre lágrimas al otro lado del teléfono, porque a pesar del tiempo, la herida sigue abierta.
Avances en los últimos años
A pesar de que en los últimos años ha habido avances en la legislación, concretamente en 2019 y 2022, para mejorar la protección de las personas huérfanas víctimas de la violencia de género, Soleto considera que aún queda mucho por hacer, pues las administraciones deberían contar con “sistemas de acompañamiento y de reparación del daño integral dirigidos a todo el contexto familiar”.
Desde la Fundación Mujeres recuerdan que muchos de los hijos e hijas huérfanos que tienen entre 18 y 25 años se encuentran en esa etapa inicial de su vida adulta en la que todavía están estudiando y aún no trabajan o no pueden generar los recursos suficientes por sí mismos para vivir, por eso reclaman que las comunidades autónomas extiendan las ayudas más allá de los 18 años.