‘La memoria infinita’: ¿puede el Alzheimer borrar los recuerdos de la memoria histórica de un país?

La directora Maite Alberdi vuelve a abordar la vejez en este documental basado en la historia del activista Augusto Góngora, radiografiando su enfermedad y testimoniando el valor de la lucha tanto a nivel íntimo como político

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Paulina Urrutia y Augusto Góngora
Paulina Urrutia y Augusto Góngora en 'La memoria infinita', de Maite Alberdi

A Maite Alberdi siempre le ha interesado la tercera edad, hasta el punto de que buena parte de su obra se ha centrado en darle el lugar que merece en la pantalla. Desde sus primeros trabajos, ha estado presente la reivindicación de la vejez, ya sea para hablar de la soledad, del aislamiento paulatino de la sociedad o la enfermedad.

La Memoria Infinita - Tráiler Oficial

En 2020, la directora chilena estuvo nominada en los Premios Oscar en la categoría de mejor documental gracias a la originalísima El agente topo, en la que mezclaba el thriller detectivesco con la realidad de una residencia de ancianos.

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Ahora, después de esa experiencia que la catapultó a la fama internacional, regresa con La memoria infinita, una película que aborda un caso real que termina adquiriendo una resonancia tanto íntima como histórica y política.

El protagonista de esta historia es Augusto Góngora, un periodista que luchó en la clandestinidad contra el régimen de Pinochet y se convirtió en un activista a través de diversas actividades profesionales. En 2014, fue diagnosticado de Alzheimer y poco a poco su salud se fue deteriorando. A lo largo de esos años, Maite Alberdi estuvo cerca de la familia, registrando ese proceso, en colaboración con su esposa Paulina Urrutia, que además de actriz (la podemos ver en Cuando acecha la mal) fue ministra de cultura bajo el gobierno de Bachelet.

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Una reflexión que va de lo íntimo a lo político

Un fotograma de 'La memoria
Un fotograma de 'La memoria Infinita', de Maite Alberdi

La directora conoció a la pareja en el contexto laboral universitario cuando él ya estaba enfermo y pudo apreciar la relación tan especial que tenían, de mucho amor. “Ellos me abrieron su intimidad para que pudiera filmar cómo era su día a día y, por supuesto, ese vínculo que creamos no fue algo que surgiera de manera inmediata, fuimos encontrando la forma de que todos nos sintiéramos cómodos”, cuenta Maite Alberdi a Infobae España. “Lo bonito es que al estar ambos relacionados con las cámaras no tuvieron que acostumbrarse a ellas, sino que se relacionaban con su presencia de una manera muy orgánica y natural”.

La película, además de testimoniar la paulatina pérdida de la memoria de Augusto, también reflexiona sobre la memoria histórica de un país, Chile, marcado por la dictadura y hasta qué punto esos recuerdos se pierden o quedan ahí para siempre.

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“Fue algo que fui descubriendo durante el proceso, porque al principio iba a ser una película sobre el presente y, al final, me di cuenta de que muchas de las cosas que definían a Augusto, y de las pocas que recordaba, tenían que ver con el pasado y ese momento de la dictadura donde mucha gente de su alrededor fue asesinada. No sabía lo que había hecho el día anterior, pero era capaz de recrear con todo detalle un dolor histórico que se había quedado ahí arraigado”.

Reivindicar la memoria emocional frente al odio y el ‘negacionismo’ de la dictadura

Una imagen de archivo de
Una imagen de archivo de Augusto Góngora con sus hijos que aparece en 'La memoria infinita', de Maite Alberdi

En 1989, Augusto Góngora publicó el libro La memoria prohibida, un título que le sirve a Maite Alberdi para componer una metáfora sobre la identidad en la película. “En ese libro, él escribía que los chilenos tenemos que reconstruir nuestra memoria emocional, y lo tenemos que hacer desde la emoción, no desde las cifras, ni las estadísticas, ni de los actos conmemorativos. Y eso precisamente resuena en la actualidad, ya que este año se han cumplido los 50 años del Golpe de Estado y hay una derecha radical que está haciendo negacionismo de lo que fue una violación de los derechos humanos. Así que Augusto ya hablaba de eso, de que se puede manipular la información, pero el dolor de un pueblo no se puede borrar. Y eso es lo que permanece”.

Maite Alberdi sabe que es un fenómeno que está pasando en Chile, en Argentina y también en España, donde grupos de ultraderecha niegan la dictadura y vuelven a enarbolar banderas fascistas. “Estamos viviendo un momento de retroceso y, por eso, aquellos que contamos historias tenemos que luchar por defender la creación crítica”.

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La cineasta fue testigo del deterioro en la salud de Augusto. En ese sentido, la pandemia fue terrible para todos, pero sobre todo para la tercera edad. “Lo aceleró todo. Su médico nos contó que el deterioro que habría sufrido a lo largo de todo un año, lo tuvo en un solo mes. Así que fue muy rápido, muy doloroso, pero yo aprendí mucho de las formas de cuidado, de lo importante que es la compañía y el afecto”.

La memoria íntima es un documento duro, pero al mismo tiempo tremendamente respetuoso, en el que la directora vuelve a demostrar su delicadeza a la hora de captar la fragilidad de las emociones humanas.

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