Con 78 años, Wim Wenders es, desde hace décadas, una institución dentro del cine europeo. Debutó en su Alemania natal en los años sesenta y formó parte de la nueva ola de cine de su país con películas como Alicia en las ciudades o El amigo americano, adaptación de la novela de Patricia Highsmith, El juego de Ripley.
En 1984 ganó una incontestable Palma de Oro gracias a la mítica París, Texas y continuó cosechando éxitos con el tándem que supuso El cielo sobre Berlín y ¡Tan lejos, tan cerca!, donde reivindicó su estilo en el que, a través de la visión del paisaje, hablaba de la pérdida, la incomunicación desde un punto de vista elegíaco.
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Siempre ha sido un director aventurero e inquieto. Se trasladó a Cuba para rodar Buenvista Social Club, aunando su pasión por la música, los viajes y el choque entre diferentes culturas, así como su querencia por la imagen documental.
Ahora, vuelve a sorprender con Perfect Days, una película rodada en japonés, con autores autóctonos y que representará al país nipón en los próximos Oscar. Gracias a ella, el gran intérprete Kôji Yakusho, ganó el premio al mejor actor en el Festival de Cannes.
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Un papel hecho a la medida de Kôji Yakusho
Precisamente trabajar con Yakusho fue uno de los motores principales para que se embarcara en este proyecto. Lo descubrió en Shall We Dance? (1996), que más tarde tendría un remake americano con Jennifer Lopez y Richard Gere, y le siguió la pista a partir de ese momento. “En mi familia tenemos una tradición. Cada Navidad vamos juntos a ver una película, a veces somos hasta 20 personas, así que es difícil elegir una que nos guste a todos. Pues ese año, a todos nos encantó Shall We Dance? Así que me prometí que si alguna vez hacía una película en Japón, tenía que estar protagonizada por Kôji Yakusho”, cuenta Wim Wenders a Infobae España. “Y tengo que reconocer que, en el caso de Perfect Days, escribí la película para él”.
El proyecto surgió cuando al director le invitaron a Japón para que conociera un proyecto social y artístico en el que 15 famosos arquitectos tenían el encargo de construir, cada uno, un lavabo público en diferentes puntos de la ciudad de Tokio. “Querían que hiciera una serie de cortometrajes documentales sobre esto, pero me pareció que podía haber algo más grande ahí en torno a reivindicar el bien común”.
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Así, convirtió a Yakusho en un hombre solitario que trabaja para una empresa limpiando esos lavabos. Todos los días se levanta a la misma hora, mira el cielo y sonríe. Se traslada en coche escuchando sus canciones favoritas en cintas de casete y limpia con dedicación cada una de estas construcciones.
Una película en contra de las prisas y el ‘hablar por hablar’
Su visión del mundo se contrapone a la que caracteriza la contemporaneidad, en la que hay prisas, ansiedad, ambiciones. Le apasionan las cosas sencillas y no sabe nada de tecnología. Hace fotografías analógicas y compra libros de segunda mano. “La era digital ha impulsado la idea de que necesitamos acumular y consumir muchas cosas para ser felices, de tenerlo todo disponible y, es justamente lo contrario. Por eso, en este caso, quería que el personaje fuera un asceta en este sentido”.
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De hecho, la economía (en todos los sentidos), define al personaje de Hirayama, ya que ni siquiera necesita hablar para comunicarse. “Él escucha, es un buen oyente y, la mayor parte del tiempo, piensa, solo dice algo cuando lo necesita y, la mayor parte del tiempo, siente que tiene nada importante que decir”, continúa el director al hablar de una película que parece convertirse en una especie de ‘revulsivo’ dentro de un mundo en el que todo el mundo siente la necesidad dar su opinión, por ejemplo a través de las redes sociales.
En Perfect Days se reivindica algo tan poco común en nuestros días como es el sentirte bien con aquello que tienes, sin necesidad de aspirar a más. “Cuando uno se levanta puede tener un millón de motivos para estar desesperado, pero yo soy un optimista eterno, porque creo que es la única manera de cambiar las cosas, porque la rabia y el pesimismo no sirve para nada. Nada va a cambiar por mucho que te enfades”.