Las luces del Al-Awwal Park se apagaron y dieron paso a dos equipos que brillan con luz propia fuera de las fronteras nacionales. Con mayor seguimiento el Real Madrid, cuyos rayos llegan a Riad con mayor intensidad que los del Atlético. La grada lo reflejó. El choque que inauguraba la tormenta de derbis se disputaba en estadio neutral, aunque los aficionados saudíes convirtieron la casa del Al Nassr de Cristiano Ronaldo en un mini Bernabéu. El Real Madrid se llevó un partido que bien podría catalogarse como la tercera parte del primer derbi de la temporada, jugado en el Metropolitano hace cuatro meses.
Aquel día los de Simeone superaron al combinado de Ancelotti por cabezonería, con tres remates de cabeza que manifestaron la fragilidad blanca al juego aéreo. 108 días después, parece que nada ha cambiado. De nuevo un cabezazo sacudió la portería del Real Madrid. De nuevo defendida por Kepa, quien de nuevo no pudo hacer nada a otro remate rojiblanco, de nuevo antes del minuto diez de partido. Esta vez, Hermoso recogió el testigo goleador de Morata. El Atlético salió en Riad como lo hizo en Madrid. Con la única novedad de Rodrigo de Paul respecto a aquel once y Llorente haciendo de Nahuel Molina.
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Rüdiger cambia el rumbo
El carril izquierdo volvió a ser propiedad de Lino, que en el Metropolitano se graduó participando en los tres goles rojiblancos y en Riad a punto estuvo de coronarse con un disparo ajustado al que Kepa respondió echando el balón al saque de esquina que propició el mencionado gol de Hermoso. Los de Simeone se asentaron. Sacaban bien jugada la posesión ante las dudas del Real Madrid en la presión, siempre a medio camino entre ir y no ir. Y esas dudas se transforman en facilidades al equipo que tiene el balón. Los de Ancelotti llegaban tarde, los de Simeone salían sin problemas bajo los mandos de un De Paul que dio continuidad a su buen partido en Girona.
El encuentro estaba instalado en un bucle de presiones a destiempo, hasta que Rüdiger cambió su signo dando al Atlético de su propia medicina con un cabezazo que despertó a su equipo del letargo. Savic, al que verán en todas las fotos del partido, perdió su marca y de pronto, todo cambió. La posesión y el ímpetu pasaron a ser del Real Madrid que dio un paso adelante refrendado con el gol de Mendy. El francés fue el más rápido y metió el pie a un potente centrochut de Carvajal. Todo lo acertado que anda el Atlético en ataque lo pierde atrás.
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Griezmann supera a Luis Aragonés
Algo que también sucedía en el Real Madrid, incapaz de defender con rigor. Griezmann lo aprovechó para regalar una acción prodigiosa tras recibir entre líneas, quebrar a Modric y Rüdiger con un taconazo y atacar el espacio para cruzar con dureza. Gol número 174 del francés con la rojiblanca, uno más que Luis Aragonés, quien hasta la noche de hoy era el máximo goleador en la historia del Atlético. A Griezmann le costó brillar, pero seguía dando sentido a cada balón que tocaba. Él y Morata, muy peleón, contribuyeron a aliviar atascos. Aunque el jefe era De Paul.
Cuando bajó el frenesí, el Real Madrid tuvo el control. Oblak firmó una de las paradas del año al sacar, desde el suelo ya vencido, un remate a bocajarro de Rodrygo que había recortado a los tiernos centrales rojiblancos. No obstante, el Atlético no sólo conservaba pulso, sino que mantenía el recuerdo de aquella debilidad de los blancos, la misma que la propia. Un centro lateral terminó en enredo para Kepa, que fue demasiado tímido en el despeje ante Morata y Rüdiger acabó metiéndose en propia.
Y, de nuevo, un golpe del Atlético fue respondido con otro. Vinicius se escapó de Giménez, Oblak sacó en primera instancia, después Hermoso lo propio con el rechace, pero nadie vestido de rojiblanco pudo tapar el disparo de Carvajal. Restaban cinco minutos cuando, a base de rebotes, el Madrid consiguió la prórroga donde el Atlético se quedó sin fuerzas. El tiempo extra fue una mezcla de jugadores con piernas frescas y otros fundidos de la que salieron vencedores los de Ancelotti. Carvajal centró, Joselu no llegó a rematar, pero Savic –de nuevo en la foto– desvió el balón a las mallas. Más tarde, con Oblak en área contraria a la desesperada, Brahim le ganó una carrera hacia atrás –que pasará a la historia de la Supercopa como la patada de Valverde a Morata en 2020– y sentenció un partido que nadie quería que terminase. Y no sucedió, porque la semana que viene se juega otra parte en el Metropolitano.