Salvador Calvo tiene un espíritu aventurero y eso se nota en sus películas. Para rodar 1898. Los últimos de Filipinas, que contaba el famoso episodio conocido como el Sitio de Baler, se trasladó a Guinea Ecuatorial para el rodaje y continuó explorando las tierras africanas en Adú, gracias a la que ganó el premio al mejor director en los Goya de 2020.
Ahora, se traslada al Tibet para ambientar Valle de sombras, una película que nos traslada al Himalaya a través de la historia de una pareja que se adentra en una de sus zonas más peligrosas y se enfrenta a una serie de amenazas en la se podrá a prueba su espíritu de supervivencia.
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El director, que reconoce ser un apasionado de los viajes, estuvo en la India en el año 2000 y recabó mucha información sobre esas rutas por la cordillera asiática. Descubrió en las guías que había una zona, un valle que estaba irrigado por aguas termales, en el que crecía de forma natural la marihuana y que se había convertido en un lugar de peregrinaje de jóvenes que, de alguna manera, iban a vivir allí su particular Shangri-La. Sin embargo, en ese aparente espacio idílico, comenzaron a producirse numerosas desapariciones.
“Empecé a investigar y, en efecto, tanto en medios internacionales como nacionales se hablaba de gente que había ido allí y nunca se había sabido nada más de ellos, hasta el punto de que se le llamó ‘el Triángulo de las Bermudas de la India’. Se decía que muchos habían desaparecido por voluntad propia, pero lo cierto es que también encontramos muchos testimonios de que habían sido atacados por bandas de narcotraficantes, porque es una zona de contrabando de drogas procedente de Afganistán”, cuenta Salvador Calvo a Infobae España.
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Drogas y escapismo en un entorno casi sagrado
Al director le interesó esta dicotomía entre fiestas, ‘raves’, sustancias alucinógenas y la enorme religiosidad de un lugar considerado como sagrado. A partir de esos relatos y esas ideas, junto a su guionista habitual, Alejandro Hernández (también responsable de la reciente Los Farad) se puso a escribir una historia en la que concentraban algunos de los casos reales que fueron recopilando.
El resultado es Valle de sombras, una película que transcurre a finales de los años noventa y protagonizada por una pareja, Quique (Miguel Herrán), Clara (Susana Abaitúa) y el niño de esta, Lucas (Iván Renedo) que iniciarán una ruta por el norte de la India para experimentar emociones nuevas. Sin embargo, lo que comienzan siendo unas idílicas vacaciones, se terminarán convirtiendo en una pesadilla.
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Para Salvador Calvo, resultaba imprescindible rodar en los escenarios naturales para trasmitir la inmensidad del paisaje. “Rodamos en la región de Ladakh y en el Himachal Pradesh, que están al norte de la India, en zonas que estaban a más de 3.700 metros de altitud y en otras un poco más bajas, en el valle de Kullu. Fue un rodaje duro, porque tampoco éramos una producción con millones de euros, así que todo estaba muy ajustado. Pero, para mí, era necesario, así como que participaran habitantes autóctonos para generar mayores dosis de verosimilitud”.
En todas las películas del director encontramos historias de aprendizaje, siempre duras y relacionadas con la pérdida y el choque entre las culturas. Aquí resultará fundamental la mirada del personaje que interpreta Miguel Herrán, que será nuestro conductor en la película. “Aunque sea una mezcla entre thriller y cine de aventuras, el drama lo impregna todo y, sin hacer spoilers, en el personaje de Quique se generará así una gran culpa por lo que le ocurre, así que, su viaje principal, será el saber perdonarse. Hay un proverbio tibetano que dice algo así como que nosotros no tenemos la capacidad de decidir sobre la vida y la muerte, pero sí cómo vivir nuestra propia vida, es decir, de cómo la sientes, si quieres estar alegre, enfadado o insatisfecho, y eso es un ejercicio que tienes que hacer tú solo y que los occidentales deberíamos aplicar. Yo, el primero de todos”.
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En este periplo, el protagonista tendrá que estar meses encerrado en un poblado donde no hay escapatoria. Será entonces cuando se replantee muchas cosas sobre su vida, sobre cómo ha manejado su egoísmo, sobre cómo lidiar con los fantasmas a través de una visión diferente de las cosas como plantean las creencias budistas, que chocan con su visión del mundo en el que prima la urgencia y la inmediatez. De esta forma, se plantearán cuestiones como la dilución de los privilegios occidentales, la necesidad de entender y respetar las tradiciones ajenas y, sobre todo, de cómo manejar el concepto de resiliencia en carne propia.