Las joyas escondidas de Lisboa: cuatro monumentos y jardines que debes visitar

La capital portuguesa está llena de encantos, pero también cuenta con monumentos algo más desconocidos que incluyen un gran conjunto patrimonial

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Lisboa, Portugal (Shutterstock).
Lisboa, Portugal (Shutterstock).

Gracias a la infinidad de encantos que atesora, Lisboa es una de las ciudades más visitadas de Europa. Gracias a su cercanía con España, se convierte en un destino ideal para pasar unos días y descubrir todos sus rincones a la vez que se disfruta de su rica gastronomía. Así, son muchos los monumentos icónicos que se pueden visitar, pero también existen otros escondidos que están esperando ser descubiertos. En este sentido, la guía de viajes Lonely Planet ha seleccionado cuatro espacios a los que considera las “joyas escondidas” de la capital lusa.

Museo Nacional del Traje

El Museo do Traje de Portugal, situado en un elegante palacete del barrio de Lumiar, en Lisboa, ofrece un recorrido por la evolución de la moda portuguesa desde el siglo XVII hasta nuestros días. Este museo no solo es un templo para los aficionados a la moda, sino también un lugar de interés para el público general, gracias a su riqueza artística y su atmósfera acogedora.

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Instalado en una mansión que desprende historia, el museo sorprende a sus visitantes no solo con su colección textil, sino con espacios decorados con esculturas y detalles artísticos que evocan la vida aristocrática del pasado. Además, complementando la experiencia cultural, el museo dispone de un peculiar restaurante. A su vez, su jardín es uno de los espacios más pintorescos de la capital lusa, pues un paseo por ellos es uno de los mejores planes para pasar una tarde agradable.

Jardín Botánico Tropical de Lisboa

Jardim Botânico Tropical de Lisboa,
Jardim Botânico Tropical de Lisboa, Portugal (Shutterstock).

El Jardim Botânico Tropical de Belém destaca por su amplia y variada colección de especies procedentes de las antiguas colonias de Portugal. Además, es uno de los espacios verdes más icónicos de la capital lusa, pues alberga una flora tan rica que se ha llegado a especular sobre la existencia de un microclima propio dentro del recinto. Este oasis en la ciudad invita a los visitantes a explorar un pedazo de la biodiversidad tropical sin salir de Europa.

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Sin embargo, según la guía de viajes Lonely Planet, el jardín no solo es testigo de la belleza natural, sino también de un capítulo oscuro en la historia de Portugal. Durante el año 1940, en pleno régimen de António Salazar, este tranquilo refugio se convirtió en un “zoológico humano” donde los portugueses asistían para observar a familias traídas de Guinea-Bisáu y otros territorios africanos.

“Evidentemente, no es algo que sus gestores quieran destacar (el folleto informativo no lo menciona) y los bustos de hombres y mujeres africanos que se ven en las instalaciones son la única alusión a esa historia poco conocida”, detallan.

Embalse Mãe d’Água das Amoreiras

“Mãe d’Água”, un nombre evocador que puede sonar enigmático para quienes escuchan por primera vez de este lugar. Situado en la Praça das Amoreiras en Lisboa, el embalse del siglo XVIII que lleva este nombre constituye una visita poco convencional, pero cargada de historia y encanto. Así, destaca por su impresionante arquitectura con techos de arcos, mientras sus tranquilas piscinas y fuentes, hacen honor a su nombre que, al ser traducido, significa “madre de las aguas”.

La Praça das Amoreiras, donde se erige el embalse, no es solo un testigo del patrimonio hidráulico de la ciudad, sino también un recuerdo de su pasado industrial, cuando la zona era reconocida por la concentración de tejedores de seda.

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El impresionante palacio barroco que es uno de los más bonitos de Portugal.

El convento dos Cardae

En pleno corazón de Lisboa, se levanta discretamente el convento de Cardaes, cuya tímida fachada contrasta con las maravillas que acoge. De esta forma, este edificio del siglo XVII alberga en su interior una deslumbrante colección de arte y riquezas artísticas que incluyen oro y azulejos tradicionales. Por si fuera poco, el templo casi no sufrió daños durante el terremoto que sacudió la ciudad en 1755.

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