La aventura de Rafa Nadal en Brisbane llegó a su fin. Cayó este viernes en los cuartos de final de Brisbane ante un combativo Jordan Thompson, por (5-7 / 7-6 y 6-3). El balear se quedó a las puertas de regresar a las semifinales de un torneo, algo que no sucede desde que derrotó el 6 de julio de 2022 a Taylor Fritz en los cuartos de Wimbledon con una rotura de siete milímetros en el abdominal. El español, de 37 años, no pudo con un rival atrevido que le planteó un duro cruce de inicio a fin dilato en el tiempo –3 horas y 26 minutos– más de lo deseado para el balear.
Nadal topó con su actual realidad ante Thompson tras desperdiciar tres pelotas de partido en el segundo set y verse algo desfondado y con dolencias físicas en el tercero, pagando el año alejado de la competición oficial. Incluso llegó a recibir asistencia médica llegado el ecuador del tercer set. Previamente, en la segunda manga, Nadal había dispuesto de tres bolas para cerrar el partido; la primera con 5-4, y las otras dos en el tie-break.
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A un golpe en tres ocasiones
Desde el primer set se vio claro que la tercera sería la mayor prueba de fuego de Nadal desde su regreso. El australiano tenía las ideas claras para tumbarle. Seguro al servicio, ponía a Rafa contra las cuerdas gracias a su precisión desde el fondo de la vista y dejadas imposibles para el manacorí. No obstante, en ocasiones, su virtud le jugó malas pasadas. Después de un primer set cómodo para Rafa, aunque con alguna complejidad, el tenista local le puso las cosas muy difíciles.
El segundo set agonizaba cuando Thompson decidió poner a correr a un Nadal que llegó sobradamente a la dejada. Tanto, que su respuesta la hizo sin mirar la pelota, centrando sus ojos en los aficionados que aplaudían al mismo tiempo que se levantaban de sus asientos. Hasta el juez de silla esbozó una sonrisa al ver el punto de Rafa. Sin embargo, no fue suficiente para apuntarse la segunda manga que sí llevó el nombre de Jordan Thompson. El público del Pat Rafter Arena demostró tener en Nadal a su favorito, pese a que su rival fuera nativo. Thompson se lo imaginaba, pero no a tales magnitudes. Su rostro serio, con el gesto contenido, y mirada perdida, así lo reflejaba.
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El tercer set, una resignación
Todo lo contrario que Nadal, que realizaba sus rituales alineando las botellas con gritos de “¡Vamos Rafa!”. Thompson no dudó, pero claudicó en el primer set y tenía tres bolas de partido que salvar. Había jugado el partido que tenía que hacer para superar a Rafa, pero su final parecía estar escrito. Jugar como nunca y perder como siempre. Cada uno es dueño de su destino y el australiano lo transformó en un aquí y ahora. El aire que respiró, se lo arrebató a Nadal que fue quedándose sin fuerzas a medida que se sucedían los juegos en el tercer set. El partido navegaba en la fina línea entre la epicidad y el conformismo.
A estas alturas de temporada, ambos tenistas sabían que no era el momento para este desgaste. Pero es lo que tiene querer ganar por encima de todo. Thompson demostró su voracidad, rompiendo el saque de Nadal por segunda vez y certificando el partido después. La situación es tan peliaguda como beneficiosa. En este retorno planteado a medio plazo –así lo señala el protagonista, apuntando hacia la primavera terrícola–, la exposición a los momentos de tensión y de dificultad como el de este viernes va a ser tan inevitable como necesaria