Ante la inmensidad de un desierto por el que se extiende un infinito de arena y misterio, el próximo viernes comenzará la cuadragésimo sexta edición del Dakar, la conquista anual de valientes que desafían lo impredecible en el rally raid por terrenos que bordean lo indomable. La partida se sitúa en Al Ula, joya de Arabia Saudí, donde, con una nueva categoría llamada Mission 1.000, el Dakar abraza el anhelo de la sostenibilidad, marcando el pulso de una tierra ancestral.
En este oscilar de dunas y desafíos, se alza una primera semana de titánicos esfuerzos, donde los ocho primeros días culminarán en el Empty Quarter, el paisaje de dunas más vasto de la península Árabe. Este promete ser un laberinto de arena capaz de confundir tanto al neófito como al experto.
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— DAKAR RALLY (@dakar) January 1, 2024
Estamos ante una edición signada por relevantes cambios, no solo por los recientes fichajes, sino también por las denominaciones propias a las categorías, que surgen de un acuerdo entre la FIA y la Amaury Sport Organisation (ASO). Los vehículos T1 competirán en la categoría Ultimate, la T2 será Stock, la T3 pasará a ser Challenger, la T4 se llamará SSV y la T5 ahora es conocida como Camiones. Las categorías Motos y Quads mantendrán sus nombres.
Los protagonistas de esta odisea motorizan también importantes novedades. Nasser Al-Attiyah, actual campeón de coches, se une a Prodrive dejando Toyota; Nani Roma regresa después de superar un cáncer de vejiga y pilotará para Ford; Joan Barreda cambia su Honda por una Hero; y Tosha Schareina se estrena como piloto de fábrica en el Monster Energy Honda Team.
Las claves de esta edición
Esta edición se desvela como un tapiz de novedades y cifras que no se veían desde hace una década. Más de 434 vehículos portadores de sueños y espectáculos, desplegados en un abanico que incluye 137 motos y diez quads, 72 Ultimate, 46 Camiones, 42 Challenger y 36 SSV, se embarcan en una peregrinación mecánica. Una ruta que este año presenta un 60% de recorrido nuevo, integrando más de 7.891 kilómetros por terrenos inexplorados de Arabia.
La prueba de las 48 horas emerge como un gigante contra el cual los pilotos deberán medir tanto su resistencia como su astucia. La imagen de las tiendas de campaña bajo un cielo poblado de estrellas será un recuerdo tanto implacable como cautivador. Detenidos por el mandato del tiempo, los competidores descansarán, aislados, únicamente con su coche, una tienda de campaña y un poco de comida al estilo militar. Cuando el reloj marque las 16.00, todos los vehículos estarán obligados a detenerse en el siguiente campamento al que lleguen. Sin conexión y sin saber el resultado de sus rivales, los pilotos acamparán y retomarán la ruta a las 7.00 del día siguiente para completar el resto del recorrido.
La lucha por el récord de victorias en coches está al rojo vivo: Ari Vatanen lidera con 50 victorias de etapa, seguido muy de cerca por Stéphane Peterhansel con 49, Al-Attiyah con 47 y Carlos Sainz con 42.
En este panorama de cambios, Dakar Future Mission 1.000 se despliega como un laboratorio en marcha. La competición pone en escena una prueba para experimentar con la reducción de emisiones, una categoría que permitirá estudiar opciones técnicas más sostenibles.
La esencia del Dakar, la navegación, se convierte en el oráculo al que todos consultan, aquella en la que el más mínimo descuido puede ser la diferencia entre el triunfo y el olvido. Y en este aparte, la igualdad en potencia llega como una promesa cumplida, con los Audi híbridos de Sainz y Peterhansel equiparados en caballos de fuerza al resto de competidores, eliminando una diferencia existente hasta ahora.
Es así como el Dakar se presenta este año: una gesta de héroes, fieras y arenas, donde cada momento tiene el potencial de ser épico, cada kilómetro una conquista, cada segundo una eternidad. Y sobre todo, una promesa de sostenibilidad y respeto por el teatro que los acoge: el desierto de Al Ula.