Un nuevo clásico llega a cines por Navidad: así es ‘Los que se quedan’, el hermoso relato navideño que mezcla ‘El guardián entre el centeno’ con ‘El club de los poetas muertos’

Dirigida por Alexander Payne y protagonizada por Paul Giamatti, cuenta la historia de un profesor que tiene que pasar las fiestas cuidando de uno de sus alumnos

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Trailer de "Los que se quedan" de Alexander Payne

Es difícil imaginar la Navidad de una manera que no sea con nieve, mucha comida, regalos y rodeado de familiares y amigos. A lo largo de los años el cine, entre otros medios, se ha encargado de insertar en nuestras cabecitas esa serie de elementos que han acabado por dar forma a un concepto común en torno a cómo ha de pasarse el período navideño. Nadie imagina unas fiestas sin alguno de esos ingredientes y, sin embargo, también existen, solo que no caben en la imaginación de la gente hasta que se dan de bruces con esa realidad.

Tampoco en el cine, en el que en mayor o menor medida siempre se han hecho relatos optimistas y dulces de este período, o si no lo eran siempre tenían una gran moraleja final para aliviar el espíritu. La historia que contamos a continuación no es que sea todo lo contrario. Hay nieve, hay comida, algún que otro regalo -en forma de Meditaciones de Marco Aurelio- y por supuesto hay familiares y amigos, solo que no de la manera idílica que uno puede imaginar. Porque la vida a veces es mucho más sucia y cruda que todo eso.

Los que se quedan cuenta la historia de unas navidades idílicas que de repente dejan de serlo. Las de un profesor que se imaginaba teniendo todo el tiempo del mundo para leer novelas de misterio, y las de un alumno pasando el tiempo en la playa con su madre y su padrastro. Pero las cosas nunca son como uno espera, y en el caso de estos dos una llamada lo cambia todo. Para el primero, la del director del internado en el que trabaja, el cual le encomienda quedarse con los llamados holdovers que dan título a la película, los contados alumnos que tienen que pasar las navidades en el centro ya que no pueden quedarse con sus familias. Para el segundo, la de una madre que da la espalda a su hijo sin saber el daño que puede suponer dejar a un adolescente solo en Navidad. Menos mal que ahí está Alexander Payne para juntarlos.

El director norteamericano, conocido por películas como Entre copas o Nebraska, vuelve su mirada en esta nueva película hacia los adolescentes, aquellos que habían ocupado el centro de sus primeros largometrajes; la contestataria Ruth Stoops de Ruth, una chica sorprendente o la diligente Tracy Flick de Election, película en la que también cobraba protagonismo un profesor de lo más estrafalario como era el Jim MaCallister de Matthew Broderick. Sin embargo, Payne desecha el tono satírico de aquellos filmes para darle uno mucho más intimista y sosegado, más en la línea de Nebraska pero sobre todo del cine de los años 70, al que no para de referenciar desde el mismo principio de la película, intentando imitar la estética y también la música de aquella época.

Una mirada humanista que parece de otros tiempos

Sabemos que por edad Payne se crio en los años 70 y probablemente se educaría con algunas de las películas de la época del Nuevo Hollywood. Little Big Man de Arthur Penn es la referencia más directa que hay en la película, pero todo el film rezuma puro Nuevo Hollywood, especialmente la mirada humanista hacia los personajes que imprime Payne y que recuerda mucho a la de Hal Ashby, director de Harold y Maude o El último deber, entre otras. Los que se quedan tiene mucho de esta última, con ese viaje que realizan tres personajes y en el que uno no sabe realmente cómo van a acabar las cosas. En este caso, el del profesor Paul Hunham (Giamatti), la cocinera Mary Lamb (Da’Vine Joy Randolph) y el joven estudiante Angus Tully, interpretado por el debutante Dominic Sessa.

Dominic Sessa y Paul Giamatti en 'Los que esperan'
Dominic Sessa y Paul Giamatti en 'Los que esperan'

Este último, a su vez, retrotrae a un personaje fundamental para entender no solo la literatura norteamericana moderna sino en general la apertura que se consumaría posteriormente en el cine con el Nuevo Hollywood. Estamos hablando del Holden Caulfield de El guardián entre el centeno, la novela publicada por J.D. Salinger en los años 50 y que narra la historia de otro joven rebelde y malhablado que huye de su colegio para realizar un viaje de autodescubrimiento que le llevará por varios rincones oscuros del alma humana. Las similitudes tanto circunstanciales -El guardián entre el centeno comienza la semana anterior a Navidad y proceden de un entorno familiar y educacional similar- como de personalidad entre Holden y Angus son evidentes, tanto en su forma de protegerse del mundo rebelándose contra él como de su humor cínico que no hace más que disfrazar su intento por encajar en la sociedad y sentirse querido y satisfecho. En el caso de Tully, ese viaje se dará a través de Hunham, un profesor cascarrabias quien con los años también se ha vuelto frío y cínico pero que con el tiempo irá abriendo su corazón tanto con Tully como con Mary Lamb, la tercera pata de la silla y quien vive su propio drama personal tras haber perdido a su hijo en la guerra de Vietnam.

“Oh capitán, mi capitán”

Aunque Hunham toma inspiración del protagonista de la película francesa Merlusse (Marce Pagnol, 1935), lo cierto es que el personaje poco a poco se va desdibujando de la caricatura hacia algo muy diferente y mucho más profundo. El ojopipa gruñón del principio es solo otra máscara construida durante años para que los demás no le puedan hacer daño y de paso esconder una vida dura y unos demonios a los que el maestro hace tiempo que renunció a enfrentarse. En un momento dado de la película Hunham lleva su cinismo al paroxismo al expresar su desencanto con las nuevas generaciones: “Pensé que podría marcar la diferencia. Solía pensar que podía prepararles para el mundo, pero este ya no tiene sentido, está en llamas. A los ricos nada les importa, los niños pobres son carne de cañón, la integridad es un chiste y la confianza es solo un eslogan para los bancos”, exclama a la secretaria del colegio, la única que se muestra amable con él y quien le responde con una frase que bien podría resumir el espíritu de Los que se quedan y su lugar en el mundo. “Mira, si todo eso es cierto, es entonces ahora cuando más necesitan a alguien como tú”.

Porque si Tully es un reflejo de Holden Caufield, el Paul Hunham de Giamatti bien podría ser una extensión de su personaje en Entre copas en la primera mitad, pero también un reflejo del John Keating de El club de los poetas muertos, aquel excéntrico pero apasionado profesor al que daba vida Robin Williams y que terminaba ganándose el favor de toda la clase incluso cuando todo se le ponía en contra. Sin entrar en detalles de la trama de Los que se quedan, también existen muchas similitudes entre Hunham y Keating, aunque quizá la más importante sea la valiosa lección de vida que consiguen transmitir a sus respectivos alumnos y que a la vez les hace sentirse en paz consigo mismo, encontrar su propia felicidad. Ése y no otro debería ser el objetivo de la Navidad, y por eso Los que se quedan está llamada a convertirse en todo un clásico para estas fechas. Con nieve, comida y regalos, los espectadores descubrirán que los amigos y familiares se pueden encontrar de muchas maneras. La vida seguirá siendo sucia y cruda a veces, pero ahí estarán las personas (y las buenas películas) para hacerla más llevadera.

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