Zack Snyder, ese director amado y odiado a partes iguales, ha vuelto y lo ha hecho con un ambicioso proyecto para Netflix que constará de dos partes titulado Rebel Moon, cuyo primer episodio ha llegado estas Navidades para colocarse entre los estrenos más vistos en streaming.
Después de finiquitar su era en DC con La liga de la Justicia, el director pasó al cine exclusivo para la plataforma con Ejército de los muertos, en la que, de alguna manera, regresaba a sus orígenes, cuando debutó con Amanecer de los muertos, remake de la mítica Zombie, de George A. Romero gracias a la que demostró ser un joven director repleto de ideas y sin miedo a nada.
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No pasó mucho tiempo para Zack Snyder terminara configurando un estilo propio (a partir de 300), enfático y un tanto megalomaníaco, siempre un poco anabolizado, histriónico y en busca del impacto visual, de la retórica de un estilo amorfo y autocomplaciente.
La épica del vacío versión Zack Snyder
Esa épica de lo vacuo que tanto le ha gustado explorar se encuentra también presente en Rebel Moon (Parte 1): La niña de fuego, una space opera grandilocuente en la que el director intenta configurar su particular Star Wars a través de los mismos elementos que se encontraban en la saga original de George Lucas, es decir, especies alienígenas, un pueblo oprimido por un estado tiránico y una fuerza rebelde que intentará luchar contra las injusticias en una galaxia muy lejana.
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En ese sentido, poco aporta su narración, que se ajusta a los clichés predeterminados casi con escuadra y cartabón. Lo único que puede ofrecer Snyder aquí, es su propio sello, que sus acérrimos celebrarán mientras que sus ‘haters’ mirarán con suspicacia, porque no hay nada peor que una fórmula repetida hasta la saciedad con ínfulas de grandeza y que no tiene nada que aportar más que efectos especiales sin ton ni son.
Mientras que en Ejército de los muertos parecía contener el espíritu juguetón del autor, su capacidad para ser irónico y no tomarse demasiado en serio, aquí vuelve a ponerse pomposo y seguir a rajatabla las leyes del énfasis expresivo, acusándose su falta flagrante de ideas y configurando un universo y un imaginario repleto de estereotipos y en el que late la confusión y el atolondramiento de imágenes que parecen hechas a través de una inteligencia artificial, y que resultan un tanto vergonzosas por parte de un creador con su experiencia y garra.
Un buen reparto desaprovechado
Entre los escasos logros de esta aventura espacial, aburrida hasta el asombro, se encuentra un reparto bien elegido y repleto de nombres poco obvios, pero con una personalidad contundente de la que la cinta carece. Entre ellos, el de Sofia Boutella, convertida en heroína de acción, algo que ya había demostrado la ex bailarina de Madonna, solo que, en esta ocasión, se convierte en auténtica protagonista. También encontramos a Michiel Huisman (La maldición de Hill House), Charlie Hunnam, que regresa al terreno de la acción después de haber sido protagonistas de blockbusters como Pacific Rim, la coreana Bae Doona (que empezó su carrera con Bong Joon-ho y Park Chan-wook), el veterano Djimon Hounsou (que debutó en Amistad, de Steven Spielberg) o talentos emergentes como los de Ed Skrein (el villano de la función).
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Que la película se haya vinculado con Los siete samuráis, de Akira Kurosawa, no deja de ser una desfachatez. Probablemente, si Snyder hubiera optado de forma clara por hacer alarde de su espíritu de Serie B (que sin duda tiene y siempre ha tenido) y no por sus delirios de pompa, la experiencia se hubiera equilibrado. Pero, así, se queda en un simple revoltijo de escenas estomagantes non sense.