En España, una tradición histórica nos invita a despedir el año comiendo doce uvas por las doce campanadas. Cada una de ellas, representa un deseo por cada mes. Sin embargo, los más pequeños de casa no deberían participar en esta costumbre hasta alcanzados, al menos, los seis años, tal y como recomiendan los pediatras.
Los niños menores de cinco años son muy vulnerables a sufrir episodios de atragantamiento por las características anatómicas y funcionales propias de su edad. La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) advierte específicamente sobre el riesgo de atragantamiento o asfixia que corren los niños al consumir uvas durante las celebraciones de Nochevieja, así como al ingerir otros alimentos potencialmente peligrosos como frutos secos o productos similares a los lacasitos.
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El tamaño y la consistencia de las uvas son factores de riesgo clave en los atragantamientos. Las uvas enteras pueden tapar fácilmente las vías respiratorias de un niño pequeño y su forma redondeada y superficie lisa hacen que, si son tragadas sin masticar adecuadamente, se ajusten perfectamente a la laringe y bloqueen la entrada de aire.
Según la Academia Americana de Pediatría (AAP) y la SEORL-CCC, los niños no desarrollan la capacidad de masticar completamente y de forma segura hasta que tienen al menos cuatro años de edad. Antes de esta edad, los niños mastican con un movimiento de empuje de la lengua que puede propiciar que los alimentos se deslicen hacia la garganta antes de ser debidamente triturados. Esta mecánica de deglución, sumada a la curiosidad natural y el deseo de imitar a los adultos, pone a los niños menores de cinco años en un riesgo particularmente alto durante el ritual de comer las uvas durante las campanadas de Nochevieja.
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La SEORL-CCC sugiere evitar ofrecer uvas a niños de este rango de edad. Si se les ofrecen a niños un poco mayores, se aconseja quitarles la piel y las semillas, y cortarlas en trozos pequeños y de forma longitudinal para minimizar el riesgo. Sin embargo, incluso con estas precauciones, la vigilancia constante durante la ingesta es crucial.
¿Y los frutos secos?
En cuanto a los frutos secos y productos similares, la AAP concuerda en que también son peligrosos para los niños menores de cinco años por el alto riesgo de aspiración y atragantamiento. Al morderlos, pueden producirse fragmentos duros y pequeños que son fáciles de aspirar hacia las vías respiratorias, provocando obstrucciones. La recomendación para los frutos secos es ofrecerlos molidos o en una consistencia que no represente un peligro.
La preparación de los adultos en técnicas de primeros auxilios es decisiva para actuar con rapidez y eficacia ante un eventual atragantamiento. Las maniobras como la de Heimlich, adaptadas a la edad y el tamaño del niño, pueden ser vitales en estos casos. Además, se recomienda acudir de inmediato a los servicios de urgencia para la valoración por un especialista en otorrinolaringología ante la sospecha de asfixia por cuerpo extraño para una atención adecuada y a tiempo.