Las presencia de las mujeres en entornos políticos ha aumentado significativamente en las últimas décadas y este hecho ha impactado a su vez en las formas, el fondo y los resultados de las políticas. Diversos estudios académicos a nivel internacional apuntan a la existencia de diferencias sistemáticas en el comportamiento por sexo en la política que se extienden también a las preferencias y prioridades. Atendiendo a estos indicios, los economistas Miriam Hortas-Rico y Vicente Rios han realizado una investigación en la que constatan que el empoderamiento político femenino contribuye a reducir la desigualdad de ingresos.
En el artículo académico Does women’s political empowerment matter for income inequality?, publicado por Fedea este martes, los autores exponen datos relativos a la desigualdad de ingresos y al índice de empoderamiento político de las mujeres (WPE) para un total de 142 países entre los años 1990 y 2019. Según sus cálculos, los estados menos desiguales del norte de Europa —Suecia, Noruega, Bélgica y Finlandia— son también los que tienen las máximas puntuaciones en el índice WPE junto con otros países occidentales como Canadá. Al contrario, los países en desarrollo y de renta media (ubicados en África, Oriente y América Latina) presentan tanto niveles más bajos de empoderamiento como más desigualdad de ingresos.
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Sin embargo, el documento avisa de que con esta mera exposición de los datos no basta porque la relación podría ser falsa al omitir otras variables que afectan a ambos indicadores, a lo que se suma un problema de posible causalidad inversa. “Numerosos teóricos han argumentado que para que las mujeres alcancen un cierto nivel de empoderamiento político y socioeconómico es necesario haber logrado una cierta igualdad económica en primer lugar”. Para evitar este problema y hallar la relación causal entre el empoderamiento y la desigualdad, los economistas se basan en técnicas estadísticas de Machine Learning.
Los resultados son que el empoderamiento político femenino reduce la desigualdad de ingresos en el espacio y en el tiempo y que esto se produce a través de más políticas redistributivas. Lo que apuntaría a que, como señala el Banco Mundial, la emancipación de la mujer no es solo un fin en sí mismo por razones de justicia social y desarrollo humano, sino también un medio importante para otros fines, como la reducción de la desigualdad.
El resultado del modelo del estudio sugiere que aumentar el índice WPE en una desviación típica reduce el índice de Gini en torno a 0,012 puntos. Por ejemplo, si China en vez de tener un índice de empoderamiento político femenino por debajo de la media, tuviera un índice alto (0,94), su desigualdad de ingresos medida en el coeficiente de Gini descendería un 6,5% (es decir, 0,025 puntos) y se situaría al nivel de España (0,32) y de otros países europeos.
Más impuestos y gasto en políticas sociales
El índice WPE está compuesto a su vez por tres áreas diferenciadas que los autores exploran para indagar qué tipo de empoderamiento político femenino reduce los niveles de desigualdad. Estos son: libertades civiles; participación en la sociedad civil y participación política. El resultado es que el componente que parece impulsar el efecto negativo a escala agregada en la desigualdad es el de la participación política, mientras que en los otros dos no se encuentran efectos estadísticos significativos.
Según explica el texto, esto se debe a que la participación política es el nivel desde el que se accede a la representación parlamentaria y a la posibilidad de legislar. “El canal de transmisión más probable del empoderamiento político de las mujeres sobre la desigualdad de ingresos es a través de políticas redistributivas progresivas que aumenten los impuestos a los ricos y amplíen el alcance de las políticas de gasto social”, explican los autores.
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Esto se debe a que, según cita la investigación, las mujeres exhiben un comportamiento más “colaborativo, generoso y altruista en la toma de decisiones económicas, así como una mayor preferencia por la redistribución de los ingresos y el gasto público en políticas sociales”.
Una explicación a este hecho que incorpora el documento es que las mujeres son, de media, “menos seguras de sí mismas y menos competitivas que los hombres”, por lo que “parece razonable pensar que estas diferencias de género en confianza y actitudes hacia la competencia se traduzcan en sociedades gobernadas por mujeres más equitativas, seguras y menos competitivas”. Por otra parte, las mujeres son más reacias al riesgo que los hombres y una mayor aversión al riesgo “conduce a una mayor demanda de redistribución, ya que proporciona un seguro contra futuras perturbaciones económicas”.
Si bien el empoderamiento femenino aporta una contribución adicional a la reducción de la pobreza, no la elimina. La explicación de por qué algunos países son más desiguales que otros o de por qué han concentrado mayor nivel de ingresos en pocos individuos a lo largo del tiempo es “mucho más compleja” que lo que pretende abarcar el estudio. Los autores reconocen también las limitaciones de su investigación pese a los hallazgos y señalan que no pueden estar “absolutamente seguros” de haber eliminado todas las posibles relaciones causales entre los instrumentos de medición y la variable dependiente, ni de que los resultados no estén influidos por factores de confusión.