Los alimentos y las bebidas no alcohólicas acumulan dos años, 2022 y 2023, con una inflación media anual de dos dígitos, un ritmo de encarecimiento mayor que el del resto de grupos de productos y servicios. En términos acumulados, entre diciembre de 2021 y noviembre de 2023, el IPC de estos bienes básicos ha aumentado un 24,2%, siendo especialmente llamativo el encarecimiento del aceite de oliva, un 108%. En este contexto, el volumen de consumo alimentario ha caído, aunque esto no ha conllevado un ahorro: las familias gastan más comprando menos.
Las previsiones del Banco de España sobre la evolución del precio de los alimentos en los próximos años son más halagüeñas que estos datos, pero contemplan hasta al menos 2026 un encarecimiento por encima del 2%, cifra que marca el Banco Central Europeo como objetivo para la inflación general. En concreto, la institución estima que los alimentos cerrarán 2023 con un IAPC medio (índice de precios armonizado con Europa) del 11,1%, aunque este descenderá hasta el 3,6% en 2024 y al 2,3% en 2025 y 2026.
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La inflación de los alimentos bajó del 10% interanual en el mes de octubre de 2023 por primera vez en año y medio y todo apunta a que en los próximos meses experimentará una caída acelerada, según las previsiones del supervisor bancario. Esto se debe a la disminución de los precios de los fertilizantes y de las materias primas energéticas y alimentarias y a la tendencia a la baja que muestran los precios industriales. Se suma la prórroga hasta junio de 2024 de la rebaja del IVA a ciertos alimentos básicos anunciada por el Gobierno, que restará unas décimas de inflación durante el año que viene.
En todo caso, el Banco de España avisa de que la intensidad de la caída proyectada en la inflación de los alimentos podría ser menor “por la posible aparición de condiciones climáticas adversas”, las cuales “afectarán negativamente” a la producción de algunos bienes agrícolas en determinadas áreas geográficas. Además, España presenta ya en los últimos meses una inflación ligeramente superior a la media europea, sobre todo en los alimentos, que crecieron a un ritmo del 9% en noviembre, mientras que la media de la UE registró un 6,8%.
Se compra un 8,4% menos, pero se gasta un 13% más
La inflación en los alimentos y bebidas no alcohólicas impacta especialmente en los hogares, ya que son el grupo con más peso en la cesta de consumo (19,5% según la ponderación del IPCA). Está demostrado, según la CNMC, que en periodos de encarecimiento de los alimentos se producen descensos en el consumo y cambios en los hábitos de compra, como el fenómeno downtrading. Este consiste en que los consumidores sustituyen productos más caros por otros de marcas más económicas, alimentos frescos por procesados o enlatados y fuentes de proteínas más caras por otras más baratas.
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Según los datos del Ministerio de Agricultura, el volumen de alimentos consumidos por persona entre octubre de 2022 y septiembre de 2023 (último dato disponible) es un 8,4% inferior al mismo periodo de 2018-2019 y también se encuentra por debajo de los datos de todos los demás años desde entonces. La caída es más acusada entre las clases medias (-10,6% la media baja y -7,5% la media), mientras que la alta y la baja reducen menos (6,8% y 6,5%, respectivamente).
En contraste, el gasto per cápita medio en alimentación ha aumentado un 13%, hasta los 141,5 euros al mes, si se comparan los 12 últimos meses con datos con el mismo periodo de 2018-2019. Distribuido por clases, quienes más incrementan su gasto son los de la baja (15,3%), aunque aumentan la distancia en comparación con la clase alta: desembolsan 49,5 euros menos al mes por persona.
Las empresas tardan más en repercutir los abaratamientos
Debido a la preocupación que suscitan estos datos, a lo largo del año se han hecho públicas reiteradas denuncias de la asociación FACUA al Ministerio de Consumo por presuntas subidas de precios “ilegales” en los productos rebajados por el Gobierno. No obstante, ningún organismo oficial respalda que eso haya sucedido. Tanto la CNMC como el Banco de España defienden que las rebajas del IVA se han trasladado a los precios de consumo en un porcentaje mayoritario y el supervisor bancario atribuye la persistencia de la inflación de los alimentos a un comportamiento asimétrico.
Según explicó la entidad en su informe de proyecciones trimestrales de septiembre, existe evidencia empírica de que en otros episodios inflacionistas y de otras economías ha existido “cierta asimetría” en la transmisión de las variaciones de los precios de la energía al resto de precios de consumo. Lo que significa que estos últimos “reaccionan en mayor medida a los encarecimientos de los insumos energéticos que a sus abaratamientos”.
Esto implica que, frente a caídas de los costes energéticos, las empresas podrían “no ajustar sus precios con tanta rapidez y en la misma magnitud como en el caso de los aumentos”. Tras dos años de inflación de la energía a dos dígitos (2021 y 2022), está en el terreno de la deflación desde noviembre de 2022 y es un año después, finales de 2023, inicios de 2024, cuando el precio de los alimentos ha comenzado un descenso más acusado.