Todos los relatos en torno a los hitos y hazañas de Cristóbal Colón y su tripulación hay que ponerlos en tela de juicio. Desde el plan original de llegar a las Indias, el cual muchos historiadores cuestionan porque varios mapas ya indicaban la existencia de tierras por explotar, hasta la auténtica identidad del marinero, posible pseudónimo de un hombre del que siquiera se conoce su procedencia.
Entre todos esos mitos y rumores difundidos a lo largo de los siglos, sobrevive otro, el de Rodrigo de Jerez —o Xerez, depende de la época en la que se escriba—, al que la cultura popular otorga el mérito de ser el primer hombre blanco que fumó tabaco, antes de que se comercializara o que nadie imaginara que el producto podía cruzar el océano Atlántico rumbo a Europa para convertirse en un negocio lucrativo. Su aparición, unos años más tarde, generó una revolución de consumo. Ahora, España diseña nuevos planes sanitarios para reducir aún más su consumo e impacto en la sociedad.
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Lo poco, real o ficticio que ha traspasado el tiempo, se debe al libro de Aníbal Álvarez titulado El hombre de los demonios en el cuerpo: la increíble historia de Rodrigo de Xerez, primer fumador de Europa, un texto ya difícil de encontrar. En esta publicación, se aseguraban dos cosas que aún hoy sobreviven en conversaciones y charlas sobre el tabaco, aunque la historiografía no se atreve a confirmarlo con contundencia.
Apenas hay certezas sobre la tripulación de Colón y los nombres se han perdido con el tiempo. Incluso Rodrigo de Triana, el primer hombre que avistó tierra desde los barcos, podría tener otro nombre, a pesar de que el cuaderno de bitácora de Colón lo nombra así, dado que hay historiadores que apuntan a errores de transcripción que nunca fueron corregidos.
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Detenido por la inquisición
La primera leyenda dice que Rodrigo de Jerez fue el primer hombre blanco que fumó tabaco en la historia de la humanidad. Rodrigo habría viajado hasta América junto a Cristóbal Colón como parte de la tripulación original que en 1492 cruzó el océano. Una vez allí, descubrió en islas cercanas a Cuba, que los oriundos quemaban una hoja y aspiraban con ella entre sus labios, una acción que aún no tenía expresión en el lenguaje. “Fumar” aún no era una palabra del castellano, pero Rodrigo junto a Luis de Torres, el intérprete que Colón incluyó en su equipo de expedición, estuvieron presentes en el encuentro intercontinental que marcó un nuevo rumbo en la salud de los pulmones. Incluso la terminología del tabaco es polémica y tiene diferentes escuelas de pensamiento. Hay estudios que apuntan que Colón llamó al tabaco “gonzas avellanadas”.
La segunda parte de la leyenda es aún más complicada de cotejar, pero quedó escrito que a su llegada a España, Rodrigo de Jerez fumó y los allí presentes, al ver salir humo de su boca, le denunciaron a la Inquisición, puesto que solo el diablo podía expulsar vapores. El marinero habría pasado siete años detenido hasta que el tabaco se comercializó y se volvió una costumbre popular. Rodrigo abandonó la prisión y a su salida, fumar ya no tenía nada de demoniaco ni novedoso.
Esta anécdota también la recoge la obra El cielo de Colón: técnicas navales y astronómicas en el viaje del descubrimiento, de José Luis Comellas, que se hace eco de un “marinero de Triana” que fue acusado de “tratos con el diablo” porque “echaba humo por nariz y boca”. No hay nada que relacione a Rodrigo de Xerez, que debería ser de la ciudad de Cádiz, con Triana, pueblo de Sevilla, pero es el único vestigio que conecta con la historia.