En el sur de Francia, el viajero puede encontrar infinidad de destinos que bien merecen una visita. Así, la cordillera de los Pirineos emerge como frontera natural entre el país galo y España. En ella, los paisajes espectaculares discurren como algo cotidiano, pero nada más lejos de la realidad, pues en sus montañas y valles se pueden encontrar parajes que son únicos en el mundo. Junto a ellos, los pequeños pueblos de montaña emergen manteniendo una arquitectura popular y toda la esencia tradicional.
Así, Céret destaca por ser una de las villas más bonitas de Francia incrustadas cerca de la frontera con España. La localidad destaca por su vitalidad y encanto, el cual se puede respirar en espacios como su plaza central sombreada y las calles adoquinadas, las cuales se llenan de color durante su pintoresco mercado. Pero si por algo caracteriza al pueblo son las cerezas, de hecho, es conocido como el pueblo de las cerezas.
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Un pueblo al estilo catalán
La arquitectura y la disposición de Céret puede que sea familiar para algún viajero, pues su entramado recuerda mucho al estilo catalán. Este queda asombrado con la belleza de sus calles y bonitas plazas, las cuales descubren todos los rincones mágicos de la villa. Además, es un destino ideal para pasear en familia y numerosos atractivos como la fuente de los 9 chorros, la ermita de Saint Férréol, el paraje de Fontfrède o el puente del Diablo. Este último, además, cuenta con una leyenda en torno al diablo.
Pero como su propio nombre indica, Céret es la capital de las cerezas. De hecho, los primeros frutos se envían al presidente de la República y se celebran durante la fiesta de la cereza que tiene lugar en el mes de mayo. A esto se le suma el pintoresco mercado local donde poder disfrutar de una amplia gama de productos.
Cuna de artistas
Otro aspecto a destacar es que Céret es una ciudad emblemática del movimiento cubista y un lugar privilegiado para los artistas. Así, ha sido paso de figuras como “Picasso, Juan Gris, Léger y Chaïm Soutine, que apreciaron la luminosidad de esta localidad meridional, alberga actualmente el Museo de Arte Moderno, cuyas colecciones atesoran numerosos cuadros de Matisse, Picasso, Chagall y Miró” detallan desde su página web. Pero esto no se queda aquí, pues la ciudad alberga también pequeñas galerías de arte y salas de exposiciones.
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A su vez, el entorno natural que lo rodea es perfecto para los fanáticos de la naturaleza, ya que el pueblo se incrusta en plenos Pirineos orientales. Así, gracias a las impresionantes rutas de senderismo se pueden disfrutar todos los rincones mágicos que guarda este enclave.
Cómo llegar
Desde Figueres, el viaje es del alrededor de 40 minutos por la carretera AP-7 (hay peajes). Por su parte, desde Portbou, el trayecto tiene una duración estimada de 1 hora y 10 minutos por las vías N-260 y AP-7 (hay peajes).