Este Barça vive abonado al sobresalto. La crisis no cesa y la única buena noticia que arrojó el nuevo partido liguero de este miércoles, ante el Almería, fue la victoria. Otra vez en el filo de la navaja, los azulgranas salvaron los muebles a duras penas en casa frente al colista, que supuso un quebradero de cabeza mucho mayor de lo esperado para los de Xavi. Sólo la aparición estelar de Sergi Roberto, con dos goles, evitó la debacle (3-2).
El capitán del Barcelona nunca había marcado un doblete desde que subió al primer equipo. Pero para todo hay una primera vez, y vaya si la agradecieron los suyos. La pólvora sigue brillando por su ausencia cuando de los de la Ciudad Condal se trata. La estadística, como empieza a ser costumbre, resultó sangrante: 30 disparos frente a 10. La calidad, que no la cantidad, sonrió a los visitantes, que compitieron a la perfección y maximizaron (en un claro guiño al apellido de su portero) los disparos claros de los que gozaron. ¿El único ‘pero’? Irse de vacío de Montjuïc, puesto que no lo merecieron.
Te puede interesar: El calvario de lesiones de Pedri atormenta al Barça
Cuando Raphinha abrió la lata en el 33, la sensación era la típica cuando tienes enfrente a uno de los conjuntos de la parte baja de la tabla: los goles, a partir de entonces, podían llover. Y, sin embargo, la realidad fue que el Barça volvió a naufragar en ataque. Rey de las ocasiones, le cuesta un mundo concretarlas. Y en esas llegó el primer empate del Almería, por mediación de Baptistao. El suspense lo ponía el VAR, al que se tuvo que recurrir para validar el tanto andaluz por posible fuera de juego. Y, sobre todo, el fútbol de los locales.
Si la ofensiva culé dejaba mucho que desear, lo mismo podía decirse de la defensa. Los pitos no se hicieron esperar, con Araujo como principal señalado. Aún lo sería en mayor medida más tarde, para alegría de un Almería que miraba de tú a tú al Barça y que lograba contenerle en su área, llevado en volandas por un soberbio Maximiano en la portería.
Te puede interesar: Un extenista desvela uno de los secretos más desconocidos del circuito ATP
Un Barça sin alma
Ya con los tres puntos debajo del brazo, Xavi tildó de “inaceptable” la primera mitad del vigente campeón de Liga. El balón parado fue la mejor medicina para olvidar el tonteo con el desastre, porque el Barça era incapaz de sobresalir y así logró dos de sus goles. Sólo Sergi Roberto pareció entregarse sobremanera. Con el trocito de alma que él pudo aportar, bastó para sobrevivir. Y gracias a que el adversario era el que era.
El esperpento fue mayúsculo del todo cuando Araujo e Iñaki Peña no se entendieron en la zona de peligro, el primero le arrebató la pelota al segundo en el aire, el balón quedó muerto y Edgar aprovechó la coyuntura para convertir el 2-2. Corría el minuto 71 y aún quedaba un mundo. Una ventaja y un inconveniente a la vez para el Barça.
Pudo adelantarse de nuevo. Ahora, de forma decisiva: ya resolvía la situación el portador del brazalete. Lo cual no quiere decir que el sufrimiento terminase. Ni muchísimo menos. Baba tuvo el 3-3 en sus botas, pero Peña, para enmendar su malentendido fatal, se vistió de Maximiano. Ahí murió el partido, con algún que otro fallo que añadir a la cuenta de sinsabores del Barça. Las vacaciones navideñas no pueden ser más oportunas. La necesidad de mejoría es acuciante y, choque tras choque, la historia, sin pegada y con grandes lagunas atrás, se repite sine die.