Abdul, de 24 años, carga a sus espaldas con una historia complicada. Nació en Siria, donde estalló la guerra cuando aún era un niño. A los 14 años fue secuestrado por el ISIS, pero logró escapar a los cuatro meses. Tras el cautiverio, se reunió con su familia en un campo de refugiados de Turquía y después de ocho meses viviendo hacinado en aquellas tiendas de campaña, inició la ruta hacia Europa con su hermana, su cuñado y su sobrino de menos de un año.
Actualmente, Abdul vive en España junto a su familia, llegó en el verano de 2015 después de recorrer 4.000 kilómetros a lo largo de 10 países. Ahora, trata de contar su historia a los jóvenes españoles, para recordarles lo realmente importante en la vida.
Te puede interesar: La historia tras los migrantes menores que denunciaron agresiones: “Los abusos en centros de la Fundación Siglo XXI son habituales”
Pregunta: ¿Cómo fueron esos cuatro meses cautivo?
Respuesta: Fue muy duro porque éramos niños. Teníamos 13 y 14 años. Nos pegaban, nos torturaban cada día, torturaban a nuestros amigos. Era muy difícil estar ahí porque no sabía nada de mi familia. Mi familia tampoco sabía nada de mí. Teníamos que levantarnos por la mañana, cada día a las 05:00, ducharnos con agua fría. Luego nos enseñaban vídeos, nos enseñaban cómo matar a la gente, cómo cortarle la cabeza a la gente, cómo torturar a la gente. El objetivo era lavarnos el cerebro y convertirnos en soldados contra mi pueblo, contra mi familia, contra la gente con la que llevo viviendo desde infancia.
P: Ya han pasado varios años desde aquello, ¿cómo llevas todo lo que viviste?
R: Cuando llegué aquí estuve con mi psicólogo durante un año. Estaba un poco mal, pero luego me recuperé porque intenté traer a mis padres, y lo conseguí. Luego me prometí, me casé y ahora tengo una familia y ahora estoy bien. Mis amigos no lo han pasado todavía, esas imágenes siguen en su cerebro.
Te puede interesar: “La frontera sur de España se ha convertido en un espacio de impunidad y de vulneración de derechos de los migrantes”
P: ¿Cómo reunisteis el valor para intentar escapar?
R: Me escapé con mis amigos porque si nos quedábamos o nos mataban o nos convertían en soldados. Si nos cogen, nos matan, si no nos cogen, pues nos salvamos. Éramos 13. Nos levantamos uno al otro para hacer un plan y decirles a ellos que vamos a ir al baño. Ellos nos dieron la llave, nosotros bajamos abajo, nos dejamos la cerradura abierta y luego nos subimos y luego la madrugada bajamos los 13 y saltamos el muro del colegio convertido en cárcel. Claro, estábamos en la mitad de la calle, no conocíamos a nadie y nadie nos podía ayudar. Nos separamos por grupos y llegué a un locutorio. Llamé a mi madre y vino un amigo de mi padre a buscarme, porque mis padres no estaban en Siria, estaban en Turquía. Mientras estaba en cárcel, atacaron mi pueblo y mis padres se refugiaron en Turquía. Me encontré con ellos y estuve en Turquía ocho meses.
P: ¿Cómo fue el reencuentro con tu familia?
R: Fue un momento muy emocionante después de tanto tiempo. Son cuatro meses, pero para mí y para mi familia, es como si fueran 40 años porque no sabían nada, si estábamos vivos o si nos habían convertido en soldados o dónde estábamos. Nada. Fue un encuentro muy emocionante y muy bonito. Luego yo tenía que salir de Turquía porque tenía miedo todavía de que estar ahí. Entonces salí con mi hermana y con mi cuñado, con mi sobrino. Hicimos el viaje de los sirios de aquella época, 2015-2016. Primero Grecia, luego Macedonia, luego Serbia, luego Hungría, luego Austria y luego Alemania. Allí vino mi hermano a recogerme y nos vinimos aquí, a España.
P: ¿Cómo fue la ruta?
R: La hicimos a pie, en coche, en tren, en bus. La mayoría eran en pie. Sufríamos, pero yo tenía que estar riendo de cara a mi hermana para que no se sintiera incómoda con mi sobrino, que tenía seis meses. Entonces era un sufrimiento muy duro.
P: Volviendo al campo de refugiados, estuviste ocho meses, ¿puedes contarme cómo era la vida allí?
Era un campo con casas para refugiados. Había baños y tenías que esperar durante horas porque había miles de personas y solamente dos o tres baños de mujeres y de hombres. Era complicado, pero nadie nos decía nada, solamente venían periodistas a sacar fotos y tal. Lo ponían en la prensa y luego se olvidó. Se olvida.
P: ¿A qué te refieres con que se olvida?
R: Nos olvidan. Pues claro, si nadie dice nada, nadie hace nada. Pues se olvidó. Y hay miles de personas que sufren ahí. Yo creo que Turquía es como una puerta para Europa. Si no me pagáis, pues abro la puerta. Si me pagáis, cierro la puerta. Dejo a la gente morir. Me da igual. Por el mar Mediterráneo o por Grecia o por Bulgaria, todo el mundo puede entrar a Turquía. Si me dejáis de pagar y abro la puerta y que se os cuelen miles de millones de inmigrantes. En Turquía a los refugiados los tratan mal, pero para ellos, si no te gusta, vuelves a Siria.
P: ¿Cómo fue todo cuando llegaste a España?
R: Tenía 16 o 17 años y tenía que hacer la reunificación familiar. Entonces intenté hablar con todo el mundo, con medios de comunicación, redes sociales. Duró seis meses traer a mis padres, me aceptaron en el tribunal Supremo que ya tenía los papeles y ya podía traer a mis padres.
*La reunificación familiar es un procedimiento que gestiona el Estado para reunificar a familias refugiadas. La normativa española de extranjería recoge el derecho de las personas extranjeras residentes legalmente en España a reagrupar a sus familiares.
P: Ahora, varios años después, te dedicas a contar tu historia a los jóvenes en España, ¿por qué?
R: Hay historias peores, pero gracias a Dios, la vida me dio oportunidad de contar. Ahora mismo, la situación en la que veo a los jóvenes me parece un poco sin sentido. Se quejan de las tonterías, se quejan a los padres, gritan a los padres, no les hacen caso. Y a mí eso me duele, porque yo también tenía sus edades y ahora mismo tengo 24, no soy tan mayor, y la verdad me parece que tienen una vida de solamente quejarse y salir, entrar, disfrutar. Yo también quiero que disfruten, pero sin provocar dolor a nadie, porque hay más vidas allá, hay más gente. Hay más jóvenes que quieren estar en esta situación y no pueden. Si pensamos un poco en ellos o pensamos como viviríamos, si nos cambiamos un poco el sitio, las cosas son distintas.
P: En los últimos meses, has acudido a charlas para contar tu historia. La semana pasada acudiste a una ponencia en la Fundación Lo Que De Verdad Importa para hablar con jóvenes sobre este tema, ¿de qué hablas con ellos?
R: Intento decirles que aprovechen del tiempo con sus seres queridos. Por ejemplo, yo me arrepiento mucho de no haber visto a mi abuelo durante ocho años. No podía ir a Siria, él no podía salir y le perdí. Entonces les digo que tienen que querer a sus abuelos, querer a sus padres, porque hoy están, pero mañana o pasado ya no van a estar. Nadie sabe pasar un buen rato con ellos.
P: ¿Cómo reaccionan las personas que te escuchan en las charlas?
No te puedes imaginar. Por ejemplo, me llegan mensajes por mi cuenta de Instagram y de “Abdul, gracias por tu congreso, por tu mensaje”. Me dicen “yo vivía esa vida, siempre me quejaba, siempre decía tonterías. Y ahora que te escuché y dejé de molestar a mis padres, dejé de molestar a nadie. Intento ser yo misma”.