La hija de Ana Orantes habla del feminicidio de su madre, que abrió los ojos a la violencia machista: “Un maltratador no puede ser buen padre”

Raquel Orantes destaca los avances logrados en las últimas dos décadas en materia de igualdad, si bien pide al Gobierno una mejor protección para las víctimas. Su madre fue asesinada en 1997 y su crimen propició importantes cambios legislativos

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Raquel Orantes junto a un
Raquel Orantes junto a un mural con la imagen de su madre, Ana Orantes. (Cedida)

Ana Orantes nunca llegó a ser consciente de la importancia de que denunciara en un programa de televisión los malos tratos que recibió durante los 40 años que duró su matrimonio, más de media vida de golpes y humillaciones que la habían dejado prácticamente anulada. No le dio tiempo a ser consciente porque 13 días después de acudir a Canal Sur a contar su historia, su exmarido la asesinó rociándola de gasolina y quemándola viva en su propia casa. Ocurrió el 17 de diciembre de 1997 y se había separado de él un año antes.

En el programa pudo relatar el calvario que había vivido: las palizas, los abusos y cómo se las había apañado para proteger a sus ocho hijos, que también sufrieron las consecuencias de crecer con un padre maltratador. Ana Orantes había denunciado a su marido decenas de veces, pero en aquellos años a la violencia machista no se la nombraba como tal, pertenecía al ámbito privado, y ni siquiera se utilizaba la palabra feminicidio. Es más, un juez de paz obligó a Ana a vivir con su exmarido, José Parejo, en la misma casa en el pueblo granadino de Cúllar Vega -ella en el piso de arriba y él abajo-, donde finalmente la mató.

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El sistema no solo falló en esa ocasión, sino que hubo otros muchos errores, como cuando en 1986 ella estaba decidida a separarse después de una brutal paliza pero un juez se lo impidió porque, al ver llorar a Parejo, aseguró que el hombre estaba “arrepentido” y que era mejor opción volverlo a intentar.

Hoy serían impensables ese tipo de errores, pues en las últimas dos décadas se han producido avances importantes en materia de igualdad, y en buena medida, esos cambios han tenido lugar como consecuencia del feminicidio de Ana Orantes, pues no solo sacudió la conciencia de un país, sino que impulsó varios cambios en el Código Penal que culminaron en la aprobación, en 2004, de la primera ley integral contra la violencia de género. Y aunque cada 17 de diciembre se hace más dura su ausencia, asegura su hija Raquel Orantes, que echa de menos “no poder contarle lo bueno y lo malo”, les queda el consuelo de seguir manteniendo su recuerdo y de que su caso, al menos, sirviera para visibilizar la violencia machista y poner nombre al maltrato que tantas mujeres sufrían -y siguen sufriendo- a manos de sus parejas o exparejas.

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“Para todos nosotros [sus hijos] sigue siendo una herida que estará abierta de por vida y el único consuelo que tenemos es seguir manteniendo su recuerdo y su legado como el referente que es de la lucha contra la violencia machista”, cuenta Raquel Orantes a Infobae España. Ha ocurrido justo lo contrario de lo que pretendía su asesino, que era anularla y que se la olvidara, porque a Ana Orantes no solo se la recuerda en su provincia, Granada, sino en todo el país y su caso, incluso, ha traspasado fronteras. “Medios como The New York Times y BBC también se han hecho eco”, cuenta Raquel orgullosa, que asegura que aún a día de hoy muchas mujeres se ponen en contacto con ella para agradecerle que su madre les ayudara “a abrir los ojos y salir del pozo de la violencia machista”. “Ese cariño es un bálsamo para calmar la herida”.

Ana Orantes en el programa
Ana Orantes en el programa de Canal Sur. (Archivo)

Luchar contra el negacionismo de Vox

A pesar de los cambios y avances en España, que cuenta con un Pacto de Estado contra la Violencia de Género, leyes que protegen a las víctimas y un importante movimiento feminista, entre otros, faltan recursos y el sistema aún sigue fallando en la lucha contra esta violencia, como ocurrió recientemente con un hombre que asesinó a su mujer y su hija en Madrid después de haber sido absuelto de maltrato por un juez. Por eso Raquel considera primordial “mejorar el seguimiento de las víctimas”, de forma que cuando denuncien o decidan separarse de sus agresores se sientan apoyadas y tengan un lugar al que poder ir, porque esos son algunos de los momentos más críticos para las mujeres.

De hecho, ante el repunte de feminicidios que se ha registrado en los últimos meses, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska ha prometido a la nueva ministra de Igualdad, Ana Redondo, que mejorará la protección de las mujeres amenazadas. En lo que va de año, 55 mujeres han sido asesinadas en España a manos de sus parejas o exparejas, lo que eleva a 1.237 los feminicidios registrados desde 2003, año en el que empezaron a contabilizarse estos crímenes.

Pero aunque queda mucho camino por recorrer, Raquel quiere transmitir un mensaje positivo, porque “realmente España ha cambiado mucho” en las últimas dos décadas y ahora toca seguir mejorando, añade, por lo que es fundamental “una educación basada en el respeto y la igualdad y que la toda la sociedad se implique”. También destaca la importancia de luchar contra el negacionismo de Vox sobre la violencia machista, pues considera “vergonzoso” que el partido ultra “ni siquiera tenga respeto por las víctimas”, al tiempo que anima a los representantes de esa formación a que las escuchen para conocer la realidad que viven.

Un maltratador no es un buen padre

A diferencia de sus hermanos mayores, Raquel no vivió violencia física por parte de su padre, pero tampoco hacía falta que les levantara la mano, recuerda ahora, porque a veces bastaba una simple mirada para atemorizarlos. Nunca hubo muestras de cariño ni hacia su madre ni hacia ellos, que debían permanecer “callados, sin moverse del sofá, para no molestarle”. Ella mejor que nadie sabe, y advierte, que “un maltratador nunca puede ser un buen padre”.

Raquel leyó un manifiesto contra
Raquel leyó un manifiesto contra la violencia de género el pasado 25 de noviembre en Granada. (Álex Cámara / Europa Press)

José Parejo fue condenado a 17 años de cárcel y en 2004, cuando había cumplido algo más de un tercio de su condena y “estaba a punto de disfrutar de permisos penitenciarios”, lo cual aterraba a sus hijos, falleció tras sufrir un infarto. En el momento de su muerte, Raquel vivió una mezcla de sentimientos y, aunque le da apuro admitirlo, reconoce que lloró, pero no por su pérdida, sino “por la persona que podría haber sido y nunca fue”. “Sentí impotencia, pero a la vez tranquilidad”, asegura.

Ni Raquel ni sus hermanos recibieron ayuda psicológica ni apoyo económico de ningún tipo y nadie se interesó por cómo iban a salir adelante tras el brutal asesinato de su madre. Tampoco recibieron nunca una disculpa de ninguna institución o representante político. De hecho, el primer reconocimiento institucional que se le hizo a Ana Orantes llegó en 2019, cuando pusieron su nombre a una avenida en Sevilla. Después, cuenta Raquel, vendrían otros homenajes e incluso se ha creado la Escuela de Formación en Igualdad Ana Orantes, un curso formativo de dura un par de días. Este 2024, además, la Diputación de Granada nombrará a Ana Orantes hija predilecta de la provincia a título póstumo.”Ningún homenaje nos va a devolver a mi madre, pero estamos muy orgullosos de que se la recuerde”.

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