Ha llovido lo suyo desde la temporada 2011-2012, la última vez en la que el baloncesto europeo había disfrutado de Serge Ibaka hasta la actualidad. Fue entonces cuando el ala-pívot hispano-congoleño militó durante dos meses en el Real Madrid. Un cierre patronal afectaba a la NBA, que aquel curso retrasó su inicio y llevó a algunos de sus integrantes a buscarse la vida en el Viejo Continente para no perder comba. Recién proclamado campeón de Europa con la selección española, acordó vestirse la camiseta blanca durante 40 días, al igual que Rudy Fernández. El balear volvería para quedarse al poco tiempo. No sería el caso de su excompañero, pero aquella estancia corta a la par que intensa en la capital española dejó huella de forma generalizada.
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Serge Ibaka swats it away!, 12/10/2023
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“Tuvo acciones de esas que gustaban al público y que le enganchaban. Fue cuando el Palacio de los Deportes se empezó a llenar de nuevo”, confesaba Jota Cuspinera, ayudante de Pablo Laso por aquel entonces, al recordar el paso de Ibaka por la calle Goya. En total, disputó 12 partidos como madridista, y se quedó, como posiblemente todos, con ganas de más. “Dejo atrás un gran club y muy buenos compañeros. Sabía que este momento iba a llegar, aunque ahora es cuando mejor me encontraba. Me costó adaptarme a los sistemas tácticos, mucho más complejos en Europa que en la NBA. Para mí, la mayor diferencia entre los dos baloncestos; pero en los últimos encuentros, cuando me acoplé y mejoré mi condición física, pude demostrar cuál es mi verdadero nivel. Le agradezco al público su apoyo incondicional y me marcho a Oklahoma como un madridista más”, declaró en su momento a AS.
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Nada se había vuelto a saber de él en Europa desde su explosión en Manresa y este visto y no visto en el Madrid. El regreso tuvo que esperar hasta este septiembre, cuando Ibaka optó por aparcar su etapa estadounidense para recalar en el Bayern de Múnich. Él mismo dejó bien claro este miércoles, antes de un reencuentro con el conjunto merengue también especial para él, el porqué de su decisión: “La clave para mí es que Pablo Laso es muy buena persona. Y uno de los mejores entrenadores de Europa. Yo vine al Bayern porque estaba él”.
A sus 34 años, ha conseguido sentirse importante en una cancha de nuevo. Tanto es así que, ahora mismo, es la máxima referencia del Bayern en la Euroliga. Así lo señalan sus 16,2 créditos de valoración antes de medirse al Madrid, con 13,4 puntos, 7,1 rebotes, una asistencia y 1,4 tapones por choque. Sin duda, una de las grandes atracciones del duelo, en las filas visitantes, será Ibaka, por el caché que todavía mantiene impoluto.
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Resurgir a las órdenes de Laso
Al poner sobre la mesa el nombre de Ibaka, no se puede olvidar que estamos ante todo un campeón de la mejor liga del mundo. Pudo colocarse el anillo de la NBA gracias a los Toronto Raptors, que también eran los de Kawhi Leonard, Marc Gasol y Sergio Scariolo, en 2019. Antes, justo al término de la campaña en la que pasó brevemente por Madrid, se había quedado a las puertas de la gloria con los Oklahoma City Thunder. De compañeros, Kevin Durant, Russell Westbrook y James Harden: casi nada al aparato.
Ibaka pasó, además, por Orlando Magic, Los Angeles Clippers y Milwaukee Bucks, no llegando a debutar con Indiana Pacers. Logró colarse tres años consecutivos en el Mejor Quinteto Defensivo de la NBA y fue mejor taponador de la competición por partida doble, igualmente de forma consecutiva. Por el momento, ha dejado sus números en la tierra de las oportunidades en 12 puntos y 7,1 rebotes de promedio en 919 choques, repartidos a lo largo de 14 temporadas.
Necesitaba reencontrarse como baloncestista, ya que no jugaba desde el 1 de enero. Sus compases finales en USA (por el momento: “Nunca digas nunca”, afirma al respecto) fueron convulsos, sin el impacto de antaño a partir de una operación de espalda a la que se sometió en verano de 2021. Aquello parece totalmente olvidado en estos momentos, dulces como en los viejos tiempos para un Serge Ibaka que, por cierto, fue campeón del Eurobasket en 2011 y plata olímpica en Londres 2012 con España. “Siempre es bueno volver a ver a viejos amigos”, reconoce, agradecido sobremanera con el país que le permitió poder ganarse la vida entre canastas.