En 1988, David Cronenberg estrenó una de sus cintas más icónicas, Inseparables, que se insertaba dentro del subgénero de horror de ‘la nueva carne’. Se trataba de la historia de dos gemelos indistinguibles por fuera, pero diametralmente opuestos en su personalidad: uno era introvertido y el otro tan encantador como amenazador y los dos ejercían como ginecólogos en una clínica de Toronto, especializada en problemas de fertilidad femenina. El actor Jeremy Irons dio vida a estos dos hermanos componiendo uno de los grandes personajes de toda su carrera.
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La película se convertiría en un clásico de culto en el que los elementos quirúrgicos, las malformaciones corporales, el body horror y la locura más psicótica alcanzaron su máxima expresión dentro de un universo profundamente malsano.
Por eso, cuando llegó la noticia de que se iba a hacer una versión en formato serie, muchos pensaron que era una mala idea y que jamás podría alcanzar el nivel de maestría y truculencia del original.
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‘Inseparables’ en versión femenina y feminista
Sin embargo, la nueva ficción, que fue auspiciada por la actriz Rachel Weisz y creada por Alice Birch, guionista de películas como Lady Macbeth o la adaptación de la novela de Sally Rooney Normal People, tenía algunas sorpresas preparadas para los más escépticos.
En primer lugar, se trataba de una reinterpretación total de la película de Cronenberg, conservando su espíritu, pero creando un mundo particular en el que los gemelos pasaban a ser mujeres para adquirir una dimensión totalmente diferente en clave feminista a la hora de hablar de la maternidad y la violencia obstétrica.
Ahora, las hermanas se llamaban Bev y Ellie y su máxima ambición es la de abrir una clínica que transforme las reglas del juego a la hora de dar a luz. No tiene por qué haber dolor y, lo más importante, las mujeres no deberían morir en el parto por culpa de un sistema sanitario decadente y lastrado por la falta de personal y atención. Así, las embarazadas sin recursos, podrían contar con un cuidado personalizado sin tener que pasar por el infierno de los hospitales convencionales.
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Pero para llevar a cabo esta empresa, las gemelas Mantle, tendrán que asociarse a una dinastía farmacéutica cuyo capital ha sido amasado gracias a la epidemia de los opioides.
A través de todos estos cambios, se introduce un buen número de temas propios (en la mayoría de casos poco explorados e invisibilizados en las ficciones) que dotan a la serie de una conexión contemporánea de los más reveladora al hablar sin tapujos de la menopausia o la gestación subrogada, del aborto o la experimentación con óvulos.
Hay pocas ficciones en el panorama actual tan salvajes y transgresoras como Inseparables, capaz de abordar cuestiones tan incómodas como delicadas sin perder de vista la exquisitez formal y el tono oscuro marcado por el humor negro. Y tampoco se olvida de la sangre, ya sea justificada a partir de los partos (que se plasman con un realismo de lo más crudo) o de los experimentos genéticos.
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El trabajo de Rachel Weisz a la hora de interpretar a Bev y Ellie resulta descomunal, y obliga a aguzar los sentidos para saber de cuál de las dos se trata en cada momento. No es de extrañar que su trabajo haya sido recompensado con una nominación a los Globo de Oro en la categoría de mejor actriz en una miniserie. Y es que pocas estrellas se atreverían a tanto, a lanzarse a un proyecto tan kamikaze y políticamente incorrecto y repleto de aristas, tan brutal y desafiante.