El Centro Nacional de Inteligencia (CNI) ha vuelto a estar en el ojo de la tormenta en los últimos días. Esta vez, sin embargo, no por espiar a los dirigentes independentistas catalanes con el software israelí Pegasus, sino por haber sido traicionado por dos de sus propios empleados. Según ha trascendido, dos de sus agentes suministraban desde hacía tiempo información sensible a espías de la Embajada de Estados Unidos en Madrid, quienes ya han abandonado el país por petición del Gobierno español.
El CNI, dependiente del Ministerio de Defensa, descubrió la existencia de estos agentes dobles el pasado septiembre y uno de ellos -de gran trayectoria dentro del servicio de inteligencia- continúa desde entonces en prisión. No obstante, esta no es la primera vez que La Casa, como llaman al centro quienes trabajan en él, padece la existencia de un topo y, de hecho, los nuevos traidores han podido ser aprehendidos gracias a los procedimientos establecidos años atrás, tras lo sucedido con Roberto Flórez: el espía que se vendió a la Rusia de Putin por 145.000 euros.
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Antes de convertirse en el primer, y hasta ahora único, condenado por traición en la historia democrática de España, Flórez ostentaba un respetable currículum dentro del CNI. Nacido en 1965, ingresó a la Guardia Civil con 19 años y fue reclutado por el servicio de inteligencia en 1992, junto a otros agentes que serían destinados al País Vasco, para espiar a ETA.
Pronto Flórez hizo gala de grandes habilidades sociales que lo llevaron a entablar rápidamente vínculos con miembros del grupo terrorista. “Tenía don de gentes y logró hacer relaciones importantes, de un nivel bastante alto, en el entorno de la banda”, contó sobre él, en declaraciones a El País, un general que lo conoció, cuando ya había estalló el escándalo, en la primera década de este siglo.
Años en Perú y amistad con Alejandro Toledo
En 1997, el CNI decidió, ante el riesgo de ser descubierto por ETA, trasladarlo lejos de España, hasta Perú. En Lima, Flórez trabajó como ayudante del agregado de información de la embajada y, una vez más, se valió de su audacia y temeridad para infiltrarse en las altas esferas del poder político, en concreto, en el partido Perú Posible, el partido que por aquellos años era la fuerza opositora al gobierno de Alberto Fujimori. Tan bueno era en su trabajo que, durante su estadía en la capital del país andino, se ganó la confianza de Alejandro Toledo, quien años más tarde se convertiría en presidente del Perú.
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Sin embargo, su verdadera identidad salió a la luz en el año 2000. Un periodista del diario La República, tras hacer unas llamadas a la embajada española, publicó un reportaje que generó un gran revuelo en Lima y provocó el inmediato regreso de Flórez a España. Aquí es cuando la historia del espía se tuerce.
De vuelta en Madrid, Flórez mantuvo contactos con agentes de la División de Contrainteligencia, sobre todo los vinculados a operativos en Rusia, país al que incluso llegó a ser destinado en enero de 2004, aunque solo permaneció allí un mes antes de pedir -se dice que forzado- la baja del servicio de inteligencia. Todo indica que, haciendo uso nuevamente de su osadía, Flórez vulneró algunas normas de seguridad y perdió la confianza del CNI. La Casa aún no sospechaba, o al menos eso aseguraron más tarde, lo que había estado haciendo su agente en los últimos años y lo dejaron marchar.
Cartas con los rusos
Desde 2002, el CNI venía viendo cómo eran neutralizadas sus operaciones en Rusia por parte del servicio de inteligencia de Vladimir Putin. Pero fue en 2005, cuando uno de sus colaboradores rusos desapareció como si se lo hubiese comido la tierra (tiempo después se supo que había sido detenido), que el centro tomó conciencia de que tenían un serio problema puertas adentro. Sospechas que se terminarían confirmando con la ayuda de la CIA.
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Las investigaciones condujeron, en 2007, a la detención de Flórez, quien se había retirado a vivir a Puerto de la Cruz (Tenerife). En su domicilio se encontró la copia de una carta enviada, en diciembre de 2001, a la Embajada de Rusia en España ofreciendo sus servicios como topo. En ella solicitaba el pago de 200.000 dólares (145.000 euros en aquella época) a cambio de información sobre las operaciones secretas del CNI en Rusia.
Durante el juicio, se reveló que Flórez había suministrado, entre 2001 y 2003, numerosos informes confidenciales al SVR, el servicio de inteligencia heredero de la KGB de los tiempos de la Unión Soviética. Mucha de esta documentación sensible fueron también halladas en su casa de Canarias. En 2010, Flórez fue hallado culpable de haber traicionado a su país y condenado a 12 años de cárcel, que luego el Tribunal Supremo rebajaría a nueve. En la actualidad, el primer topo del CNI se encuentra en libertad tras haber cumplido su pena.