La probabilidad es un elemento azaroso que juega a favor o en contra dependiendo de otro naipe de la baraja, la suerte. En el caso del protagonista de No voy a pedirle a nadie que me crea, todo lo anterior se entremezcla para crear una gelatina compacta de mala suerte. Madrid ha abrazado el frío y Darío Yazbek (Ciudad de México, 1990) entra a la icónica librería Ocho Y Medio, especializada en cine, para hablar del personaje al que interpreta en la cinta de Fernando Frías de la Parra.
El largometraje, estrenado recientemente en Netflix, es una adaptación de la novela homónima de Juan Pablo Villalobos, autor mexicano afincado en Barcelona que tira de sátira en esta obra publicada en 2016 en la que la ficción y la realidad conviven con el humor. “Es un drama en el que te sientes mal por el personaje, pero también te da risa la situación porque dices ‘no puede ser que esto exista’”, indica el intérprete a Infobae España.
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Yazbek saltó a la fama con La casa del flores, otro ejercicio acrobático (de corte telenovelesco) de la mano de Manolo Caro. “Nos vemos mucho, pasamos mucho tiempo juntos y creo que eso también viene de la serie, que fue una locura”, indica el mexicano sobre sus compañeros de reparto, con quienes conforma “una familia”. Al contrario que el personaje de la cinta de Netflix, él si separa arte de autor y no cree en la filosofía de sacrificarse artísticamente para tener un relato jugoso que narrar. “Hay un cuestionamiento sobre la figura del artista como alguien que sufre para poder crear”, admite.
Calmado, y con muchos datos que enriquecen la entrevista, el actor dice que la gente le “toma como como psicólogo”, haciéndole partícipe de todo tipo de “crímenes”. “Será por el cuello de tortuga”, haciendo referencia al jersey que lleva puesto en el momento de la charla con este medio.
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Pregunta. En No voy a pedirle a nadie que me crea tu personaje supera muchos traumas y obstáculos. ¿Cómo te has sumergido en su vorágine de sentimientos?
Respuesta. Leí el libro cuando salió y me encantó. Conecté mucho con la forma de escribir de Juan Pablo, con su sentido del humor y también por una cuestión personal, porque la familia de mi mamá es de Sinaloa, pero vive en Guadalajara. Automáticamente entendí el universo al que se refería, que es específico al occidente de México. Él tiene un humor que puede llegar a parecer bullying, es muy ingenioso y muy chistoso. Por suerte me quedé con el papel y fue muy bonito el proceso, porque era fanático de la novela y ya estaba muy metido en la película. Quería mostrar un mundo que es meramente mío, por esa cuestión íntima y familiar. Sin embargo, aprendí que cuanto más cercano a casa, más difícil es separarlo y verlo con autocrítica, por así decirlo, con cierta distancia. Para eso Fernando fue muy bueno, porque creo que la parte más complicada de todo el proceso era encontrar el tono. En realidad, es un drama en el que te sientes mal por el personaje, pero también te da risa la situación porque dices ‘no puede ser que esto exista’. Soy una persona que siempre se ríe en momentos donde no debería y creo que la película tiene eso, ¿no? Es una historia romántica disfrazada de thriller, pero en comedia.
P. Has trabajado con Anna Castillo, que es una de las actrices más queridas en España. ¿Cómo ha sido la experiencia de compartir pantalla con ella?
R. Nos ubicábamos de algunos eventos, nos llevamos muy bien y nos reíamos mucho en el set. Yo estaba impresionado porque desborda talento. Era como, ‘dame un poquito’. Todos los actores de la película venimos de lugares muy distintos y eso es muy interesante para para un cast, porque tienes a Ana, tienes a Alexis Ayala, que es el malo de las telenovelas. También está Natalia, que viene del teatro y la danza. Todo era una especie de amalgama muy interesante.
P. Relátame una historia que, de contarla, nadie creería que fuese cierta, haciendo homenaje a la novela de Villalobos.
R. Hace poquito estaba en Los Ángeles y tuve una junta con una directora de reparto. El elevador se abre y aparecen seis judíos ortodoxos. Me dijeron ‘necesitamos rezar, necesitamos rezar ahorita’ y yo diciendo, ‘no puedo, tengo que ir a una junta’. Me acorralaron tanto que terminé rezando con ellos. No tenía ni idea de lo que estábamos haciendo y nomás me puse con ellos a rezar. Se abren las puertas del elevador y, en el lobby, me ven la directora de reparto y todas sus asistentes. Me dijeron: ‘¿Qué haces?’. También me pasa mucho que la gente me cuenta cosas que no debería, porque me hacen partícipe de un crimen. Ahora soy cómplice de una infidelidad o de cosas que no quiero saber, me pasa mucho eso. La gente me toma como como psicólogo. Será por el cuello de tortuga.
“La gente me cuenta cosas que no debería, porque me hacen partícipe de un crimen. Ahora soy cómplice de una infidelidad”
P. El personaje al que interpretas sacrifica ciertas cosas personales en pro de alimentar esa figura del genio creativo. ¿El fin justifica los medios?
R. Es muy interesante esa pregunta, porque para mí la película trata sobre el proceso creativo. Por un lado tienes todo el universo de escribir el libro, pero el personaje a veces no puede hacerlo porque tiene que ir a matar a un señor. Es una sensación de decir ‘voy a vivir esto para tener algo que contar’. Me parece muy interesante porque creo que hay un cuestionamiento sobre la figura del artista como alguien que sufre para poder crear. Yo me he dado cuenta, a base de golpes en la vida, que ese no es mi proceso, y creo que no es el proceso más sano para muchos. Sin embargo, es una moda que lleva ya varios años. La película también va de eso, de que lo que está contando Juan Pablo puede ser cierto o no, da para distintas versiones, ¿no? Creo que esas son las grandes preguntas de la novela y de la cinta.
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P. ¿En qué momento de tu carrera te encuentras ahora mismo?
R. En el mejor. Creo que es un momento interesante porque estoy dando pasos de madurez en muchos sentidos y empezando a hacer proyectos más serios. Eso me da un poquito de miedo a veces, porque uno puede ser aprensivo con el trabajo. Hay muchos proyectos que no me van bien para dar ese siguiente paso en mi carrera. Tengo esta película, tengo la que estrenamos en Venecia y tengo otras dos que saldrán el próximo año. Estoy empezando a crear esa parte más profunda y compleja de la carrera. Estoy escogiendo con mucha atención los proyectos que vienen bien, los que no... También hay una parte emocionante ahí, porque es como esta ley del universo en la que, si dices que no, vienen cosas mejores. Siento que también pasa así en las relaciones, ¿no? Si subes los estándares te vienen mejores cosas.
“Estoy escogiendo con mucha atención los proyectos. [...] Si subes los estándares te vienen mejores cosas”
P. Has demostrado ser un actor muy versátil. Lo mismo estás en Nuevo orden con Michel Franco que con Manolo Caro en La casa de las flores.
R. Los de La casa de las flores seguimos siendo familia. Nos vemos mucho, pasamos mucho tiempo juntos y creo que eso también viene de la serie, que fue una locura que se nos ocurrió. Manolo nos metió a todos en este camión y él sabía perfectamente hasta dónde iba a llegar. Es muy liberador poder hacer cosas distintas. Los actores que más admiro, y la gente que más me gusta como trabaja, es la que lo ve como un juego. Creo que los actores somos gente demasiado privilegiada porque ganamos dinero por jugar y hacer el tonto todo el tiempo. Nunca fui tanto de método, para mí la creatividad explota cuando estoy bien, disfrutando y seguro. Ahí es donde realmente agarré un camino muy claro hacia lo que estaba haciendo. Michel y yo empezamos juntos, tenemos esa especie de hermandad. Hemos ido de la mano, hemos hecho muchos proyectos, hemos repetido, es un gran amigo. En ese sentido, tener dos mundos que son completamente distintos me da mucho espacio para soltar frustraciones de uno y del otro. Creo que es buen balance hacer televisión y cine, porque te ayuda a liberarte un poquito, ¿no?