Ladrones de tumbas, raves techno y Léa Seydoux contra la Inteligencia Artificial: así ha sido el Festival Márgenes 2023

La Sección Oficial del certamen celebrado en Madrid nos ha dejado grandes títulos llegados de otros países europeos

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Imagen de 'After' de Anthony Lapia
Imagen de 'After' de Anthony Lapia

Internet y las redes sociales nos han traído muchas cosas buenas, como una democratización de la opinión o un mayor acceso a películas y series. Sin embargo, con ello se ha perdido también un poco algo tan importante a la hora de enfrentarse a una obra como es el misterio, la incertidumbre. Hoy día no hay casi nadie que no vaya a ver algo sin tener antes información previa: la sinopsis, los actores que salen... en muchos casos incluso habiendo visto un tráiler antes, y ya sabemos todo lo que desvelan esos supuestos adelantos. El ir completamente a ciegas a una película resulta algo casi imposible en la actualidad, y por eso resulta una sensación tan fascinante y refrescante a la vez seguir descubriendo propuestas originales que te sorprendan por completo.

Así se podría definir en buena medida el Festival Márgenes de Madrid, que ha celebrado estos días su decimotercera edición trayendo algunos de los grandes títulos del año llegados de otros grandes festivales como Cannes, Venecia o Berlín. Su Sección Oficial prometía, pero el resultado final ha sido mucho más gratificante del que uno podía esperar, precisamente por la originalidad y valentía de sus propuestas.

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Cavando tumbas con Alice Rohrwacher

La aventura comenzaba en Italia de la mano de la directora Alice Rohrwacher con la historia de Arthur El inglés (Josh O’Connor), un joven que regresa al pueblo de la Toscana de su difunta pareja para reencontrarse con su familia, con sus amigos y de paso consigo mismo. Además de arqueólogo experto, Arthur tiene un curioso don: puede encontrar, de forma muy parecida a los zahoríes con los pozos de agua, todo tipo de tumbas escondidas en la tierra.

La mayoría de ellas acaban perteneciendo a antiguos etruscos, los ante pasados del propio pueblo italiano y quienes tantos años después proveen a Arthur y sus divertidos amigos de un sustento económico, pues se dedican a saquear las tumbas y vender los objetos del ajuar a un intermediario de museos y colecciones privadas.

Lo que comienza siendo una divertida historia de ladrones de tumbas —por el costumbrismo que otorga la toscana, el fascinante inframundo y el carisma de los amigos italianos de Arthur— pronto comienza a tornar en algo más sombrío y profundo. El aura de realismo mágico de la directora de El país de las maravillas y Lazzaro feliz pervive, aunque el comentario sociopolítico torna su mirada hacia el cuestionable negocio de los protagonistas, pero también al devenir de un país que tantos años después sigue sumido en la miseria y teniendo que robar a sus propios antepasados para subsistir.

Imagen de 'La Chimera'
Imagen de 'La Chimera'

De after por la París pos-Bataclán

De la Toscana viajábamos a la noche parisina, y no a la romántica y sofisticada que solemos ver en el cine. En su lugar nos sumergíamos en una discoteca, pero no una cualquiera, una reve de techno. “Berlín es a los niños del techno lo que la India a los hippies”, se puede escuchar a un personaje durante el filme, y es una buena metáfora y la vez declaración de intenciones de la película. Porque en After de Anthony Lapia no hay una intención ni de idealizar la noche y sus drogas ni tampoco de demonizarlo. Al contrario, se muestra como un ambiente relativamente sano, en el que la gente se respeta la una la otra, comparte lo que tiene y sobre todo lo da todo al son de la música.

La experiencia inmersiva de After se entremezcla también con cierto comentario sociopolítico, el de la historia de un conductor de Uber que sale de la rave para pasar la noche con una abogada penalista. En esas conversaciones de madrugada, en las que no se dice nada pero se dice todo, Lapia introduce de forma ligera pero concienzuda una reflexión sobre la realidad que viven los musulmanes parisino tras los atentados del Bataclán, a saber, la persecución policial y las miradas prejuiciosas de la gente allá donde van.

Imagen de 'La Bestia', de Bertrand Bonello
Imagen de 'La Bestia', de Bertrand Bonello

La invasión de los ultracuerpos de inteligencia artificial

Sin movernos de lugar pero sí de tiempo, La Bête de Bertrand Bonello —autor de propuestas tan radicales como Nocturama o Casa de toleranciase sitúa en 2044, un futuro distópico pero no tan alejado de la realidad que se nos avecina. Un mundo en el que la Inteligencia Artificial ha ocupado buena parte del sector laboral y dejado al resto de humanos sin ocupación o con tareas de lo más simples. Trabajar pasa por “purificar el ADN”, es decir, dsehumanizarse para poder operar sin que las emociones humanas puedan interferir. A ese proceso se somete Gabrielle Monnier, quien comienza a vivir otras vidas —como dama adinerada a principios del siglo XX o aspirante a modelo en 2015— sin una aparente conexión, pero con varios lazos en común: el miedo y la presencia de un joven (George MacKay) que la persigue como en un sueño.

La película de Bonello es una aguda reflexión sobre el papel de la Inteligencia Artificial y hacia dónde nos está comenzando a llevar hoy día, hacia una agilización de muchos procesos pero a costa de eliminar el componente humano de cada tarea. Es también una lúdica reinterpretación a las muchas maneras que tiene el cine de mostrar la misma historia, evocando por momentos a Hitchcock, a Brian De Palma o incluso a Henry James, en cuya historia original se basa libremente. En definitiva, películas en las que perderse y no siempre encontrarse, pero que demuestran que un año más el Festival Márgenes mantiene una capacidad cada vez menos presente en nuestra realidad de algoritmos y fórmulas: el misterio y la incertidumbre.

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