Sin ser el candidato más votado, Pedro Sánchez cumplió su objetivo el 23-J: “Habíamos ganado. Y teníamos la oportunidad de conformar una mayoría”. Así lo afirma el propio presidente del Gobierno a través de su nueva obra, Tierra firme (Península, 2023). Lo cierto es que Sánchez nunca perdió la fe a pesar de adelantar las elecciones tras la derrota electoral del 28 de mayo. Solo admite un momento en el que sus esperanzas de revalidar en La Moncloa disminuyeron, el único cara a cara con Alberto Núñez Feijóo durante la campaña.
“Tampoco fue mi mejor día: quizás me faltó ímpetu para rebatir sus falsedades. Salí de allí con la sensación de haber dado un tropiezo. Y solo quedaban dos semanas para las elecciones”, relata Sánchez en el libro escrito en primera persona a través de Irene Lozano. El resultado no estaba claro hasta el momento del recuento de los votos. “Las encuestas imaginarias erraron hasta el último momento, hasta esa tarde del 23-J en que circulaban por WhasApp y hacían torcer el gesto a mi madre. Pero yo confiaba en la victoria más que el primer día”, remata.
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A lo largo de sus 384 páginas, Sánchez hace un recorrido hasta la noche electoral del 23 de julio de 2023″, el día en el que “la sociedad había hablado” después de “cuatro años de mentiras, ataques y juego sucio”. Y es que el líder del Ejecutivo decidió adelantar los comicios generales, previstos para diciembre, tras el golpe del 28 de mayo, a pesar de que “la pérdida de poder institucional era mucho mayor que la merma de sufragios”.
“El PP había exacerbado hasta tal punto los ataques contra mí que aquello me interpelaba personalmente”, confiesa Sánchez acerca del panorama político que pintó aquella cita con las urnas, pues “la ultraderecha iba a formar parte de numerosos gobiernos en nuestro país”. “No se podía subestimar lo ocurrido. Era el momento de decidir qué camino tomaba el país. O sociedades abiertas o sociedades cerradas: ese es el dilema que se plantean hoy las sociedades del mundo. Para un partido socialdemócrata como el nuestro, la elección no presenta ninguna duda”.
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La mejor forma de “clarificar la situación” era convocando elecciones generales, una decisión que comentó en primera instancia con su mujer, Begoña. “Aunque intento dejar las cuestiones políticas fuera del ámbito de mi familia, Begoña es un apoyo fundamental para mí en cualquier encrucijada. Aquella noche también lo fue”, narra el presidente del Gobierno, que posteriormente telefoneó para reunir en la Moncloa a María Jesús Montero, como vicesecretaria general; Santos Cerdán, secretario de Organización; Félix Bolaños, ministro de la Presidencia; y Óscar López, director de gabinete.
“Al verlos entrar en la sala de columnas del palacio percibí hasta qué punto se encontraban abatidos por el resultado. La reunión comenzó pasada la una de la madrugada”, añade. Tras explicar su lectura de los resultados, los cuatro estuvieron de acuerdo en el adelanto electoral era “la mejor solución”. “A ninguno se nos escapaba la complejidad del momento y la dificultad de darle la vuelta a la situación. Estaba claro que nos encontrábamos en las horas más bajas y remontar no sería fácil”, remacha.
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Sobre la fecha, Sánchez comenta en el libro que se debatió convocar la cita en septiembre, pero prefirió fijar la fecha el primer domingo que hubiera posibilidad legal. “Todo el tiempo añadido daría mayores oportunidades a la derecha de empañar los logros de la legislatura y acabar desbaratando el buen trabajo realizado, me resultaba tan evidente como la ley de la gravedad”, comenta.
“Pinchar la burbuja del antisanchismo”
Desde el 29 de mayo, cuando anunció la fecha de las elecciones, hasta el 23 de julio, hubo altibajos en las filas socialistas. ”No siempre lo creyó todo el mundo”, pero Sánchez sí creyó “desde el primer momento” que podía “lograr la victoria, es decir, obtener un resultado que frenara a la derecha y la ultraderecha”. Durante ese tiempo, Sánchez se dedicó a “pinchar la burbuja del antisanchismo” y “movilizar a la España que quiere avanzar” frente a los pactos de PP y Vox que fueron materializándose a lo largo de esos meses.
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El PSOE con su candidato a la cabeza se sobrepuso al “tropiezo” del cara a cara con Feijóo. Esa cita, celebrada el 10 de julio, fue un “punto de inflexión”, pues “se empezó a poner en cuestión su credibilidad y se vio en apuros para defenderla”. “La mendacidad es un rasgo de la personalidad política de Feijóo que quedó desenmascarado durante la campaña. Y esa revelación comenzó en el cara a cara: se permitió mentir en un tema tan sensible como las pensiones”, recuerda, además de poner el acento en que fue “inevitable que surgiera el asunto más turbio que tiene a sus espaldas”, esto es, su relación con el narcotraficante Marial Dorado.
Entre los momentos más llamativos de la campaña, Sánchez narra cómo se fraguó su entrevista en el pódcast de La Pija y la Quinqui, cumpliendo así con su objetivo de “acercar la política a la gente que la siente distante”, y cómo fue capaz de “disolver el odio con humor” al revertir el insulto de la derecha de “Perro Sánchez”. Esta última fue “la lección más importante de la campaña”, mientras que la primera le hizo reflexionar sobre la importancia de emitir los mensajes “en todos lo formatos” para que llegue a todo el mundo.