Cuando ni tu propia gente te reconoce, está claro que algo falla. Es lo que sucede en estos momentos en el seno de un Sevilla que quería mirar de tú a tú a los mejores y, de momento, vaga sin rumbo tanto en LaLiga como en la Champions. Lo reconoce, sin paños calientes, el segundo entrenador que ha pasado por Nervión esta temporada, Diego Alonso: “Tenemos que respetarnos nosotros mismos”. Algo que no ha conseguido inculcar el sustituto de José Luis Mendilibar, ya que todavía no conoce la victoria con el club en ninguna de las dos competiciones de referencia. Lo cual, por tanto, no le hace inmune al mal de males para los hispalenses desde septiembre: ni un solo triunfo en el Ramón Sánchez-Pizjuán.
Decimoquinto a nivel doméstico (dos victorias, seis empates y cinco derrotas) y recién eliminado de la Copa de Europa tras caer el miércoles por 2-3 ante el PSV Eindhoven, la crisis es un hecho. Y, lo peor, es indiferente jugar fuera que en casa, donde el Sevilla certificó que o entra en la Europa League o se despide de la campaña europea. No parece el mejor momento para recibir a un Villarreal que, todo lo contrario, acumula tres triunfos consecutivos desde que Marcelino regresó a su banquillo.
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Con cuatro derrotas y cuatro empates en su haber, Alonso está en la cuerda floja. La primera experiencia del uruguayo en el fútbol del Viejo Continente no está cuajando, con el Quintanar, en la Copa del Rey, como único rival al que ha conseguido superar. El agujero del Sevilla sería menor si las prestaciones mejorasen cuando se juega de local, pero no es el caso desde el pasado 26 de septiembre.
Dos meses sin ganar al calor de su público
Entonces, un 5-1 contra el Almería, aún con Mendilibar al frente de la nave, resultó, a día de hoy, la última cosecha de tres puntos ante la parroquia sevillista. Anteriormente, sólo se había conseguido idéntico botín frente a Las Palmas, el 17 de septiembre y por 1-0. El resto de resultados en el Sánchez-Pizjuán este curso 23-24 no han propiciado muchas sonrisas que se diga.
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En agosto, se perdió 1-2 tanto el día 11 con el Valencia como el 26 con el Girona. En septiembre, se empató 1-1 el día 20 con el Lens. En octubre, hubo dos empates: 2-2 el día 7 con el Rayo y 1-1 el día 21 con el Real Madrid. Además de una nueva derrota por 1-2 el día 24 con el Arsenal. Ya en noviembre, se empató 1-1 el día 12 en el derbi con el Betis y llegó la derrota fatal para las aspiraciones europeas, el 2-3 del pasado día 29 con el PSV.
Con el casillero victorioso aún por estrenar a domicilio, la escasez de réditos en este sentido también como anfitrión lleva a que cada partido haya pasado a ser una final para el Sevilla. Si las cosas siguen sin cambiar este domingo y la mala situación se agudiza, la continuidad de Diego Alonso se agotará antes o después. Con las bajas acumulándose por momentos, sobre todo en defensa, las perspectivas no son halagüeñas.
“El equipo juega bien, pero no obtiene resultados, y es difícil sostener y repetir un discurso, pero la realidad es que hay que trabajar porque al equipo se le ven cosas buenas. El camino está ahí”, confía el técnico. De encauzar el rumbo, más si cabe en su estadio, evitará que haya un tercer preparador para los blanquirrojos en cuestión de meses. Un escenario para nada descabellado hasta que alguien diga lo contrario en el campo y en la banda.