Todo llega, hasta los submarinos. Diez años más tarde de los previsto y con una inversión 1.771 millones de euros superior a lo presupuestado inicialmente, la Armada pasa a jugar en la liga de los países capaces de diseñar y construir sus propios sumergibles. La entrada en servicio este jueves del submarino S-81 Isaac Peral, el primero de las cuatro unidades que conformarán la familia S-80, marca un hito en la historia de la industria naval española y, con la rimbombante ceremonia oficial que tendrá lugar en Cartagena (Murcia) para celebrarlo, se intentará dejar atrás todos los inconvenientes que hubo de superar el Ministerio de Defensa para concretar el que, hasta la fecha, es el mayor proyecto militar jamás emprendido por España.
“El S-80 no puede pasar de ser villano a héroe ahora que se va a entregar a la Armada”, sostiene en diálogo con Infobae España Carlos Delgado, asesor y analista independiente en temas de defensa. Y es que el programa para dotar a la fuerza naval de nuevos submarinos -algo que no sucede desde 1985- ha sido durante muchos años un dolor de cabeza para el gobierno de turno, dado que nada de lo ideado por la administración de José María Aznar, en sus últimas semanas al frente del Ejecutivo, salió como estaba previsto.
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Los planes iniciales eran que el submarino que este jueves incorpora la Armada fuera botado en 2011 -finalmente ocurrió en 2021- para empezar a operar dos años más tarde. Sin embargo, en 2012, con las cuatro embarcaciones en diferente etapas de desarrollo, todo saltó por los aires cuando se descubrieron importantes errores en el diseño: los buques estaban sentenciados a sumergirse -como todo submarino, sí- pero jamás podrían regresar a la superficie por un exceso de peso en su estructura. El primer sumergible 100% español no flotaba.
No quedó otra que pedir ayuda al aliado Estados Unidos y, con la colaboración de la US Navy y la firma Electric Boat, se alcanzó, en 2016, un nuevo diseño: el S-80 Plus, diez metros más largo que el boceto original —para un total de 80,81 metros— lo que aseguraba su capacidad de flote. Esta situación no sólo obligó a Navantia a redefinir el calendario de entregas sino que también forzó al gobierno de Pedro Sánchez a ampliar, en 2018, el presupuesto original de 2.135 millones hasta los 3.906 millones de euros, un 83% más de lo planificado 14 años antes.
“El submarino convencional más moderno del mundo”
Una vez superados todos los problemas, ahora la industria naval española puede presumir de tener un buen producto al que no duda en promocionar como “el submarino convencional más avanzado del mundo”. Convencional porque su propulsión no es nuclear sino diésel-eléctrica, mientras que eso de “más avanzado” le viene por su innovador sistema AIP, que posibilita que el S-80 permanezca semanas sumergido sin necesidad de salir a la superficie para recargar baterías, gracias al uso de hidrógeno a partir del procesado de bioetanol y oxígeno para generar energía eléctrica.
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No obstante, esta capacidad, una clara ventaja tecnológica frente al resto de buques similares, no está equipada en el Isaac Peral debido a, cómo no, retrasos en su desarrollo por parte de la firma Abengoa. “El S-81 es probablemente el submarino convencional más caro que se haya construido al no incorporar el sistema de propulsión AIP, que es lo que realmente le da valor añadido”, afirma Delgado. No será hasta la tercera unidad de la clase, el S-83 Cosme García, cuando esta innovación tecnológica esté integrada en el buque desde su entrega, mientras las dos primeras la tendrán una vez se sometan a su primera gran carena.
Con la entrega del S-81, ahora las dudas están puestas en que se puedan cumplir las fechas que, por el momento, aún baraja Navantia para la entrada en servicio de los restantes tres submarinos -diciembre de 2024, octubre de 2026 y febrero de 2028-, más aún si se tiene en cuenta que la segunda embarcación, el S-82 Narciso Monturiol, todavía no ha sido puesta siquiera a flote. A pesar de esto, como destaca Delgado, que la Armada cuente con un nuevo sumergible siempre es una buena noticia: “La constatación de España como uno de los pocos países con autoridad de diseño y capaces de construir submarinos es de celebrar. De ahora en más, cualquier marina que quiera modernizar su arma submarina deberá tenernos como referencia de primer nivel”.
El armamento de los submarinos S-80
Los futuros submarinos de la Armada española, que poseen seis tubos lanzatorpedos de 533 milímetros, dispondrán de un amplio armamento que consiste en minas, torpedos y misiles antibuque con capacidad de atacar también objetivos terrestres. Así, la nueva flota de sumergibles de España estarán equipado con torpedos pesados y filoguiados DM2A4, que fueron adquiridos, en 2005, a la compañía alemana Atlas Elektronik por algo más de 75 millones de euros.
Este torpedo destaca por haber sido el primero en poseer un carrete que aloja un cable de fibra óptica que lo conecta al submarino y que al ser lanzado se va desenrollando a medida que se aleja del buque. Este cable permite la transferencia de información entre el arma y el sumergible, posibilitando su guiado. El producto germano presenta un peso de 1.500 kg y 6,6 metros de longitud, pudiendo alcanzar velocidades de hasta 90 km/h. Además, tiene un alcance de hasta 50 km en su versión corta y de hasta 140 km en la larga.
Asimismo, los S-80 desplegarán misiles Harpoon Block II, fabricados por Boeing. Desde la empresa estadounidense explican que los Harpoon emplean un sistema de guiado de búsqueda activa por radar y sigue una trayectoria de crucero a ras del mar para una mayor eficacia. La submarinos de la Armada estarán equipados con la versión naval del sistema, denominada UGM-84, que cuenta con un impulsor de combustible sólido encapsulado en un contenedor para permitir su lanzamiento desde debajo de la superficie. Esta versión puede impactar con sus 221 kg de explosivos en objetivos a una distancia de hasta 120 km, a una velocidad de Mach 0,85. Cada misil pesa 628 kg y tiene una longitud de 4,6 metros.