“La dificultad puede ser una oportunidad”, decía Ancelotti, confiado en el vigor de sus jugadores, antes de enfrentarse al Cádiz. El Real Madrid se dejó ver por el Nuevo Mirandilla con la enfermería desbordada. A las bajas de Courtois, Kepa, Militao, Tchouaméni y Güler se unieron Vinicius y Camavinga, apartados de los terrenos de juegos durante dos meses y medio por el ‘virus FIFA’. Pero tan sólo hacía falta que los futbolistas plasmaran la idea de Carlo sobre el terreno de juego. Uno de los elegidos por el italiano fue Brahim Díaz, quien buscaba su redención definitiva tras dos grandes partidos ante Braga y Valencia, sin embargo, su problemas estomacales cedieron el testigo de la titularidad a Rodrygo.
El brasileño fue un puñal, especialmente cuando caía al costado izquierdo, desde ahí destrozó al Cádiz e hizo lo propio días después con el Nápoles. Ante el conjunto partenopeo emuló su actuación del Nuevo Mirandilla firmando otro golazo por la escuadra, eslalon mediante, para alimentar el debate su posición. Desde el flanco zurdo los regates le salen solos y sus disparos se besan con la red.
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Gol histórico
Así desterró de manera definitiva la crisis goleadora que llegó arrastrar más de dos meses, concretamente desde la primera jornada liguera. El anotado ante el Nápoles prolonga su idilio con la máxima competición europea y le permite entrar en la historia del Real Madrid. Con 18 goles anotados, se sitúa como el brasileño que más goles ha marcado en Champions por delante de Vinicius (17) y Ronaldo Nazario (16) e iguala con Pirri en el décimo puesto del top-10 máximos goleadores históricos del club blanco.
Su efectividad ante el Nápoles da continuidad a los destellos mostrados en los últimos encuentros del Real Madrid ante Valencia, Braga y Cádiz. Los blancos festejaron 13 goles ante los mencionados rivales y Rodrygo participó de manera activa en nueve de ellos. Sinco goles –uno ante el cuadro luso, sendos dobletes contra el conjunto valenciano y gaditano y otro ante el Nápoles– y cuatro asistencias. Su relación con el gol atraviesa su mejor momento en un tramo vital para las aspiraciones de su equipo, mermado por la gran cantidad de bajas, pero obligado a competir por todos los títulos en mayo. Y eso pasa por ir sacando adelante los partidos sin importar las circunstancias.
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La presión de su nuevo rol
Rodrygo no empezó la temporada tan prolíficamente de cara a portería. Anotó en el estreno liguero ante el Athletic y desde aquel partido, en el mes de agosto, llegó a acumular más de 800 minutos sin celebrar, una situación desconocida para un chico que en sus primeros años de blanco se ganó el apodo de Rodrygol. Este año, sin embargo, las circunstancias obligaron a Rodrygo a encarar un escenario diferente al de años anteriores en el que partía como revulsivo desde el banquillo. La salida de Benzema y la ausencia de un remplazo de garantías le convirtieron de golpe en el máximo referente goleador del equipo.
“Es una presión positiva saber que la gente confía en ti. Me veo así en este nuevo ciclo, y creo que puedo estar a la altura de esas expectativas que se han depositado sobre mí. No marcar goles durante un tiempo le sucede a todos los delanteros y es frustrante, pero a veces es una cuestión de mala suerte. La ansiedad puede ser un obstáculo en este sentido”, reflexionaba durante el parón con su selección en el mes de octubre. Poco más de un mes después, su situación de cara gol ha cambiado radicalmente. Desde el club le consideran un futbolista clave para el Madrid del futuro. De momento, en el presente, Rodrygo ha conseguido dejar atrás su sequía cuando más lo necesitaba su equipo. Este miércoles, frente el Nápoles y en la competición donde más noches de gloria ha gozado, prolongó su idilio con el gol y entró en la historia madridista.