La brecha de Oporto se ha curado 13 meses después, con De Kuip como escenario y bajo los ‘olés’ de los aficionados rojiblancos. Los mismos que hace poco más de un año presenciaron en directo la muerte europea de su equipo, en fase de grupos, este martes festejaron el billete a octavos de final subidos a lomos de Griezmann. Esta vez no marcó, no le hizo falta para liderar a los rojiblancos. Mejora todo lo que pasa por sus botas. Las jugadas adquieren otro ritmo, otro sentido cada vez que el francés se entromete en ellas. No anotó, pero sí festejó. Los goles llevaron la firma de Geertruida y Santi Giménez en propia puerta y Hermoso restituyen al Atlético entre los 16 mejores equipos del Viejo Continente dos temporadas después. Róterdam fue la curación de Oporto.
Necesitaban ganar y ganaron y eso que el Feyenoord salió a evitarlo como se sabía que iba a hacerlo. Enrabietado, intenso, como un gato cuando tiene un exceso de caricias. El arañazo llegaba a través de las internadas de Minteh que hicieron dudar al Atlético en los primeros minutos. Caído a la derecha, sus cambios de ritmo fueron un dolor de cabeza que reclamaban constantes ayudas de De Paul a Riquelme y Hermoso, que les había tocado bailar con la más fea. Al Atlético le costó salir de su campo durante los instantes iniciales, salieron fríos, todo lo contrario del conjunto neerlandés que, tras la victoria de la Lazio, sabía que o calcaba el resultado o se quedaba sin opciones de pasar a octavos.
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De Minteh a Geertruida
A los de Simeone les costó varios minutos e internadas de Minteh mirar de tú a tú al Feyenoord. Lo consiguieron con De Paul pegándose al joven gambiano y metiendo el miedo en el cuerpo a los de Slot con un contragolpe dirigido de fábula con un taconazo de Griezmann, pero finalizado de manera errática por Morata. El español dudó mientras se iba acercando al área y acabó disparando al muñeco. El español es de esos delanteros que define mejor de primeras, cuando la jugada no necesita de pensamientos.
Aunque dos minutos después, sin tiempo para las lamentaciones, a los rojiblancos les abrió el camino. O mejor dicho, lo abrió Geertruida. Witsel dudó a la hora de ir a rematar un centro lateral y sus dudas contagiaron al defensa y meta neerlandés. Ni uno ni otro se decidió a ir a por el balón, así que se coló en su meta. La fortuna sonrió a un equipo al que tradicionalmente le ha sido esquiva en la competición innombrable para sus aficionados. Enmudeció De Kuip y más pudo haberlo hecho si Anthony Taylor señala un agarrón a Morata dentro del área. Un latigazo de Griezmann al palo recorrió el estadio neerlandés como un spoiler de los que estaba por venirse minutos después.
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Simeone, en la mesa de Ferguson y Wenger
Hermoso dio tranquilidad a su equipo con una preciosa y precisa vaselina que solo él sabe si esa era su intención. El pase, por cierto, se lo había filtrado a la espalda de la defensa un Barrios que se sacó en Rótderdam un curso intensivo de competitividad. Sin embargo, el Atlético está abonado a sufrir y lo hizo durante unos minutos tras el gol de Wieffer. El sufrimiento duró el tiempo que tardó Santi Giménez en emular a Geertruida y marcarse en propia el día que se presentaba en sociedad al Atlético, equipo con el que ha sido relacionado.
Simeone afrontó así el tramo final de partido algo más tranquilo, lo que se lo permite su particular forma de entender el fútbol y ser el único entrenador, junto a Ferguson y Wenger que ha dirigido 100 encuentros a un mismo club en Champions. Con tres grados de temperatura, el argentino se puso a cien. Sopló las velas logrando el billete a octavos, su novena vez en once temporadas, excede en siete el número de fases de grupos superadas por los colchoneros antes de su llegada al banquillo. Pero aún hay quien piensa que su obra estará inacabada si no gana la Champions. Ya saben, los hay tan pobres que sólo tienen dinero.