En 2013, el dramaturgo y académico Juan Mayorga recibió el Premio Nacional de Literatura Dramática por su texto La lengua en pedazos, basado muy libremente en la Vida de la Madre Santa Teresa de Jesús en el que el autor imaginaba a la religiosa manteniendo una conversación, a modo de duelo dialéctico, con un inquisidor que intentaba enfrentarla a sus dudas y miedos, al mismo tiempo que parecía conocer todos sus secretos pues, en realidad, era fruto de su propia imaginación o, más bien, de su necesidad de redimirse de sus particulares demonios.
La acción tenía lugar en la cocina del convento donde residía la monja y, a través de la palabra, Teresa demostraba su carácter subversivo a la hora de no plegarse a las posiciones oficiales de la Iglesia a la hora de defender su fe.
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Paula Ortiz pudo ver una de las representaciones y le provocó una conmoción muy fuerte por traer a la corporeidad, en el ring de un teatro, a un personaje que se exponía a sus peores rivales y a sus grandes conflictos existenciales mientras corta cebolla.
Ella había leído a Teresa por un acercamiento puramente poético cuando estudiaba y ya le había impresionado mucho por la forma en la que se enunciaban una serie de contradicciones internas que la interpelaban de forma directa. Sin embargo, a pesar de que para ella era una poeta constituyente, a la que además consideraba una reformadora, no fue hasta que vio La lengua en pedazos cuando se dio cuenta de que quería abordarla a través de su cine.
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“Percibí de que su discurso conectaba con nuestro tiempo y que su valor histórico hoy era muy potente. Fue una mujer capaz de determinar que, si una regla no funcionaba dentro de las estructuras, había que cambiarla y por eso desestabilizó el poder, y lo hizo desde el silencio: doce mujeres en una casa rezando en silencio. Y eso hace tambalear el sistema. Por eso, continúa siendo una figura tan revolucionaria en la actualidad, tan radical. Si ahora una mujer hiciera lo mismo que Teresa, se le consideraría igual de subversiva”, cuenta la directora a Infobae España. “Para mí es un personaje abismal y prisma de nuestra cultura, precisamente por eso también muy reapropiado por todas las agendas políticas y muy manipulado”.
Una adaptación que invita a la reflexión
Cuando le propuso la adaptación cinematográfica, Mayorga descubrió en Paula Ortiz a una persona de una enorme pasión y cultura. “Tiene algo de teresiano”, comenta el autor. “Tanto mi obra de teatro como la película no son versiones del libro de la vida de Teresa, son más bien creaciones construidas a la escucha de Teresa y, por eso, empecé a imaginar que esas afirmaciones que hacía en sus textos, pudiesen ser respuestas a un interrogador y poco a poco fue apareciendo en mi cabeza la imagen de un enemigo íntimo, de un alter ego con el que ha de reencontrarse, pero solo una vez, para establecer un combate decisivo que no tienen un segundo asalto”, continúa Mayorga.
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El autor quiere puntualizar que no estamos frente a la filmación de una obra de teatro, sino ante una creación autónoma en la que Paula Ortiz no solo ha sido capaz de llevar la pieza al lenguaje cinematográfico, sino a su propio universo. “Y, además, con esos dos actores inmensos que son Blanca Portillo y Asier Etxeandia”.
En la película se aborda la vida de Teresa desde sus diferentes etapas vitales, desde la niñez luminosa marcada por las lecturas y la relación con sus progenitores a la adolescencia (encarnada por Greta Fernandez) y sus contradicciones hasta la madurez a través del encuentro con esa figura del inquisidor que sirve para hacer repaso de sus experiencias, así como de sus inseguridades más íntimas.
Es verdad que Teresa por su singularidad fue una personalidad incómoda y desestabilízate. Por eso Paula Ortiz defiende que la reflexión y la determinación son armas potentes para avanzar. “Si tuviera que elegir una idea sobre la película sería la duda como herramienta contra cualquier totalitarismo”, comenta. A lo que Juan Mayorga añade “lo que más me avergüenza de la situación actual es la falta de escucha, solo se busca la desacreditación, y así no se hace comunidad. Creo que debemos gritar menos y escuchar más”.