Manuel Martín Cuenca (‘El amor de Andrea’): “Pienso en la cantidad de planos que habrá rodado Ridley Scott para ‘Napoleón’ y me da pereza”

El director español, después de trabajos como ‘Caníbal’ o ‘El autor’, cambia de registro para ofrecernos una película marcada por el realismo cotidiano y la transparencia emocional

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Manuel Martín Cuenca dirige a la joven Lupe Mateo en 'El amor de Andrea'
Manuel Martín Cuenca dirige a la joven Lupe Mateo en 'El amor de Andrea'

Pedofilia, canibalismo, incesto, son algunos de los tabúes que ha abordado el cineasta Manuel Martín Cuenca a lo largo de una carrera que parecía ir enfocada a escarbar en la trastienda de la sociedad a través de algunos de los monstruos (siempre masculinos) que se esconden entre sus pliegues.

Debutó en el largometraje con La flaqueza del bolchevique, adaptación de la novela de Lorenzo Silva, con Luis Tosar y María Valverde, sobre la fascinación de un hombre maduro hacia una menor y alcanzó una gran repercusión gracias a Caníbal, protagonizada por Antonio de la Torre, en la que perfiló un estilo austero y repleto de silencios y significados internos.

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Le seguiría la sátira El autor, basada en un relato de Javier Cercas, gracias a la que Javier Gutiérrez conseguiría el Goya al mejor Actor y el tremendo thriller La hija.

Tráiler oficial de 'El amor de Andrea', la nueva película de Manuel Martín Cuenca.

Ahora, con El amor de Andrea, el cineasta cambia completamente de registro para contar la historia de una adolescente, con dos hermanos pequeños, que asiste al divorcio traumático de sus padres al mismo tiempo que tiene que madurar a marchas forzadas para hacerse cargo de la casa mientras su madre trabaja.

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“Creo que tenía una especie de necesidad de explorar otras cosas, de hablar de otras cuestiones más a ras de suelo con las que todos nos pudiéramos sentir identificados a través de un drama común sin artificios y, en ese proceso, también descubrí que quería poner la cámara en otro lugar diferente, más cercano a los personajes”.

Búsqueda personal, entre la deconstrucción y la experimentación

Es cierto que el concepto de familia ya había aparecido en otras de sus películas, pero en este caso, se aproxima a ella desde una conexión más empática, a través de esos pequeños y grandes problemas a los que tendrá que hacer frente Andrea, así como a la lucha personal repleta de interrogantes sobre el derrumbe de su estructura íntima.

Lupe Mateo cuidando a sus hermanos en la ficción en 'El amor de Andrea', de Manuel Martín Cuenca
Lupe Mateo cuidando a sus hermanos en la ficción en 'El amor de Andrea', de Manuel Martín Cuenca

Manuel Martín Cuenca reconoce que no se siente igual que cuando empezó hace veinte años, y que por tanto ese proceso de investigación al que se ha sometido, así como su propia deconstrucción, le parecía normal para no acartonarse, para, de alguna forma, corregir lo anterior. “Aunque no lo parezca, siempre me he intentado reír de mí mismo, algo que estaba presente en El autor, eso de aspirar a escribir un gran libro, hacer una gran película, una obra que perdurase, vaya. ¿Hasta dónde nos puede llevar la pulsión artística? En ese sentido, Caníbal fue un trabajo muy importante para mí a nivel creativo, pero también me hizo sentir que necesitaba salir de ese lugar tan reconcentrado”.

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Ahora, con El amor de Andrea lo que quería era despojarse de todo, desnudarse como cineasta, y eso se nota: todo el reparto es desconocido, la mayor parte está formado por actores naturales, entre ellos el descubrimiento de la joven Lupe Mateo, que con su verdad y su mirada limpia, da vida a Andrea.

“Quería que todo fuera esencial en el fondo y en la forma porque, al fin y al cabo, se trata de construir nuestros afectos, nuestras emociones en una etapa vital, la infancia y la adolescencia, que nos va a marcar para siempre. Así que ese punto de vista es el de esa niña que está descubriendo el mundo y que, al fin y al cabo, no tiene las herramientas suficientes, pero las intenta buscar como puedo”.

“Se trata de construir nuestros afectos, nuestras emociones, en una etapa vital, la adolescencia y la infancia, que nos va a marcar para siempre. Así que el punto de vista estaba en esa niña que descubría por sí misma el mundo”

El guión lo escribió Martín Cuenca junto a Lola Mayo, que ha colaborado en parte de la obra de Javier Rebollo, en películas como La mujer sin piano o Lo que sé de Lola. “Hablamos mucho de cómo nos sentíamos nosotros en esa época. Puede que los tiempos hayan cambiado, pero también hemos encontrado en el proceso de casting a muchas chicas y chicos que tienen las mismas inquietudes que los personajes, mucha sensibilidad artística”.

Volver a lo esencial

Manuel Martín Cuenca dirige a Lupe Mateo en un momento del rodaje de 'El amor de Andrea'
Manuel Martín Cuenca dirige a Lupe Mateo en un momento del rodaje de 'El amor de Andrea'

Reconoce que durante los primeros compases de la película, jugó un poco con la incertidumbre. Vemos a Andrea ocuparse de la casa, de sus hermanos... ¿pero dónde están sus padres?, ¿cuándo va a aparecer el monstruo? ¿Lo habrá? “Creo que el cambio fundamental es que la cámara está siempre con esos niños y, además, no los trata como simples víctimas, porque ellos no quieren, son unos luchadores. En el caso de Andrea es una heroína, confronta a su madre, a su padre, a quien haga falta, porque ella necesita conocer la verdad”.

El directo se embarcó en una investigación profunda y habló con abogados, con jueces de menores para informarse de todas las cuestiones alrededor de las custodias cuando están involucrados los asuntos sociales. Pero decidió que quería adelgazar la trama judicial lo máximo posible, solo para que el espectador entendiera lo que estaba pasando, porque aquí lo importante no era la lucha entre los padres, sino cómo lo estaban viviendo los niños, desde fuera, sin enterarse de mucho.

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“Poco a poco el guion se fue despojando de palabras para ir encontrando la forma sin necesidad de contar muchas cosas. Además, la película fue rodada cronológicamente, lo que nos permitió que los actores no conocieran lo que iba a pasar hasta el final. Queríamos que vivieran la experiencia en carne propia”.

El director ha vivido esta nueva experiencia de una manera muy orgánica, quería volver a las herramientas más primitivas del cine, con un equipo muy pequeño, sin alardes, sin travellings, sin panorámicas. Una vuelta a lo esencia para una pequeña y preciosa película repleta de esperanza. “He descubierto que la imperfección es más auténtica y siempre había querido hacer una película desnuda. Pienso en la cantidad de planos que tiene que haber rodado Ridley Scott para hacer Napoleón y me da pereza”.

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