Radiografía de la violencia de género en las relaciones entre adolescentes: “Nos encontramos amenazas, insultos y conductas que afectan al desarrollo y la vida diaria”

“No sale con sus amigas de siempre, cada vez que tiene una conversación con su novio está malhumorada y triste, cambia su manera de vestir y de comportarse, y no está segura de nada de lo que hace”, detalla una experta

Una joven porta un megáfono durante la concentración con motivo de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, a 25 de noviembre de 2022 en Sevilla. (Joaquin Corchero / Europa Press)

Hay un 23,1% de chicos jóvenes que cree que la violencia de género “no existe o es un invento ideológico”, según los datos del Barómetro Juventud y Género 2023. Aunque decidan no verlo o no creerlo, el porcentaje de jóvenes entre 14 y 29 años que declara haber sufrido experiencias directas de violencia en sus relaciones de pareja siguen siendo muy alta. Solo 40% de las mujeres de las jóvenes dice no haber vivido alguna situación de violencia.

El 47,1% de las adolescentes que han llamado a la línea de ayuda contra la violencia de género en menores de edad de la Fundación de ANAR en los últimos 4 años (desde que existe la línea) no eran conscientes de estar siendo víctimas de violencia de género y la cifra asciende al 63,7% en el último año recogido en el estudio. Las menores no ven que están sufriendo violencia machista, pero llaman porque tienen problemas sentimentales. “Dentro de la exploración nos encontramos amenazas, insultos y conductas que están afectando gravemente a su desarrollo emocional, a su autoestima, a sus habilidades, a todas las esferas de su vida diaria y a su desarrollo”, comenta Diana Díaz, directora de las líneas de ayuda de la fundación.

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Las adolescentes que son víctimas de esta violencia no son capaces de verla porque su agresor tiene dos caras, una romántica, amable y cariñosa, y otra hiriente, “es celoso, amenaza, insulta y pasa, incluso, pasa a escenas físicas y violencias sexuales, pero luego aparece alternativamente esa otra personalidad”, señala. Estas alternancias generan un refuerzo intermitente que conduce a las víctimas a un mismo pensamiento: “Podría volver a encontrarme con la persona que yo quiero y que era en los inicios”. Pero, por mucho que se aferren a esa idea, la realidad no va a cambiar y el agresor tampoco. ”Con la experiencia y la madurez vemos que en las relaciones el amor no es suficiente, hacen falta otros componentes como la tolerancia, respeto, la comunicación”, recuerda.

Díaz achaca también esta incapacidad para ver que son víctimas en la falta de consciencia por lo jóvenes que son. “Nos encontramos un perfil de adolescente que tiene una edad comprendida entre los 14 y los 17 años. La media son los 16, pero que incluso puede empezar a llamarnos ya desde los 12″, alerta. En este escenario también interviene la falta de formación en asuntos de violencia en las escuelas y los institutos pero, fundamentalmente, se centra en la influencia de las pantallas.

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El porno y la idealización del “amor” romántico

La tecnología, el mundo de las series y las plataformas están resultando ser peligrosas por los modelos de conducta que transmiten. “Están teniendo acceso a una información, a veces, muy descontrolada, donde se muestran patrones de referencia, dominio y sumisión que se acaban normalizando. Y este es el problema, la normalización de situaciones que no deberían normalizar”, denuncia Díaz.

En las series, películas y en la música, es decir, en contenidos que tienen acceso a cualquier edad, se repiten relatos donde se justifican formas violentas de relacionarse como los celos. Acaban asumiéndolas como una manera de demostrar el amor y se construyen una figura idealizada creyendo que lo que tienen es amor. Lo mismo sucede con la pornografía, se asumen como normales, e incluso placenteras, las prácticas que ven y que en su mayoría resultan vejatorias para las mujeres, pero las más jóvenes las normalizan, entre otras razones, por la falta de experiencia y la complacencia en la que están educadas. “Empiezan a tolerar actitudes insanas que han normalizado”, añade Díaz, que explica que ese es comienzo.

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“Al principio es violencia por control y luego, si la situación se sigue tolerando, esa violencia alcanza cotas más altas. El siguiente eslabón es la violencia social”, detalla la experta. Esto se traduce en la obligación, directa o indirecta, de cortar el contacto con sus círculos sociales, incluso con su familia. Después llegan los golpes. “El 50% de las agresiones que viven las adolescentes, según nuestros estudios de anuales de violencia de género adolescente, es física, y además, también sufren violencia sexual”, detalla.

Cómo saber si estoy sufriendo violencia en mi relación

Al principio, las actitudes violentas son más sutiles y siempre aparecen con la cara más amable, pero con el tiempo la situación se va agravando. Todo empieza con el “control voraz” de las amistades, de la ropa, de lo que dices, de lo que haces. Si tu pareja revisa tu teléfono, controla tu forma de vestir y critica a tus amigos y amigas constantemente, debes plantearte qué está pasando, porque esos comportamientos, aunque son tenues, están fuera de que lo que es una relación de pareja sana.

Otro factor de alerta es el aislamiento, te pide que cortes el contacto con otros chicos porque se pone celoso, y con el tiempo también trata de alejarte de tus amigas. Díaz explica que en este punto es muy fácil manipular a la víctima porque todas las peticiones son en nombre el amor y ellas acaban cediendo. “Acaba perdiendo todas sus esferas y perdiendo su seguridad en sí misma, y comienza una sensación de indefensión donde haga lo que haga, está mal”, añade la experta.

No es fácil reconocer esta situación desde dentro, pero desde fuera tampoco. Sin embargo, hay algunas señales que las familias pueden identificar, explica Díaz: “No sale con sus amigas de siempre, cada vez que tiene una conversación con su novio está malhumorada y triste, cambia su manera de vestir y de comportarse, y no está segura de nada de lo que hace”.

A una llamada de abandonar la violencia

Las adolescentes que estén atravesando esta situación y que vean señales de que se encuentran en una relación donde hay violencia machista pueden acudir a sus familiares y a las autoridades para que las ayuden a poner fin al maltrato. Y en el caso de que no se sientan lo suficientemente fuertes como para dar ese paso, pueden acudir a la Fundación ANAR a través del número de teléfono 900 20 20 10. Díaz explica que al otro lado del teléfono encontrarán a una psicóloga con la que podrán hablar de cómo se sienten y de su relación de pareja. Pueden llamar las veces que lo necesiten para comprobar si la relación que tienen es sana, y en caso de que no lo sea, para que tomen conciencia de lo que está pasando y encuentren una forma de ponerle fin.

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